Cinder

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—Con esto debería haber suficiente para curar a un hombre adulto —dijo, antes de chascar la lengua—. Qué lástima, tan solo por unos días, ¿verdad? Fue como si el mundo empezara a dar vueltas. El cosquilleo de los dedos del joven príncipe, deseoso de abalanzarse sobre ella y estrangularla, se extendió hacia los brazos, que le temblaban ya de forma incontrolable. —Adelante —dijo Levana, mirándolo con calidez—. Es vuestro. Kai le arrebató el vial. —¿Cuánto hace que lo tenéis? La reina enarcó las cejas, como atónita ante la pregunta. —A decir verdad, me confirmaron que funcionaba apenas unas horas antes de mi partida. Mentía. Y ni siquiera se molestó en disimularlo. Bruja. —Alteza —intervino Torin en voz baja, colocando una mano firme en el hombro de Kai. Al principio, apretó con suavidad; luego, ejerció mayor presión, como aviso. Las fantasías en que Kai se veía asesinándola empezaron a disiparse al compás de sus pulsaciones, aunque de manera muy sutil. Levana entrelazó las manos sobre el regazo. —Ese vial es vuestro regalo. Espero que lo halléis de utilidad, joven príncipe. Creo que ambos compartimos el interés por erradicar esa enfermedad de vuestro planeta. Mis científicos podrían tener preparadas miles de dosis a final de mes. Sin embargo, una empresa de este tamaño, junto a los seis años durante los que se han invertido recursos e incontables horas de duro trabajo, han obligado a mi nación a realizar grandes sacrificios y, por consiguiente, estoy convencida de que convendréis que es necesaria una compensación. Habrá que entablar negociaciones. A Kai se le cortó la respiración.

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