Voces de Mujeres

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JIMENA ESCUDERO PÉREZ

personas, y viceversa («a las niñas lindas, por muy necias que sean, siempre se les intuye un interior emocionante»), y se confiesa víctima de esa misma fantasía: «Y lo que más me fastidia no es que los hombres guapos me parezcan físicamente atractivos (…), sino que al instante creo intuir en ellos los mas delicados valores morales y psíquicos». ¿Ante qué modo de narración estamos? ¿Cómo la identificamos? ¿A quién va dirigida esta narración? ¿Con qué objetivo? ¿Cómo se expresa la protagonista? La frase inicial, en la que la protagonista se presenta (nótese que en ningún momento nos desvela su nombre, quizás por proteger su anonimato), nos da a entender que es ella la que habla y la que va a contar la historia. El uso de la primera persona singular es constante a lo largo del texto, lo que confiere a la narración gran cercanía y credibilidad. La narradora se dirige a los lectores y lectoras en numerosas ocasiones («Tal vez piensen ustedes que…»; «Repito: Tomás me había puesto una mano sobre el muslo», «Tal vez crean que…», «No sé si me siguen»). Al mismo tiempo, abundan las aclaraciones entre paréntesis, para reformular una idea ya expuesta, o comentarla: «(Tengo dos ojitos…)», «(recuerden que…)», «(el placer es así…)», «(Seguro que lo sabe. Seguro que lo supo)». La protagonista busca la complicidad con el público de su historia. Este recurso, que le sirve a la autora para reducir la distancia entre la audiencia y el personaje, puede ser visto como un elemento indispensable en la confesión de la protagonista. Leyendo su testimonio, autobiográfico, y en el que ella intenta entablar un diálogo con nosotras, nos resulta más fácil entender (y aceptar) sus actos. El siguiente punto del debate ahonda en la complejidad moral de esta confesión. La narradora alterna el lenguaje culto, elaborado, propio de una abogada («soy leída y culta»), con el coloquial, que proporciona cercanía y confidencialidad. Los aspectos formales a comentar aquí son muchos: léxico, ritmo, retórica, estructura, etc. Podemos analizar de forma somera con las alumnas algunos recursos que a buen seguro llaman su atención: el lenguaje coloquial («Y da la maldita casualidad…», «que se fastidien», «la muy perra», «por favor por favor por favor»); hipérboles (toda la descripción sobre su fealdad, especialmente el uso de mayúsculas en «Fealdad Suprema, la Fealdad Absoluta e Insufrible»); repeticiones de palabras («jamás jamás jamás») y de párrafos (la descripción física de Tomás «dientes blancos, ojos azules y maliciosos»); poéticos símiles y metáforas («la vida transcurría así, fría, lenta y tenaz

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