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No obstante, muchas veces se cree que solo con conocimientos y habilidades blandas estarán preparados para atender la compleja realidad humana de la empresa. Cabe entonces incluir el concepto de competencia presentado por Cardona y García-Lombardía, en el cual se refieren a comportamientos observables y habituales que conducen al éxito en una función o tarea, en este caso a la tarea de dirigir personas. Comportamiento quiere decir que no se trata de la personalidad o el temperamento, ni de conocimientos, se trata de la acción. Observable, significa que se puede medir tanto en un momento dado, como su progreso y aprendizaje. Habitual, implica la adquisición de unos hábitos de comportamiento[1]. Esta última parte resulta para muchos como algo desconocido, poco entendido, y en todo caso algo ajeno a la labor de orientar a las personas en una organización. Seguramente por ello la parte relacionada a la adquisición de hábitos positivos en las personas es poco incorporada en los procesos de desarrollo de empleados y ejecutivos. Creemos que sería mejor asumirlo como el gran reto para quienes dirigen en los distintos niveles de la organización. Claro que para ello, será necesario contar con las vías y medios adecuados que realmente contribuyan con este distinto proceso de desarrollo de la persona. Tomemos el ejemplo del trabajo en equipo, para ello analicemos el argumento central de Katzenbach y Smith, expertos investigadores en desempeño de equipos. Ellos sustentan que los equipos realmente unidos ponen de manifiesto su compromiso de comportamiento, así como habilidades y apoyo mutuo para conseguir un determinado desempeño y unas metas[2]. Cabe enfatizar que el trabajo en equipo exige, en esencia, la cooperación y ayuda mutua de sus integrantes, es decir, lo contrario al egoísmo e individualismo, principal barrera para un efectivo funcionamiento de los equipos de trabajo[3]. Asimismo, Llano argumenta que, el trabajo en equipo no es tan necesario para alcanzar metas valiosas, sino para lograr la más valiosa de todas: que las personas den de sí lo más que puedan. Agrega que, no solo es válido para el que dirige el equipo, quien evidentemente debe darse a los demás, sino para el equipo mismo: lograr que los demás se den entre sí[4]. Aquí, nos podemos dar cuenta que las habilidades no bastan, pues el compromiso, cooperación, ayuda mutua y el esfuerzo de cada quien por dar lo mejor al otro y al equipo en su conjunto, están básicamente relacionados más con los modos de ser de las personas que con sus modos de hacer. En concreto tienen relación con los hábitos que alguien haya o no adquirido, y no específicamente con las habilidades que haya desarrollado. Ambos, habilidades y hábitos son necesarios, porque si no podríamos estar frente a ejecutivos que tienen la capacidad para dirigir equipos de trabajo pero carecen de los modos de ser adecuados y concretamente de los hábitos necesarios para asumir ciertos retos y afrontar situaciones más complejas. Como también podríamos tener ejecutivos que cuentan con dichos hábitos pero al no tener las habilidades suficientemente desarrolladas poco pueden lograr en conjunto. Dicho de otra manera, el egoísmo no se resuelve con una habilidad, como tampoco la falta de paciencia, o la falta de solidaridad e interés por los demás. La empatía por ejemplo que muchos incluyen como habilidad blanda, tiene su base en la comprensión del otro, en el reconocerlo como otro yo. La empatía si bien es ejercitada a través de la capacidad de escucha, esta no es suficiente. Las técnicas de escucha aprendidas y ejercitadas son útiles, pero no bastan. Y quien ha desarrollado el hábito de ser comprensivo y solidario, deberá contar dicha capacidad de escucha activa. Se podría decir que es más fácil desarrollar la habilidad que adquirir el hábito, pero ello no es así necesariamente, dependerá de cada persona y de los medios y ayudas con que cuenta. Lo que si hay que resaltar es que en las organizaciones se orienta muy poco y se ayuda menos en la adquisición y/o consolidación de hábitos positivos. Se piensa quizá que, son asuntos de orden estrictamente personal, o que son procesos complicados. Aunque pueda ser así, lo cierto es que el hecho de contar con personas con hábitos negativos, como el egoísmo antes citado, afecta el desempeño de los equipos de trabajo y a la organización en su conjunto.


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