Juan bosch composición social dominicana

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JUAN BOSCH

personas en el resto de la Isla,lo que indica que el espacio para cada una era de unos quince kilómetros cuadrados y de setenta y cinco kilnmF!tros cuadrados para cada familia. Esa mínima cantidad de gente en tanta superficie de tierras no podía formar una' Sociedad, sino apenas unos cuantos embriones dispersos de 'una sociedad futurá. Entonces no había caminos que comunicaran a un grupo de personas con otros grupos. Además, debemos entender que cada familia no vivía alsleda en setenta y cinco kilómetros cuadrados; que se reunían en villorios, algunos con el nombre pomposo de ciudades. Los espacios despoblados eran, pues, enormes; había regiones de miles de kilómetros cuadrados donde no vivía un alma; de manera que las comunicaciones de las gentes entre sí se hacían diHciles, y por tanto muchísima gente vivía sin saber noticias, sin enterarse de lo que estaba pasando en la Isla y en el mundo. Por eso no debe causarnos asombro que las familias dispersas buscaran el amparo de los centros de poder social que quedaron en la Isla después que declinó la industria azucarera; yesos centros de poder social eran los hatos, que pasaron a ser los puntos de mayor autoridad social en todo lo que restó del siglo XVI,' en todo el siglo XVII y en gran perte del siglo XVIII. Ya en 1582 los ingenios azucareros habían comenzado a disminuir (Fray Cipriano de Utrera, nota en Idea del Valor de la Isla Española, pág. 113), Y a medida que los ingenios iban desapareciendo los hatos iban convirtiéndose en sus sustitutos como centros de autoridad social. Fue un fenómeno de traspaso de la autoridad social por razones puramente económicas. Pero ese traspaso llevaba en su seno una tragedia que nadie tomó en cuenta; la de la destitución humana, la del descenso de la funci6n social de los hombres que habían adquirido en los ingenios destrezas y hábitos de trabajo que correspondían al nivel más alto en la época. ¿Qué se hicieron los esclavos que habían aprendido a ser maestros de azúcar, maestros de temple, caldereros, purgadores de azúcar, maestros de "hazer ladrillo o teja"? En 1547, según podemos ver en el inventario notarial de Jos bienes del difunto don Hernando Gorjón, Marcos, maestro de azúcar, tenía cuarenta años; Perico, tachero, tenía treinta, Francisco Calabar, calderero de la caldera de melar -es decir, experto en el deshidratado del. guarapo hasta que quedara convertido en miel- tenía cuarenta años; Pedro Zape tenía también cuarenta. Esos hombres debieron vivir lógicamente unos veinte años más, treinta y tal vez'algunos ¡legaron a los ochenta años. Pero desaparecida la industria en que se había., hecho diestros, sus conocimientos no les servían para nada. Ir a la ciudad de Santo Domingo para aprender otro oficio tampoco era una perspectiva,' puesto que la capital de la Isla fue despoblándose también; sus habitantes


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