20151224 ernesto santana muertos pdf

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de la imagen algo desenfocada, se parece más a Pável que Pável mismo. Si no le cabe la duda es por esa sonrisita de quien se cree estar en todo, por esa cadena de platino con una cruz ansada y por las dos argollas en cada oreja. Recuerda, como si fueran secuencias de una película, entre la bruma de varias embriagueces continuas, los encuentros con él, sobre todo durante aquellos días en la Gaviota. Pável era capaz de cualquier cosa, incluso de colaborar con el DTI, si eso significaba seguir en la parranda perenne y con dinero en el bolsillo. En una de sus cartas desde el sanatorio, Mandy le dijo que todas las fiestas se terminan, incluso las mejores y más largas: “Y yo he sabido lo que es divertirse. Al lado mío, Pável es un pobre diablo”. Por supuesto, Ariel dice que no conoce tampoco a ese cabronazo que se ve al fondo, desenfocado, junto a la ventana. Si se ha encontrado con él no lo recuerda. –Pero Pável dice que te conoce a ti. –¿Quién es Pável? Garrido sonríe pacientemente y termina brindándole una cerveza y bebiendo con él un rato. –En vez de cerveza, debiera darte pentotal sódico, la droga de la verdad, como la llaman –bromea el oficial, pegándole una palmadita en el hombro. Un mes después lo lleva de nuevo al edificio Ancón y, dejándolo pasmado, pone en el aparato de video una película porno de verdad, nada de aficionados, y se marcha para regresar una hora más tarde como quien vuelve de una repentina complicación de trabajo. Otro día, Garrido va a buscarlo a su casa y por suerte deja el auto parqueado en la avenida, como a cinco cuadras, pues se habrían formado rumores 149


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