La comuna de Bello nº 0. Año 1/ Nº 0/ 2013

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Salas Hernández Saraceni Gutiérrez Plaza Crespo Nieves Cañizález Ángel Mieses Borromé Castro Fragui Castillo Zapata Molina Pereira Hernández-D’Jesús Fuentes el viajero necesita palabras para transitar. Gina Saraceni nos describe la revelación que significó para ella la siguiente frase: “Io sono un poeta italiano”. Arturo Gutiérrez Plaza propone un viaje entre dos noches a través de la lectura de Mi padre, el inmigrante. Luis Alberto Crespo, a partir del recuerdo de un viaje a Canoabo, nos invita a aguzar el oído para intentar escuchar el canto del ave quinquina. Con Miguel Nieves viajaremos a la primera edad. Isaías Cañizález nos sellará el pasaporte de salida para viajar hasta las regiones solariegas de Los espacios cálidos. Benito Mieses, paraguas en mano (porque se avecina un aguacero) nos recuerda cierta doble vertiente del arte de Gerbasi. Julio Borromé promueve un viaje, por medio del relámpago que oscurece, hacia zonas en claroscuro de la aldea gerbasiana. Alejandro Castro remite una carta a Vicente, escrita desde una noche desolada. Gonzalo Fragui nos habla de otro Vicente más pugilístico. Rafael Castillo Zapata recuerda el origen del célebre verso gerbasiano en la propuesta literaria del grupo Tráfico. Daniel Molina propone un espectral encuentro entre Vicente Gerbasi y Vinicius de Moraes, ambos nacidos el mismo año. Gustavo Pereira escribe unas líneas para los amigos que fueron acogidos por el poeta de Canoabo. Enrique Hernández D’Jesús nos entrega una nota sobre el último viaje de Gerbasi. Valenthina Fuentes traza una imagen de la escritura gerbasiana como frontera entre la vivacidad de una experiencia y su pérdida. Para cerrar esta presentación o check-in viajero, no quisiéramos pasar por alto una importantísima cuestión que tiene que ver directamente con la fauna gerbasiana. Como sabemos, en la poesía de Gerbasi abundan numerosos animales: cunaguaros, burros, toros salvajes, soisolas, loros, guacamayas, panteras, gallos, gatos, serpientes, vacas, gavilanes, conejos, lagartijas, colibríes, venados, hormigas, cocuyos, avispas, escarabajos, mariposas, perros, caracoles, arañas, búhos, caballos,

etc. En este contexto, resulta un asunto muy arduo intentar definir cuál podría ser el animal tutelar o ancestral de Gerbasi, partiendo del hecho irrebatible de que cada uno de nosotros tiene un animal ancestral. De esta forma, y asumiendo no pocos riesgos, proponemos al conejo como el animal tutelar de Vicente Gerbasi. En efecto, su poesía está recorrida por conejos que aparecen y desaparecen entre la fronda. Canoabo es tierra de conejos. El conejo es un animal de presagios. Se supone que por las noches vive en la luna y durante el día recorre mundos geórgicos, elusivos, campestres. El Conejo es un símbolo profundo de la fecundidad, la ligereza, la diligencia, lo sorpresivo, lo furtivo. Y así como Nils Holgersson voló sobre un ganso, los invitamos a recorrer la poesía de Vicente Gerbasi siguiendo la huella de sus conejos.

Luis Enrique Belmonte


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