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LA DEIDAD DE

JESUCRISTO

“Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” Mateo 16:13-17. Rev. Luis M. Ortiz

Este pasaje bíblico muestra que en el pueblo había opiniones diversas y distintas acerca de la persona y de la identidad de Cristo, pero todas equivocadas, y las había hasta mal intencionadas, como las de los fariseos, que le tildaban de sedicioso ante las autoridades políticas, y de blasfemo ante las autoridades religiosas. La única respuesta correcta salió de los labios del apóstol Pedro, la que le fue dada por revelación divina.

IGUAL A DIOS En su oración intercesora hablando con el Padre, Él decía: “Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío” (Jn. 17:10). Para poder redimirnos “... siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:6-11). Los hombres mataron a Cristo, porque se hacía igual a Dios (Jn. 5:18). Pero Dios lo resucitó vindicándole como Hijo de Dios (Ro. 1:4). “Sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies” (Ef. 1:20-22). Conjuntamente con el Padre y el Espíritu Santo forman la Santísima Trinidad, cuya evidencia bíblica es abrumadora. Su igualdad con el Padre es evidencia de la deidad de Cristo. SU NACIMIENTO Y VIDA Las profecías y los detalles milagrosos acerca del nacimiento de Cristo, como doscientos setenta, hubiesen sido humanamente imposibles de cumplirse, a no ser que el que habría de nacer fuera el Hijo del Dios Altísimo. Estos centenares de profecías y detalles milagrosos que se cumplieron al pie de la letra en su nacimiento fueron confirmados por millares de milagros y prodigios realizados por Cristo en su vida y ministerio que probaban su deidad. Por ejemplo, su victoria sobre Satanás en la tentación en el desierto; la proclama de Juan el Bautista presentándolo como el Cordero de Dios MISIONERO MUNDIAL 40 MOVIMIENTO América • Europa • Oceanía • África • Asia


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