audiovisual Adrián Cangi
t Gentileza Malba – Fundación Costantini
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la duración de lo visible En su paso por el Malba, Oscar Muñoz propuso pensar el tiempo interno de las imágenes. Este ensayo examina la obra del artista colombiano y plantea nuevos interrogantes, desde los usos de la conciencia y la memoria hasta —una de sus claves— el rol del espectador.
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Oscar Muñoz. Protografías, exhibida en el Malba, incluyó fotografía, grabado, dibujo, instalación, video y escultura, llevando al límite las fronteras de cada uno de estos lenguajes.
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Ante la imagen
Ante el tiempo
Entre la demasía o la ausencia de imágenes producidas por nuestra cultura para enceguecernos, me detengo ante “El ojo del Cíclope” de Oscar Muñoz, que fue parte de Protografías, la muestra presentada en el Malba a fines de 2012 y comienzos de 2013. La exhibición indagó en la aparición y desaparición de las imágenes, entre dispositivos y procesos de formación visual, y abrió una dimensión estética y política de la aparición y la desaparición que cuestionó, de modo conceptual y técnico, la duración de las imágenes. La obra se compuso como una instalación registrada en video y proyectada sin fin. En el registro aparece un lavabo que se asemeja a una batea fotográfica en la que, de forma centrífuga, giran los restos materiales de un proceso de revelado que parece desaparecer en la pileta del sanitario. La proyección centrífuga sin fin no permite percibir el instante en el que la imagen se compone o se descompone, sino que exhibe el dispositivo mismo en el que el ojo del espectador enfrenta el movimiento continuo y la duración rítmica como un vértigo en sí mismo. La obra se presenta como un “ahora” perceptivo, aunque constituye una disposición paradójica que abre preguntas mientras nos devuelve una mirada. No es sólo lo que vemos sino lo que nos mira lo que cuestiona una imagen dogmática del pensamiento mientras nos enfrenta a una imagen problemática.
Ante “El ojo del Cíclope” enfrentamos una apertura perceptiva: un umbral que ciega, tanto como seduce y unos vestigios que impregnan, tanto como interrogan. Nuestro deseo perceptivo se transforma en espera. Por antigua o contemporánea que sea la imagen, nuestro presente —como experiencia de la mirada— no cesa nunca de reconfigurarse en instantes que se transforman en reminiscencia. Vale decir que no habría reconfiguración de lo visible como pensamiento sin una construcción de la memoria. Debemos aceptar que la imagen tiene más de memoria y de porvenir que el ser que la mira. Por ello, cualquier arqueología visible, filosófica y crítica no cesa de indagar en la concepción temporal de la obra. Ante la imagen, el tiempo parece inaprensible o indefinible como si sólo existiese en tanto duración en fuga. El propio tiempo de la obra es la duración rítmica en sí misma. Cualquier división de la duración perceptiva estaría compuesta de pasado (que ya no es) y de futuro (que todavía no es). Esto nos permite decir que el tiempo no es ni un ser ni la nada, sino un pasaje perpetuo entre imágenes. Este pasaje, como duración vivida para el espectador, es múltiple, heterogéneo y desigual. Como no hay regularidad ni homogeneidad de la duración vivida, el tiempo como ritmo se transforma en un problema para la conciencia perceptiva.
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Cortinas de baño, realizada entre 1985 y 1986, acrílico sobre plástico. “El ojo del Cíclope”: secuencia de la obra de Oscar Muñoz presentada en cinco cuadros. Sedimentaciones (detalle), videoinstalación presentada en 2011. Narcisos (todavía en proceso) realizada entre 1995 y 2009 con polvo de carbón y papel sobre agua y plexiglás.
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Diremos que ante la imagen, el tiempo no es una existencia absoluta sino que sólo existe para el espectador, como relativo al cambio o como tensión de duración. La obra nos sumerge en el cambio y así afirma que el tiempo pasó. Por la experiencia del ritmo, percibimos que el tiempo del mundo, como dato físico, no coincide con el tiempo del alma, del espíritu o de la conciencia como duración íntima del tiempo. Un niño juega
Ante “El ojo del Cíclope” ¿existe algo más allá del universo que presenta y de la fragilidad de lo que aparece como imagen? Percibimos la identidad de la imagen y la materia en una perspectiva temporal en la que sólo podemos realizar un corte móvil de la duración. En este plano de la imagen-materia nada hay más allá del juego de las fuerzas y del azar. Paisaje donde el tiempo es el rey, ya que nadie parece vencerlo, fijándolo para la conciencia. Esa realeza del tiempo es como la
de un niño que juega con inocencia y gratuidad porque no quiere nada como fin. Desde el punto de vista de la conciencia, el tiempo es impasible y cruel en su implacable indiferencia. Juego que se presenta como una determinación actual que, simultáneamente, no cesa de cambiar. El tiempo actual es irreversible e insuprimible porque el pasado no regresa y el futuro nunca estará aquí. La obra lo evoca porque muestra el eterno retorno del presente, que sólo resulta posible como cambio y nunca como repetición de lo mismo. Concepción que afirma la plena aceptación de lo real como crueldad e inocencia del tiempo que se desplaza entre los dedos del niño que juega. Ante la imagen no podemos más que ser fieles al tiempo, ya que continuamos perteneciendo a la existencia de su juego: sólo podemos aceptarlo, combatirlo si es necesario y transformarlo cuanto sea posible. La obra nos enfrenta a la eternidad de la actualidad, presente que no cesa de cambiar abriendo a la conciencia las virtualidades, como pasaje o tendencia entre imágenes. Ante la imagen somos contemporáneos del juego del niño pero no para siempre. A pesar de intuir que el tiempo es “ahora” y que cada “ahora” es diferente —como puro presente y novedad perenne que cambia—, el pensamiento y el lenguaje enuncian que el tiempo es memoria. 43
cv Adrián Cangi Ensayista y crítico, doctor en Sociología y en Filosofía y Letras. Dirige la Maestría en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas (UNDAV). Es autor de Gilles Deleuze. Una filosofía de lo ilimitado en la naturaleza singular. (Quadrata-Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2010).
ción o un ritmo de lo que aparece siempre simultáneo al presente. Sin la intervención de la conciencia, no habría frente a la imagen más que un presente definido por el número divisible de movimientos. Es la conciencia la que recuerda, prevee y espera. Esto permite decir que en la obra emerge una dimensión Ante la imagen paradojal de la obra es posidistinta del presente: lo que ya no es o lo que ble pensar que el tiempo es o bien presente, todavía no es. múltiple y relativo a lo actual, o bien duración Ante la imagen, existen presentes simulacumulativa, cualitativa y espiritual como potáneos para el espectador: el presente del patencia virtual. La obra como vértigo centrífugo sado, el presente del presente y el presente del presente contiene el pasado y el futuro de la imagen —que subsiste a la actualidad visible—, futuro, que no es otra cosa que el tiempo de la memoria, de la intuición directa y de la espera. provocando a la percepción a que enfrente un “cristal de tiempo”. Cristal, como composición, Es esta simultaneidad divisible la que dota de que presenta la actualidad corpórea de los vesti- unidad a la conciencia del espectador frente al presente eterno que cambia. También la dota gios y la virtualidad incorpórea de los acontecide un principio de fabulación frente a lo que mientos rítmicos que irrumpen en el umbral. aparece. Es posible decir que la temporalidad Entre el mundo y la conciencia es una fabulación que sólo existe en nosotros, Ante “El ojo del Cíclope” ¿estaremos dispues- mientras que nosotros sólo existimos en el tos a reconocer que el tiempo es la condición tiempo. La conciencia del espectador frente a de los acontecimientos, mientras que el espala obra liga el presente al pasado o al futuro de cio es la condición de los cuerpos? La condila imagen como una red de intencionalidades. ción paradójica de la imagen reside en ello: Diremos que el espectador es el surgimiento simultáneamente, el tiempo es la condición de la fabulación de la temporalidad, aunque formal a priori para la conciencia de los fenóel tiempo en sí mismo sea independiente del menos que irrumpen en el aparecer, mientras sujeto que lo fabula. que el espacio es la condición de los fenóAnte “El ojo del Cíclope”, ¿podremos menos exteriores que se encadenan de modo aceptar que frente a la duración de la imasensorial y motriz. Esta asimetría permite decir gen el olvido prevalecerá contra la memoria, que el tiempo es una variable independiente la materia contra el espíritu y la naturaleza de las condiciones espaciales. contra el hombre? Retener el tiempo para Desde el mundo antiguo al moderno, el la conciencia no supone ni trascenderlo ni tiempo del mundo se expresa por el número de superarlo. Muñoz elabora una obra que fuerza movimiento seguido del antes y del después; a sentir y a pensar la desaparición de cualquier mientras que el tiempo del alma, el espíritu o la imagen posible y la posibilidad de aparición de conciencia no es un número sino una duracualquier imagen por venir. 05
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Oscar Muñoz Nació en Popayán, en 1951. En la década del 70 integró Caliwood, un movimiento cultural multidisciplinario de vanguardia, originado en Cali. En 2007, expuso en la Bienal de Venecia. Sus obras problematizan las formas de espectación no sin hacer evidente el papel que juegan los soportes donde, según el autor, la imagen se configura a la vez que se deshace (Fotografía: Fernell Franco). 44
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