La congregación de los Muertos o el enigma de Emerenciano Guzmán

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debía ser, para todos los mexicanos. Luego, cayó en un tema que lo asaltaba de vez en vez, los indios mexicanos y sus culturas habían sido parte inalienable del México antiguo. Empero, dijo al espejo: Los mexicanos ya no somos españoles; pero, tampoco, o menos, indios. Y acusó: Los mestizos se están convirtiendo en la mayoría dominadora. ¿Una razón importante para casarse con Felipa? Era indispensable respetar a los individuos con su cultura, sus tradiciones, su manera de pensar. Un individuo sin estas cualidades no era nada. Los derechos individuales eran sagrados. De lo contrario el individuo se convertiría en un insignificante tornillo de la maquinaria. Por argumentos como éstos había simpatizado con la causa constitucionalista. Con la igualdad en la diferencia; no con la supremacía de una casta sobre las otras, de una raza sobre las otras o de una ideología sobre otras. Murmuró: Por estas razones los criollos, que preponderantemente hicieron este país, deben tener también su sitio. Porque a mi padre se le robó el producto de su trabajo y su propia vida. Él y sus antepasados, dijo ante el espejo, que levantaron junto con otros, con sus propias manos, su sudor y su sangre, un pueblo, deben ser revalorados, reintegrados a la nación mexicana. No es justo que se les regatee su posición en la historia. México debe transformarse en un país de leyes para todos, o terminará por desaparecer, aun sin ayuda extranjera. Nadie debe utilizar las leyes a su conveniencia, como ha ocurrido hasta la fecha, por vida de Dios, dijo, con el peine y las tijeras en las manos. El gobierno de un solo hombre debió de haber acabado con la renuncia del general Porfirio Díaz, por mucho progreso que haya traído al país, terminó. De ahí que creyera que luchaba por imponer la ley, la civilidad que para él y muchos otros representaba Carranza, y no por el desorden de Villa o de Zapata, que tenían sus buenas razones, según explicaba, pero nos querían cargar en el tren de no hay más rieles que los nuestros. Como Juárez y Díaz, se atrevió a agregar alguna vez para alarma de los demás. Grandes hombres, dijo, no cabía duda, aunque lucharon entre sí. Díaz se levantó en armas cuando Juárez se quiso reelegir. Tal vez, uno como el otro eran honrados, de buena fe, pero si no hay una

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