La congregación de los Muertos o el enigma de Emerenciano Guzmán

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Gutiérrez) y, por el otro, Carranza y Obregón, aunque estos dos no las tenían todas consigo entre ellos. La lucha nacional no se hizo esperar de manera cruenta. ¿Qué habrá pensado Emerenciano Guzmán?, se preguntó Baldomero. México no parecía tener remedio. El peor enemigo del país eran los propios mexicanos, que no contaban con un proyecto común de nación, sino que cada uno de los luchadores intentaba imponer el suyo. Emerenciano discutía conceptos como los anteriores en las reuniones secretas a las que asistía, cuando tenía oportunidad. En una de ellas, que se llevó a cabo en León, después de que la emprendieron en contra de la religión, la iglesia católica y los españoles, como era su costumbre, alguien sorprendió al manifestar que, en realidad, con los españoles peninsulares se había dado un pleito entre hermanos; con los franceses entre primos; pero los estadounidenses, con su lema “América para los americanos” y su convencimiento de que ellos eran América y su bíblico “Destino manifiesto”, que se parece al de “Pueblo elegido”, esos sí eran el verdadero peligro, el verdadero y único enemigo de México. Se armó una polémica a gritos y sombrerazos, pero era cierto. Ante el complicado panorama, los mexicanos eran incapaces de vencerse a sí mismos y de conseguir la fuerza de la nación. En abril de 1915 ya se estaban librando las primeras batallas entre las huestes de Villa y Obregón, que era carrancista entonces. La grande, decisiva, pero no última batalla, se libró en Celaya, durante varios días de ese mes de abril. Se utilizó caballería y artillería. Obregón trajo la novedad de las trincheras, como se hacía en la Primera Guerra Mundial que se desarrollaba en Europa. Villa decía que las trincheras no eran cosa de hombres. Los cañonazos se oían hasta Salvatierra. Así lo atestiguó Luz Ponce que, a la postre, era una niña de nueve años. Murieron miles de los dos bandos. En este magno combate, el “artillero y héroe” de Villa, Felipe Ángeles, causó estragos en las líneas carrancistas. Con uno de los bombazos dirigidos por Ángeles, Obregón fue herido gravemente en el brazo. Entre terribles dolores, intentó darse un tiro en la cabeza, pero sus lugartenientes se lo impidieron. Perdió el brazo. A

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