El vino a libertar a los cautivos

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la pared. La incrusté literalmente, tanto que tuvieron que romper la mampostería para sacarla. Resultó con varios huesos rotos y otras heridas. Jamás volvió a atreverse a hacerme daño, ni tampoco ningún otro ser humano.

Rápidamente alcancé la posición de primera esposa y con ello mis responsabilidades también aumentaron. Pasé a ser uno de los representantes de Satanás a nivel internacional. Viajé muchas veces fuera de California a entrevistarme con funcionarios gubernamentales de los Estados Unidos así como con dignatarios de otros países. Representantes de gobiernos extranjeros nos visitaban en la mansión de California para solicitar dinero para armas, etc. La mayoría sabía que estaban tratando con Satanás, algunos no. Grandes sumas de dinero cambiaban de mano. Mann-Chan hablaba a través mío en la mayoría de las ocasiones, y hablaba perfectamente en la lengua nativa del interlocutor. Mann-Chan a la vez me traducía lo que aquellas personas decían. Yo no podía hablar ni lo más mínimo en tantos diferentes idiomas, pero Mann-Chan los conocía todos.

Viajé a numerosos países. He estado en La Meca, en Israel, en Egipto, y también en el Vaticano en Roma, adonde fui para entrevistarme con el Papa. El propósito de mis viajes era coordinar los programas de Satanás con el de los satanistas de otras tierras, así como entrevistarme con diferentes funcionarios gubernamentales para hablar de ayuda monetaria a esos países. Algunos no sabían que yo era satanista, sino que pensaban que estaba asociada con algún tipo de organización sumamente rica. La gente que busca dinero no pregunta mucho. El Papa sabía muy bien quién era yo. Trabajábamos de cerca con los católicos (especialmente los jesuitas), así como con los masones de alto rango.


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