Revista Cerro 17 Junio 2012

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EL SUEÑO Fue una oscura noche de invierno. Salí a eso de las once y media de casa. ¿La razón? Evadirme de mis preocupaciones y agobios. Solía tener una ruta pero ese día, no sé por qué, quise cambiar y me fui por otro camino. Estaba muy oscuro y quería volverme a casa, pero algo me lo impedía dentro de mí. Llegué a un campo a las afueras del pueblo. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, sentí miedo. Oí unos ruidos extraños y quise correr pero no pude. De entre unos matorrales salió un pequeño ser desconocido. Recuerdo perfectamente cómo era: era de un tamaño similar al mío, era un humanoide pero con la cabeza más grande que el cuerpo, y en ella, unos prominentes ojos negros vacíos. No me asusté, creo que algo de mí lo esperaba y conocía. Dentro de mi asombro, se acercó y me tocó. En ese instante algo sucedió en mi cabeza, no era mía, dentro de ella había unos extraños recuerdos de un planeta, de unos seres como él y de una destrucción… Me desperté en mi cama empapada de sudor, sonreí, todo había sido un sueño. Me levanté y me fui a mirar en el espejo, tenía la cara muy pálida, más de lo normal. Bajé a desayunar y pregunté a mis padres si había vuelto muy tarde la noche anterior. Se sorprendieron y me preguntaron si había salido, porque ellos no sabían nada. Decidí darme una ducha para despertarme del sueño y poder estar despejada y concentrada para la larga jornada de estudio. Mientras me duchaba, me percaté que donde en el sueño me había tocado el extraterrestre tenía una marca violeta con tonos azules. La ignoré, pensé que habría sido de un golpe o simplemente una marca de rotulador. Pero, por más que intentaba quitarla, no podía; al revés, se extendía. Me asusté pero seguí ignorando su existencia. El día transcurrió sin más, estuve estudiando toda la tarde y decidí darme una vuelta para despejarme. Salí más temprano, sobre las nueve. Esta vez quise volver al campo del sueño y asegurarme de que no fue más que un sueño. Cuando llegué, me paré… en el suelo… pude ver… un cuerpo que me era familiar. Me acerqué temblorosa y… ¡ah! Era…era… era… ¡el extraño ser de mi sueño! Pero, no puede ser, fue un sueño ¿verdad? No, no estoy segura. Lo toqué preparándome para salir corriendo y no se movió. ¿Estaba muerto? Le di la vuelta, tenía los ojos cerrados y unas heridas muy profundas. Tuve unas fuertes ganas de vomitar pero me contuve. ¿Qué podía haber sucedido ayer? Decidí examinar de nuevo mi marca y cogí una mano del ser y me la acerqué. No sentí nada hasta después de unos instantes, me vino un solo recuerdo, un grito de auxilio que pedía que lo ayudara. Y después, él me dijo con el último aliento algo que yo no logré entender, y señaló el cielo. Expiró. No supe qué hacer, me sentía perdida. Otra vez amanecí en mi habitación con la siguiente cuestión ¿sueño o realidad? No me acordaba de nada más, no sabía cómo había llegado hasta allí, ni la hora… Estuve todo el día rara recordando el sueño. Decidí olvidarlo y prepararme para ir de nuevo al instituto. Esa noche no quise salir a dar un paseo y me quedé viendo la televisión. Al día siguiente, al volver del instituto, cogí el periódico y lo miré. Algo me impactó, una noticia relacionada con mi pueblo, era un pequeño y escondido artículo que decía que en las afueras, en un campo, habían encontrado muerto a un ser extraño. Me quedé helada… la descripción que daban coincidía con la del ser de mi sueño. ¿Sueño o realidad? Quién sabe… Decidí olvidarlo, pero… no puedo. Raquel Ferrández, de 2º ESO A

Segundo premio narrativa

Lo que el tiempo se llevó, volvió con el viento Darío Chueca, 2ºB

Y cuando el viento sopló, la niña salió volando Noelia Barea 2ºB

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