Liberarte_Vol_1_No_2_Septiembre_Diciembre_2005

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superioridad de las capas medias, desafiadas en su comodidad y privilegio relativo por el advenimiento de sectores sociales ascendentes a pulso de su vinculación al botín estatal. Esta lectura se desliza en la segunda tendencia interpretativa que “racializa” las protestas incluyendo en sus discursos la retórica de descalificación racial. Clase, raza y región se funden en este proceso para generar un entramado de razones y ganas que termina por reproducir lenguajes y prácticas marcadamente conservadores y autoritarios. Es aquí donde la fachada participativa y democratizante de las protestas corre el riesgo de encausarse en mecanismos represivos e intolerantes que no hacen otra cosa que expresar sus propias contradicciones; a saber, movimientos pluralistas e incluyentes, pero que actúan con prepotencia y uniformidad, coaliciones ciudadanas no alineadas con el poder, pero que reproducen los mismos vicios que denuncian. En todo esto, la estética cumple un papel crucial, al diferenciar entre gustos y preferencias y al descalificar por la vía de la representación a quienes han asumido el poder pero que carecen de refinamiento [2]. Desafinamientos Los textos interesados en pensar abril exploran con asiduidad y rigor los recovecos de un fenómeno complejo y muchos de ellos se resisten a la simplificación del mismo. El gesto crítico y la denuncia de los “excesos” de abril se ven acompañado por “saludables” menciones a la triple amenaza que pende sobre sus credenciales progresistas: el clasismo, el racismo y el regionalismo. Resulta curioso, por lo menos, entonces, constatar la inexistencia (en mis lecturas por lo menos) de una crítica preparada a denunciar el machismo profundo que escoltó el proceso. Posiblemente este sea el punto ciego más notorio de las lecturas ensayadas sobre abril. El machismo es tanto más notable en tanto buena parte de los textos, tanto descriptivos como analíticos coinciden en señalar el papel protagónico asumido por miles de mujeres, de todas las edades [3] , que compartieron un liderazgo disperso, que bautizaron las movilizaciones (existe consenso absoluto en atribuir a una mujer anónima que se comunica a radio La Luna, el empleo altivo y el giro semántico al término “forajido” , “entonces yo soy una forajida”


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