la competitividad de perú después de la década de reforma: diagnóstico y propuestas

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La competitividad de Perú después de la década de reformas: diagnóstico y propuestas

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ii) la escasa preocupación por la calidad de los productos, iii) el carácter familiar y cerrado de la mayoría de las empresas, y iv) la escasa o casi nula puesta en práctica de las concepciones más avanzadas sobre cómo relacionarse con el cliente final. Son características interrelacionadas y que se refuerzan mutuamente. El análisis se va a concentrar en los factores (ii) y (iv). El paradigma contra el cual hay que evaluar la cultura empresarial de cualquier país en el mundo contemporáneo es la cultura empresarial del sector de vanguardia de la economía mundial. Este sector de vanguardia, tipificado por las firmas de alta tecnología de los países avanzados, se caracteriza por empresas: 1) en las cuales se practica sistemáticamente la innovación para producir bienes y servicios de mejor calidad, frecuentemente (aunque que no necesariamente) a costos más bajos; 2) que buscan diferenciar sus productos, es decir, producir bienes con rasgos distintivos y únicos a los cuales los consumidores atribuyen alto valor (lo cual les permite extraer rentas, al menos temporalmente); 3) que buscan llegar al consumidor final y, por lo tanto, cubren las distintas etapas desde la producción hasta la distribución final, incluyendo el desarrollo de los productos y el mercadeo de los mismos; 4) que desarrollan sus propias marcas como elemento clave de diferenciación, 5) que tienden a desarrollar diseños únicos para sus productos, 6) cuyos procesos de producción tienden a ser sofisticados y a basarse en la mejor tecnología disponible en el mercado, 7) que están orientadas a la satisfacción del consumidor, 8) que controlan las cadenas de distribución de sus productos, 9) que adoptan relaciones internas de trabajo flexibles, formas de relación que favorecen la iniciativa individual y el trabajo en equipo, y 10) que operan con un grado considerable de delegación de la autoridad y bajo la conducción de gerentes profesionales y competentes, remunerados normalmente en función de su desempeño. No existen, desafortunadamente, estudios empíricos sobre la cultura empresarial peruana. Hay alguna evidencia, sin embargo, de que capas enteras de empresarios peruanos pertenecen más a la cultura de la búsqueda de protección, subsidios y rentas que a una cultura caracterizada por la disposición al riesgo, la innovación y la competencia basada en el aumento de la productividad. Un indicio de ello es que no parece existir, por ejemplo, una preocupación importante por la calidad de los productos. De acuerdo con la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), (2002), Perú tiene el menor número de empresas con sistemas de calidad certificados por la metodología ISO 9000. La segunda columna del Cuadro 2.2 muestra, con base en los datos del Instituto de Defensa de la Competencia y la Propiedad Intelectual (INDECOPI), el número de empresas que han obtenido la certificación ISO 9000 en Brasil, Colombia y Perú. Obviamente, en vista del tamaño tan desigual de las dos últimas economías respecto a la primera, este indicador es imperfecto. Para tener un indicador que tome en cuenta el tamaño de la economía, se calculó el número de empresas certificadas por mil millón de dólares de PIB. Los resultados se muestran en la tercera columna. A la luz de ellos, queda claro que las empresas peruanas están considerablemente rezagadas respecto de las brasileñas y las colombianas. De acuerdo con la PCM, parte de la explicación yace en que “en la actualidad, no existe ninguna organización que impulse la calidad de manera integral y promueva no sólo la concientización sino el compromiso y la acción. No existe una sociedad de profesionales practicantes de la calidad ni una sociedad de profesionales de


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