Acequias 52

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entrevista

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1.¿Por qué comenzaste a escribir? ¿Cuándo y dónde? –Creo que llegué a la Literatura, a la Poesía, como una forma de reivindicación: mi padre, Arturo Wong Cinco, originario de Cantón, China, jamás consiguió ser un buen hablante del español. Nunca fue a la escuela: aprendió por sí mismo lo poco que sabía de la nueva lengua. Presupongo que por eso me volqué en el ámbito estético-lingüístico. A través de mí habla mi padre. Y sospecho que lo hago mejor que mucha gente torpe, inculta. En una población costera, en el sur de México, a dos horas y media de Guatemala, patria chica de mi madre, doña Isabel Ovando Lara, conocí a una niña, rubia, a quien le dediqué mis primeros escarceos líricos y narrativos. Terminó en un convento dominico. Mi poema “Cantiga para la hermana Esther” es real: lo escribí cuando sor Fidelina tomó los hábitos. Si preciso que en 1974 publiqué mi primer libro en la colección “Abrapalabra”, de la Casa de la Cultura de Toluca, sabrán los lectores cuántos años tengo en el medio. 2. Cuál es el compromiso del poeta con la historia? –Ignoro si haya algún compromiso como gestador de textos líricos. Creo que el poeta debe tener compromiso con él mismo para exteriorizar sus sentimientos de la forma más conveniente posible, conciliando expresión y contenido. La historia, ciertamente, no perdona (independientemente del gusto, que por otra parte es social y responde a modos históricos determinados). Socialmente hablando, quien habla al mundo, el “descifrador de signos”, es un individuo, un ciudadano que no puede darle la espalda a los movimientos sociales

miel del libro que degustó Juan de Pathmos a instancias del ángel. Y esta Revelación me perturba, me empequeñece, me hace enmudecer. El Vibrante Haz Luminoso que desciende durante la Eucaristía –el hecho poético– me obliga a arrodillarme. Y me sé un simple ser humano atento a la resonancia del Cosmos, tratando de balbucear algunas palabras. 4. ¿Cuál es la importancia de “tener oído” en la poesía, para leerla y escucharla? –El ritmo es el primer elemento en la poesía. Si no tienes oído, simplemente estás perdido. Hay un vínculo y no sólo histórico entre música y poesía. Los cantos y bailes tribales alrededor de una fogata y frente a un tótem fueron considerados, más tarde, como poesía. Los llamados “pies rítmicos” recuerdan esa etapa de los cantos bailados. El teorema Wongoriano sostiene: “si hay un mal sonido, hay un mal significado”. Por eso es indispensable tener oído. La poesía es oral, es la voz humana. Lo que leemos en la página impresa es el registro de esa voz. El ojo puede engañarte, pero jamás el oído. Y conviene educarlo.

3. Poesía es “romper las cadenas que nos atan al mundo de las apariencias y sumergirnos en esencias”, definiste una vez; ¿cómo se hace si supuestamente estamos atados al impreso y a la hoja, cómo se moldean esos entramados simbólicos de la sociedad, desde el hecho poético? –No, jamás estaremos atados al impreso ni a la página electrónica o a la página en blanco (a la antigüita). El verso es un sonido armónico con significado, es un código rítmico que debe conciliar expresión y contenido, pero básicamente es la voz humana. Lo que observamos en la hoja es la representación de esa voz. No hay que confundir. He descubierto que la Poesía es terriblemente celosa, melosa, y amarga como la Acequias 52 Verano 2010 Ibero Torreón

5. ¿Por qué impartir talleres de creación literaria? Confucio señaló en su momento que si deseas ser inmortal debes sembrar sabiduría. Yo a eso aspiro. Un día alguien me invitó a impartir un taller de poesía en el Museo del Chopo, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Y acepté encantado. El problema surgió cuando estuve ante los alumnos: ¿y ahora, qué debo abordar? Recordé que cuando leía mis poemas decían que no los entendían, entonces... ¿cómo enseñar lo que los demás no entienden? Pensé en el ritmo, en la imagen, en la capacidad estética del lenguaje. Leí a Pound, El arte de la poesía, a Huidobro, etc., y de inmediato se me disparó el método de enseñanza que imparto y que en su momento se registró bajo el título de El secreto del verso. Por otro lado, es una manera de sostener mi casa, mi Wongnasterio. 6. Teniendo en cuenta tus raíces chinas y mexicanas, ¿qué extraes de cada una de ellas para moldear tu voz poética y qué lecturas recomendarías para adentrarse en estas culturas?


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