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I ENTREVISTAS

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I DESTINOS

I DESTINOS

EL ORFEBRE DE LOS TROFEOS DE FEHGRA

Las autoridades de la Federación confiaron en el genio y las manos del reconocido artista Juan Carlos Pallarols, quien diseñó los trofeos que se entregaron a los finalistas del Torneo Federal de Chefs y del Torneo Nacional de Cocina Saludable.

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Por Silvia Montenegro

Entrar al Atelier de Juan Carlos Pallarols ya es una experiencia única. Ubicado en el Barrio porteño de San Telmo, el edificio albergó a sucesivas generaciones de orfebres de la familia Pallarols. Desde el ingreso, la vista se pierde en una jungla de arte. Platería, pinturas, esculturas, grabados. Piezas únicas, de plata, oro, bronce, con piedras incrustadas, muchas que llegan a conmover. Da la sensación de que cada objeto tiene una historia especial. Se sabe que desde hace más de 70 años la familia Pallarols confecciona el Bastón de Mando presidencial de la República Argentina, que se realiza en plata y madera de urunday, un árbol autóctono. Por eso, ver en el primer piso, muy cerca de su oficina, varios bastones de mando, llama la atención. ¿Alguno será para el nuevo Presidente de Argentina -que al momento de la entrevista aún no había asumido-? Minutos después, el mismo artista nos muestra el que estaba confeccionando para ese momento único. “Es el que está al lado del piano”, confirma.

Sexta generación de orfebres, Juan Carlos Pallarols pertenece a una familia catalana que llegó al país a principios del siglo XIX, y que en su ADN ya tenía arraigado el arte de cincelar. El Taller Pallarols ya existía en la Barcelona de 1750. Su padre Carlos y su abuelo José fueron en sus años tan reconocidos como el mismo Juan Carlos.

El Papa Juan Pablo II, la Princesa Diana de Inglaterra, la Reina Máxima de los Países Bajos y los príncipes herederos de la Corona de España tienen piezas de su autoría. Al ser consultado sobre qué personalidades recuerda con especial cariño nombra a Borges, a Sábato, a Favaloro: “Fue un orgullo conocerlos. Todos ayudaron a que pueda aprender a pensar mejor, a sentirme orgulloso de un país lleno de gente de gran calidad”, dice.

Con su decir pausado y los conceptos que expresa, se va construyendo a la vista del que escucha una personalidad generosa y optimista. Confiesa que espera especialmente los miércoles porque se reúne con sus amigos: “Somos entre ocho y 25, y la consigna es festejar el hecho de estar vivo cada día. Soy gregario, me siento feliz con mis semejantes, disfruto la compañía de ellos. Pude entender que la vida de a dos o de a más es mucho más interesante. El conocimiento por el conocimiento solo no tiene mucho sentido para mí. El verdadero placer está en compartirlo con otro”. Y en ese compartir con los otros, destaca a la cordialidad, la sencillez, la gratitud, como valores importantes: “Mi abuelo me decía que él estaba muy feliz de ver en el mundo que había mucha gente preocupada en hacernos la vida ´amable´, y tal vez la palabra amable hoy no dice mucho, porque creo que perdió cierta vigencia, pero la vida amable es una vida para amarla. La vida siempre es para festejarla. Hace un ratito me llamaron de España y me decían porque siempre se lo escucha feliz. Abro los ojos y me alegro porque estoy vivo, entonces, por qué no estar feliz. Intento por todos los medios que aquel que se acerque a mi casa, se vaya contento y feliz. Hace algunos años, una gran periodista escribió una nota donde decía que yo no necesitaba marketing porque las personas que venían a visitarme salían con una sonrisa, y que ese era el secreto”. Dice que no le gusta hablar de los problemas, que no deberían ser para preocuparse sino para ocuparse.

Vivió varios años en Nueva York, París, Barcelona, ciudades a las que vuelve permanentemente, para disfrutar de sus amigos, para recordar buenos momento. Pero siempre regresa a Argentina: “Mi lugar en el mundo es San Telmo, es como un imán, que me atrapa. Aquí está mi familia, mis amigos. Aquí está mi museo, con todas mis historias, y las de Buenos Aires y de Argentina. Me llena de orgullo haber nacido donde nací. No sé si Argentina es el mejor país del mundo, pero es el mío, y eso lo hace el más importante del mundo para mí”. Nunca olvida sus orígenes: “Nací en Lomas de Zamora”, dice orgulloso.

“Cada momento de silencio interior, es una orquesta de cinceles y martillos en mi taller. Así fue toda la vida y es la música que mi alma aprecia escuchar”. Juan Carlos Pallarols.

Viaja mucho, cada vez que puede. Le gusta alojarse en la casa de sus amigos, compartir un vino, una rica comida. ¿Qué plato prefiere? “Como decía Mafalda: ‘Uy, hay comida, ¡el plato que más me gusta!’”. Y destaca especialmente la oportunidad del país para posicionase en el escenario turístico mundial: “Las montañas, los ríos, los mares, los parques, las tierras están acá desde hace cientos de años”, dice. Y la cultura, la hospitalidad. ¿Qué cree que se necesita para dar un paso sustantivo? “Estabilidad. El viajero necesita tranquilidad, paz y estabilidad”.

Entre las obras que elaboró están los últimos 14 Bastones de Mando, la Corona de la Virgen de Luján, la Corona de la Virgen de San Nicolás. Explica que ama a todas las obras por igual, pero algunas lo emocionan especialmente: “Son las primeras que logré hacer, que me sirvieron para aprender, que compartí con los seres más entrañables que tuve en mi vida, que fueron mis padres y mis abuelos. Esos son mis recuerdos más bonitos”.

Nos lleva a conocer su taller, su lugar de trabajo. “Mi taller es mi casa o mi casa es mi taller. En él no hay sábados ni domingos. No es un lugar de trabajo, sino de creación, de inspiración…”, dice. En el centro hay una gran mesa de madera gastada por el tiempo y por el uso, pero no es la única, tiene varios puestos de trabajo. Algunos colaboradores están en plena tarea, saludan, pero no se distraen. La música (rock) se escucha fuerte y se confunde con otros sonidos propios de la labor del orfebre. En cada sitio, en cada pared, incluso en el techo, hay objetos. Herramientas de todo tipo y color, sobre todo cinceles y martillos, pero también latitas de pintura, lápices, bocetos, sopletes, obras de arte terminadas y en proceso. El lugar tiene magia, tanta o más que el resto de los ambientes del edificio. Parado, con los premios que FEHGRA días después entregaría a los ganadores de la última edición del Torneo Federal de Chefs, dice: “Quiero agradecerles. Cada vez que alguien me entrevista, me ayuda a que conozca cosas que no sabía y me ayuda a difundir mi obra. Quiero ser generoso por la generosidad de los que me ensañaron. Todo lo que hoy puedo decir, es por lo que las personas me regalaron con su amor y generosidad”.

Premios que son Obras de Arte

Por pedido de las autoridades de FEHGRA, Juan Carlos Pallarols diseñó los trofeos que se entregaron a los ganadores del Torneo Federal de Chefs y del Torneo Nacional de Gastronomía Saludable. “Fue muy gratificantes hacerlos. Es fácil inspirarse con este tipo de trofeos. Sobre una madera noble se coloca la placa que indica el nombre de la institución, fecha y categoría, que además está expresada por los colores de los metales, ya sea oro, plata y cobre, que es la forma institucionalizada de reconocer al primer, segundo y tercer puesto, respectivamente. Con respecto al Torneo Federal de Chefs, además de los buenos platos, lo que distingue a los cocineros son sus gorros. En las cocinas muchas personas usan la misma ropa, pero el chef lleva ese gorro tan tradicional, y que tiene siglos de existencia”. Y así lo hizo. Con respecto al Torneo Nacional de Gastronomía Saludable entrelazó una cuchara y un tenedor.

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