Retorno 03

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Las naves de la tierra

La saga del retorno 3

Orson Scott Card

Dio media vuelta y avanzó cuidadosamente, aplastándose contra la roca más que en ocasiones anteriores. Pero su confianza aumentaba a cada paso. Cuando dobló el recodo del peñasco, vio que el reborde terminaba, pero ahora había sólo dos metros desde esa saliente hasta la siguiente, y desde allí sería fácil trepar hasta el camino por donde Vas y él habían pasado menos de una hora atrás. —¡Vas! —llamó. Siguió hasta llegar al sitio donde el saliente superior estaba más próximo. Casi podía extender los brazos para alzarse por su cuenta, pero no había nada de qué aferrarse, y el borde era pedregoso y frágil. Sería más seguro si Vas lo ayudaba—. ¡Vas, aquí estoy! ¡Te necesito! Pero no oyó a Vas. Y recordó lo que había pensado cuando iniciaba ese peligroso cruce. No sigas. Vas planea matarte. ¿Una advertencia del Alma Suprema? Absurdo. Pero Nafai no aguardó la respuesta de Vas. Extendió los brazos hacia el saliente superior, hundió los dedos en el suelo flojo y herboso. Era resbaladizo e inseguro, pero clavó las uñas y forcejeó hasta que logró afirmarse y apoyar los hombros en el borde, y entonces fue relativamente fácil alzar una pierna y llegar a una posición segura. Rodó sobre la espalda y se quedó tendido, jadeando de alivio. No podía creer que hubiera hecho algo tan peligroso tan pronto después de una caída. Si se hubiera resbalado mientras se encaramaba al saliente, le habría costado aferrarse del saliente inferior. Había corrido un peligro mortal, pero lo había logrado. Vas llegó. —Ah, ya estás arriba. Mira... por aquí. Regresaremos adonde estábamos. —Tengo que encontrar el pulsador. —Debe estar roto e inutilizado —dijo Vas—. No está construido para semejante caída. —No puedo regresar y decirles que no tengo el pulsador... que lo perdí. Está allá abajo, y aunque esté hecho trizas, llevaré los restos al campamento. —¿Es mejor decirles que lo rompiste a decirles que lo perdiste? —preguntó Vas. —Sí —dijo Nafai—. Es mejor mostrar los fragmentos, así no quedará la duda de que pude haberlo encontrado si me hubiera esforzado más. ¿No entiendes que hablamos de la provisión de carne de nuestras familias? —Oh, entiendo. Y ahora que lo dices así, entiendo que debemos buscarlo. Mira, podemos bajar por aquí. Es un sendero bastante fácil. —Sí, lo sé —dijo Nafai—. Baja directamente al mar. —¿Eso crees? —preguntó Vas. —Por allá abajo, torciendo a la izquierda. ¿Ves? —Oh, tal vez eso funcione. Nafai se sintió levemente avergonzado de haber descubierto el sendero que bajaba al mar mientras que Vas ni siquiera había pensado en ello. En vez de bajar al mar, sin embargo, bajaron hasta el matorral donde debía haber caído el pulsador. No tuvieron que buscar mucho para encontrarlo. Estaba partido en dos, justo por la mitad. Varios componentes internos estaban desperdigados entre las matas, y sin duda muchos otros que no encontraron. Sería imposible repararlo. Aun así, Nafai juntó los fragmentos, grandes y pequeños, en la funda que había hecho para el arma, y la ciñó con fuerza. Cuando iniciaron el ascenso, Nafai sugirió que Vas fuera delante, pues él recordaría mejor el camino, y Vas aceptó de inmediato. Nafai ni siquiera insinuó que no quería que Vas fuera detrás, donde no podría vigilarlo. Alma Suprema, ¿fue una advertencia tuya? No obtuvo ninguna respuesta del Alma Suprema, al menos ninguna respuesta directa a su pregunta. En cambio detectó una clara exhortación a hablar con Luet en cuanto regresara al campamento. Y como eso era lo que hubiera hecho de cualquier modo, sobre 105


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