Observadores del pasado la redención de cristobal colón

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piadosa. El Proyecto Colón, al menos, podría proporcionarles eso.

Cristóforo se acomodó y dejó que el padre Pérez y el padre Antonio continuaran su análisis del mensaje de la corte. Lo único que realmente le importó fue cuando el primero le dijo: —Naturalmente, esto procede de la reina. ¿Pensáis, después de todos estos años, que dejaría que os enviaran un mensaje sin asegurarse de aprobar los términos? El mensaje habla de la posibilidad de un nuevo examen en «un momento más conveniente». Esas cosas no se dicen a la ligera. Los monarcas no tienen tiempo para molestarse por asuntos que ya han cerrado. Ella os invita a molestarla. Por tanto, el asunto no está cerrado. El asunto no estaba cerrado. Casi deseaba que lo estuviera. Casi deseaba que Dios hubiera elegido a otra persona. Entonces descartó la idea y dejó que su mente vagara mientras los franciscanos discutían las posibilidades. Daba igual ya cuáles eran los argumentos. Lo único que realmente le importaba a Cristóforo era que Dios y Cristo y la paloma del Espíritu Santo se le aparecieron en la playa y le ordenaron que navegara hacia poniente. Todo lo demás... debía ser cierto, por supuesto, o Dios no le habría dicho que hiciera tal cosa. Pero no tenía nada que ver con él. Estaba obligado a navegar hacia poniente por... por Dios, sí. ¿Y por qué por Dios? ¿Por qué se había vuelto Cristo tan importante en su vida? Otros hombres (incluso miembros de la Iglesia) no dedicaban sus vidas como lo había hecho él. Perseguían sus ambiciones privadas. Tenían carreras, planeaban sus futuros. Y, extrañamente, parecía que Dios era mucho más amable con aquellos que se preocupaban poco por él, o al menos se preocupaban menos que Cristóforo. «¿Por qué me preocupo tanto?» Sus ojos miraban la pared al otro lado de la mesa, pero no veían el crucifijo que allí había. En cambio, un recuerdo cruzó su mente. Su madre acurrucada tras una mesa. Murmurándole, mientras alguien gritaba en la distancia. ¿Era eso un recuerdo? ¿Por qué acudía a él ahora? «Tuve una madre; el pobre Diego no tuvo ninguna. Y tampoco un padre, en realidad. Me escribe que está cansado de La Rábida. Pero ¿qué puedo hacer? Si tengo éxito en mi misión, entonces su fortuna estará labrada, será hijo de un gran hombre y por tanto será también un gran hombre. Y si fracaso, al menos tendrá una buena educación, cosa que nadie puede hacer mejor que los buenos sacerdotes franciscanos. Nada de lo que viera o escuchara conmigo en Salamanca (o adondequiera que vaya a continuación en persecución de reyes o reinas) le prepararía para nada en la vida que probablemente llevará.» Gradualmente, a medida que los pensamientos de Colón se convertían en sopor, se dio cuenta de que debajo del crucifijo había una muchacha de piel oscura, vestida de forma sencilla pero alegre, que le observaba atentamente. Sabía que ella no estaba realmente allí, porque aún veía el crucifijo en la pared tras ella. Debía ser muy alta, pues el crucifijo estaba colgado muy arriba. «¿Por qué sueño con mujeres de piel negra? —pensó Colón—. Sólo que no estoy soñando, porque no estoy dormido. Aún puedo oír al padre Pérez y al padre Antonio discutiendo sobre algo. Que el padre Pérez acuda a ver a la reina. Bueno, es una idea. ¿Por qué me está observando esa muchacha? »¿Es esto una visión? —se preguntó, aturdido—. No es tan clara como la de la playa. Y desde luego no es Dios. ¿Podría proceder de Satán la visión de una mujer negra? ¿Es eso lo que estoy viendo? ¿La perra de Satán? »No con un crucifijo visible detrás. Esta mujer es como cristal, cristal negro. Puedo ver dentro de ella. Hay un crucifijo dentro de su cabeza. ¿Significa eso que sueña con volver a crucificar a Cristo? ¿O que el Hijo de María habita también en su mente? No soy bueno con las visiones y sueños. Necesito más claridad en esto.


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