Ender 01

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Orson Scott Card

El juego de Ender

—Especialmente. Y te está prohibido hablar con nadie de cualquier otra escuadra. En las comidas o en el lavabo. Puedes saltártelo algunas veces en la sala de batalla, y, naturalmente, cuando un profesor te lo diga. Pero si Bonzo te pilla, estás muerto. ¿Entendido? —Gracias. —Otra cosa. Bonzo se sale de sus casillas si estás desnudo delante de Petra. —Estaba desnuda cuando llegué, ¿no? —Ella hace lo que quiere, pero tú te vistes. Órdenes de Bonzo. Era estúpido. Petra parecía todavía un chico, era una regla estúpida. La discriminaba, la hacía diferente, dividía a la escuadra. Estúpido. Estúpido. ¿Cómo llegó Bonzo a ser comandante si no sabía cosas así? Alai sería mejor comandante que Bonzo. Sabía aglutinar a un grupo. «También yo sé aglutinar a un grupo —pensó Ender—. A lo mejor soy comandante algún día.» En el lavabo, estaba lavándose las manos cuando alguien se dirigió a él. —Eh. ¿Es que ahora meten bebés en los uniformes de Salamandra? Ender no contestó. Se limitó a secarse las manos. —Eh, mirad. ¡Salamandra está fichando bebés! Mirad esto. Podría pasar entre mis piernas sin rozarme los huevos. —Porque no tienes, Dink, por eso —respondió alguien. Cuando Ender salía, oyó a alguien decir: —Es Wiggin. Ya sabes, el listillo de la sala de juegos. Caminó por el corredor sonriendo. Podía ser pequeño, pero conocían su nombre. Por la sala de juegos, claro, lo que no quería decir nada. Pero ya verían. Iba a ser un gran soldado también. Todos conocerían su nombre, y pronto. Quizá no en la escuadra Salamandra, pero pronto. Petra estaba esperando en el corredor que llevaba a la sala de batalla. —Espera un poco —dijo a Ender—. Acaba de entrar la escuadra Conejo, y hay que esperar unos minutos hasta que cambie la sala de batalla. Ender se sentó a su lado. —El canje de sala de batalla implica algo más que simplemente cambiarla por la siguiente — dijo—. Por ejemplo, ¿por qué hay gravedad en el corredor justo antes de entrar a la sala? Petra cerró los ojos. —Y si las salas de batalla son realmente ingrávidas, ¿qué pasa cuando una está conectada? ¿Por qué no se mueve siguiendo la rotación de la escuela? Ender asintió con la cabeza. —Esos son los misterios —dijo Petra con un susurro ronco—. No metas la nariz en esos asuntos. Al último soldado que lo intentó le pasaron cosas terribles. Lo encontraron colgando de los pies del techo del lavabo, con la cabeza hundida en el váter. —Así que no soy el primero que hace esa pregunta. —No olvides esto, pequeño —dijo pequeño con un tono que parecía amistoso, no despreciativo—. Nunca te dicen más de lo que tienen que decirte. Pero cualquier chico con cabeza sabe que la ciencia ha cambiado bastante desde los días de Mazer Rackham y la Flota Victoriosa. Está claro que ahora podemos controlar la gravedad. Conectarla y desconectarla, cambiar su dirección, a lo mejor incluso reflejarla. He estado pensando en la cantidad de cosas que se podrían hacer teniendo armas gravitacionales y energía gravitacional en las astronaves. Y piensa cómo se podrían mover las astronaves en las cercanías de los planetas. Podrían incluso desgajar pedazos enormes del planeta reflejando sobre el planeta su propia gravedad, pero en otra dirección, y concentrándola en un punto pequeño. Pero no nos dicen nada. Ender entendió más de lo que Petra había dicho. La manipulación de la gravedad era una cosa; el engaño de los oficiales era otra; pero el mensaje más importante era éste: el enemigo son los adultos, no las otras escuadras. No nos dicen la verdad. —Ven, pequeño —dijo Petra—. La sala de batalla está lista. La mano de Petra no tiembla. El enemigo está muerto. —Emitió una risilla—. Me llaman Petra el poeta. 49


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