intelectual. Ha de ejercitarla no sólo con sus émulos, sino con sus compañeros y con sus propios discípulos. Faltaría a esta caridad el maestro que avariciosamente guarda para sí migajas de su saber; faltaría a ella quien no diera aliento al joven que desea emprender su vuelo. Los alumnos palpan, con intuición maravillosa, la frescura de la enseñanza. Que arranca de la emoción interior. Si ella falta, si el ánimo se siente disminuido, mejor es callar. Para no transformar una clase en un oficio mecánico y ruin.” El álbum pasa revista al itinerario terrenal de don Pedro Lira por medio de textos y fotografías. Se inicia con una breve presentación, para continuar con los siguientes capítulos: Los primeros años, Los años universitarios, Al servicio del país, Matrimonio Lira Larraín, Vida familiar, Un destacado académico, Decano y embajador, Dolor, Vida cotidiana, Estadía en Roma, Regreso a Chile, Despedida y homenajes. Termina con las referencias de las citas y una bibliografía. La palabra escrita comprende textos del propio personaje tratado, opiniones de terceros sobre don Pedro y descripciones e ideas del redactor del libro. Las fotografías enriquecen la narración y guardan una correcta relación con ella. Un libro-álbum hecho con cuidado y buen gusto. El dolor intenso no faltó en la vida de don Pedro ya que murió su señora al nacer su tercera hija. La preocupación, dedicación y cariño del padre por sus hijas fue constante y ejemplar. Todos los días volvía a su casa para comer con ellas. Tal vez este álbum, fruto de un esfuerzo familiar, pueda considerarse como un agradecimiento a quien tanto hizo por sus hijas y parientes. Es de esperar que otras familias puedan imitar este reconocimiento digno de elogio y saquen el polvo a sus recuerdos para presentarlos a sus descendientes y a tantos chilenos que necesitan buenos ejemplos que iluminen su senda y les muestren rumbos valiosos y atractivos. Elena Sánchez Correa Adquirir vía Internet en www.origo.cl
El Hábito y la Cruz. Religiosas asesinadas en la Guerra Civil Española Gregorio Rodríguez Fernández Editorial Edibesa Madrid, 2007 620 págs.
Este libro del padre Gregorio Rodríguez viene a añadirse a las obras de otros autores contemporáneos que han investigado el tema de los mártires de la Guerra Civil Española. Pero nuestro autor centra
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su investigación exclusivamente en las religiosas asesinadas. Es muy probable que esta exclusividad fuera necesaria, ya que éste era el grupo menos conocido de las víctimas y había numerosos vacíos y confusiones ocasionados por los nombres de religión, por carencia de datos y también, sin duda, por el tiempo transcurrido desde esa fecha —1936-1939— hasta que el Papa Juan Pablo II se impuso a las opiniones políticas y abrió las primeras causas de beatificación, que aún continúan. El libro que comentamos supone un gran esfuerzo de paciencia y de prolijidad. El padre Rodríguez eleva, de 248 a 296, el número de religiosas asesinadas, en circunstancias que no permiten ninguna duda sobre el carácter martirial de sus muertes. Certifica esta condición en primer término la actitud de estas mujeres: muchas de ellas enfrentaron la muerte al grito de ¡Viva Cristo Rey!; otras morían rezando por sus asesinos; era frecuente verlas morir, no sólo con paz sino con verdadera alegría. Fue habitual, en medio del desorden en que se debatían los republicanos durante esta época, que las pandillas de asesinos llevaran a sus víctimas a las afueras de las ciudades para consumar sus crímenes. Pero la soledad del campo solía realzar más los hechos que la confusión de la ciudad. No faltaban testigos silenciosos, gente sencilla de campo, que oían los gritos y recogían después los cadáveres para darles sepulturas. Finalizada la guerra esta gente proporcionó muchos datos valiosos. A este respecto es notable el hecho de que, entre los mártires españoles de esos años, no se haya dado, al parecer, ningún caso de apostasía, los que se dieron, incluso en las persecuciones a la iglesia primitiva, en la Roma antigua. Y decimos esto porque, si hubiera habido claudicaciones —por lo demás muy humanas—, la propaganda roja no habría dejado de pregonarlo, dentro y fuera de España, donde contaba con un sólido apoyo internacional. Y no se crea por esto que entre las víctimas no había debilida-