Spinoza Ética

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PROPOSICIONES

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nar las afecciones del cuerpo según un orden relativo al entendimiento. ' Demostración: Los afectos que son contrarios a nuestra naturaleza, esto es (por 4/30), que son malos, son malos en la medida en que impiden que el alma entienda (por 4127). Así, pues, mientras no soportamos conflictos de afectos que son contrarios a nuestra naturaleza, la potencia del alma por la que se esfuerza en entender las cosas (por 4/26), no está impedida y, por tanto, sigue teniendo la potestad de fo~mar ideas claras y distintas y de deducir unas de otras (ver 2/40e2 y 2147e). Y, por consiguiente (por 511), seguimos teniendo la potestad de ordenar y de concatenar las afecciones del cuerpo según un orden relativo al entendimiento. Escolio [ar Mediante esta potestad de ordenar y concatenar correctamente las afecciones del cuerpo podemos lograr que no seamos fácilmente afectados por los afectos malos. Pues (por 517) se requiere mayor fuerza para reprimir los afectos que están ordenados y concatenados según un orden relativo al entendimiento, que los inseguros y fluctuantes. Lo mejor que po.demos hacer, pues, mientras no tenemo.s un perfecto. co.nocimiento de nuestros. afectos, es concebir una recta norma de vida o unos criterios seguros de vida y grabarlos en la memoria y apIicarlos* continuamente a las cosas particulares que se presentan con frecuencia en la vida, para que nuestra imaginación sea así ampliamente afectada por ellos y los tengamos siempre a disposición [.] [b] Entre los criterios de vida hemos puesto, por ejemplo (4146 y 4/46e), que el odio hay que vencerlo con el amor o la generosidad, y no compensarlo con el odio recíproco. Ahora bien, para que tengamos a mano este precepto de la razón I siempre que sea útil, hay que pensar y meditar con frecuencia en las ofensas comunes de los hombres, y cómo y por qué vía se repelen muy bien con la generosidad; ya que entonces uniremos la imagen de la ofensa a la imaginación de este criterio y la tendremos siempre a mano (por 2/18), cuando se nos presente la ofensa. Y, si tenemos también a mano el principio de nuestra verdadera utilidad y asimismo del bien que se sigue de la mutua amistad y de la sociedad -común, y que, además, de la recta norma de vida se sigue la suma tranquilidad del ánimo (por 4/52) y que los hombres, como las demás cosas, obran por necesidad de la naturaleza, entonces la ofensa o el odio que de la misma suele surgir, ocupará una parte mínima de la imaginación y será fácilmente superada. 0, si la ira, que suele surgir de las máximas ofensas, no

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