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ZAPPING BONDAGE

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Alberto Palenzuela

Tiempos modernos No te encariñes vuélvete práctico si todo es de plástico usar y tirar los vicios legales que nos salen caros y no se te ocurra un vicio ilegales

Muchachito Bombo Infierno. Idas y Vueltas. Mi padre compró uno de aquellos primeros Seat Ibiza que salieron al mercado allá por el ochenta y pico. De un moderno color azul petróleo, con un amplio interior y presumiendo de tener todas las prestaciones necesarias que un matrimonio de clase media con dos hijos y un perro pudiese pagar, comenzó a dar problemas, ante el estupor de mi viejo, tan solo unos meses después de estrenarlo, según creo recordar. El cuadro eléctrico fue el defecto que se lo llevó a alguna otra desdichada segunda mano, que supongo se cagaría en los muertos de mi padre días más tarde. El caso es que, a pesar de que inevitablemente solo lo recuerdo entrando o saliendo de algún taller mecánico, siempre tuve la impresión de que ese coche nunca dejó de oler a nuevo. Los coches son como las canciones, los discos o los propios artistas que los realizan. Una buena carrocería, una pintura metalizada de infarto o unas impresionantes prestaciones no son suficientes motivos como para que perduren en el tiempo. De ahí algunas perversiones que se dan en el mercado como la canción del verano, el grupo del año o el artista del momento. Cada vez que leo a los compañeros de la prensa especializada catalogar a algún producto como tal, sé que, inevitablemente, la demanda del mismo por el público no llegará muy lejos. Algunos, incluso, después de disfrutar de dichas perennes mieles del éxito, mueren en el olvido. Algo así como aquella maldición que siempre se le achacó al festival de Eurovisión: cualquier artista “del momento” elegido por el país para representarnos, desaparece después de su actuación en la más triste de las desidias aunque, para ser honestos con la verdad y valorando lo que nos representa allí, también es cierto que es lo mejor que nos podía pasar. El caso es que cuando me hice mayor, me di cuenta de que aquel coche de mi padre no olió siempre a nuevo sino que no tuvo tiempo de envejecer. Igual que las canciones o los artistas de los que hablamos, que nunca fueron nuevos o modernos o únicos. Lo que tenían era la buena carrocería, la pintura espectacular y las prestaciones necesarias que el marketing musical les brindó en ese momento para engañar al público como engañaron a mi padre con su coche. A donde único no llega el marketing es a conseguir que cualquiera de esos productos se escuche años después y es que ya no se fabrican cosas como las de antes.

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