DESENCANTO

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DESENCANTO

Luis Pla Ventura

Tras la explicación de Luz, Arango quedó más tranquilo. Era algo tan lógico lo que le estaba contando que, el diestro le creyó sin más explicaciones ni otros argumentos. Ni ella misma sabía de dónde estaba sacando tanta fuerza para que Luís no supiera lo que estaba penando. - Tú siempre, mi amor, la más solidaría del mundo. – decía Luís -. A mí me sucede lo mismo, bien lo sabes. Por ello, entre otras muchas de tus virtudes, Luz, tu sentido generoso para con los humildes es lo que me cautivó de tu persona. ¿ Cómo no amarte si eres la muchachita más bella que he conocido ?. Tras el almuerzo en compañía de su cuadrilla, apoderado y amadita, muy pronto empezó el ritual de vestirse el traje de luces. Allí estaba, sobre la silla, el vestido color grana y oro que el diestro había pedido para una ocasión tan excepcional. Adornaba dicho vestido el capote de paseo con la Virgen de Guadalupe que le había regalado Norma Contreras, la viuda de Raúl García. Para Luís, el regalo más bello que jamás le habían hecho y, en memoria del diestro fallecido, luciría Arango dicho capote en tan trascendental tarde. - Maestro - dijo el mozo de espadas que le vestiría -. nos han dicho que, prácticamente, se han agotado todos los boletos para la corrida. Eso es fantástico. Como usted sabe, es la plaza de toros más grande del mundo y, verla atiborrada de aficionados, por Dios, eso debe ser escalofriante. Según nos han contado, hace años que dicha plaza no se llenaba y, en esta ocasión, para nuestra fortuna, vamos a saborear el placer de verla como en las mejores tardes que en La México han sido. Estas eran las palabras del ayudante del diestro que, por momentos, al escucharle, se iba llenando de moral y coraje para dentro de dos horas. El momento era crucial, la tarde, la más significativa de su carrera como torero y, hasta el tiempo era benigno; tarde soleada, temperatura agradable y, todo rodaba a favor del diestro. Luz estaba sentada en un sillón y se extasiaba con el rito de vestirse de torero por parte de su amado. Se sentía fuerte porque, la “mentira” con la que había convencido a Luís, le parecía tan crédula que, hasta ella misma se auto convenció. Todo estaba correcto. El desarrollo de los acontecimientos estaba siendo conforme estaba previsto. Es cierto que Luz sabía que, de haberle dado a su novio la noticia de la tragedia, todo hubiera cambiado. No, no era el momento y, por dicha razón la muchacha tomó la decisión que era la más adecuada. Ella sabía de la fortaleza de Luís, nada es más cierto; pero, de haberle dicho lo que en verdad estaba sucediendo en su casa, por muy fuerte que sea una persona, saber que mientras te estás jugando la vida, un hermano yace muerto y tu madre sufriendo horrores, a la espera de tu llegada; pocos soportarían dicho dolor, sin inmutarse. El hotel estaba situado a poca distancia de la plaza de toros, justamente, en la Avenida de Insurgentes y, para acudir al recinto taurómaco, en vez de utilizar el automóvil, el apoderado del diestro había alquilado un coche de caballos. En este caso, una calesa tirada por dos briosos corceles. No es usual dicha imagen pero, quizás por ello, es más rimbombante; ante todo, con un efecto publicitario más allá de lo natural. Si el diestro se desplaza en el clásico automóvil nadie repara en él,

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