NUESTROS abuelos consideraban a Egipto como el país maravilloso por antonomasia, abundando así en la opinión del padre de la historia. ¿Seguimos nosotros pensando como ellos o hemos cambiado de parecer? ¿Puede Egipto seguir ostentando tal título en este siglo XX que ha sido testigo mimado de tan grandes progresos técnicos de una especie verdaderamente asombrosa; en un siglo que por ende muestra un sereno escepticismo ante la grandeza de la historia antigua?