Maunque llueva. Tradición oral del Atrato Medio Chcoano

Page 23

hacían cargo de trabajos en el campo propios de hombres. Y de las mujeres, ni se diga; en muchas ocasiones terminaban trabajando más que cualquiera. El hecho fue que el desgano que invadió a Sirilo le fue perturbando tanto que, sin darse cuenta, incidió negativamente en su mucho comer. Porque, hay qué decirlo, comía como nadie en la zona del Medio Atrato. Su almuerzo constaba de un kilo de arroz, que generalmente pilaba Timoteo; media cuarta de plátanos asados ¡ocho plátanos!, que cuando no los llevaba el viejo Máximo, lo hacían sus hermanos, quienes a muy temprana edad ya tenían extensos platanales; este banquete lo coronaban tres Bocachicos o Guacucos guisados, que solía pescar Cornelia con las muchachas, sentadas en las piraguas al frente de la casa. Y de sobremesa se tomaba media totumada de jugo de Borojó. Después de tan suculenta comida salía de la casa grande por el patio de atrás, donde Cornelia tenía sembradas gran cantidad de matas de bijao, lo que le favorecía para salir con disimulo, ocultándose en medio de la vegetación. Era entonces cuando Teodora, la mayor de las hijas, se asomaba por las hendijas de la cocina e interrumpía a su madre, quien después de medio día acostumbraba a sentarse sobre una estera junto a la puerta principal de la espaciosa sala a hacer cobijas de retazo, a fuerza de costura con aguja, a la vez que contemplaba el río Atrato.

- ¡Mamá… mamá… allá va… allá va songosorongo racándose lo güevo, a comese lo chontaruro re mi tía Chabico! Chabico, la única hermana de Cornelia, quien desde hacía mucho tiempo vivía sola, solía poner a calentar los chontaduros bajo el sol, después de cocidos, para mejorar su sabor. La mujer le tenía gran afecto a sus sobrinos, cosa que Sirilo aprovechaba

23


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.