Maunque llueva. Tradición oral del Atrato Medio Chcoano

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Le dijo Danilo Romaña al desconocido y, pasándole la botella de Biche, el hombre la paró y cuando la bajó estaba seca, pero eso no importó.

- ¡A un laro toro er mundo, carajo, apártesen a ve, aquí vamo a ve quien e quien! Y, abriendo espacio, la pareja quedó en el centro tirando paso como nadie. Todos estaban embelesados viendo semejante destreza. Fue entonces cuando uno de los muchachos, el hijo de Licenia, la haló de la falda y le dijo.

-¡Mamá, mamá, vea, vea! - ¡Caraaajo ete muchacho. Rejá re joré! ve ve, ¿qué e lo que vo queré? El regaño fue tan fuerte que alcanzó a escucharse sobre la música, por lo que todo el mundo miró, y como el muchacho estaba señalando a los pies del bailarín, las miradas se dirigieron allí. ¡La sorpresa fue enorme! Tanto, que gritaron mujeres y hombres. Los instrumentos musicales rodaron o volaron, las botellas de licor se derramaron, hubo quien se desmayó, otros corrieron y los borrachos, en el acto, quedaron sobrios. Y todo aquello, más que por los cascos que el hombre tenía en lugar de pies, porque al instante la pareja desapareció como por arte de magia frente a los ojos de todos, dejando impregnado de un olor a azufre insoportable el ambiente en todo el kiosco del bailadero.

- Paire nuestro, virgen bendita, pero ¿qué e eto? -¡Dio mio bendito, ete e er mimísimo riablo! Gritaban algunos, como queriendo asimilar el incidente. Como es de imaginar, esa noche nadie durmió. Y no propiamente por esperar el año nuevo. Es más, cuando fueron las doce, ni cuenta se dieron. Al otro día, la gente, un poco más calmada,

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