Revista Emigración - 24 de Diciembre 2019

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la revista de todos los cubanos

número 3, volumen 2, otoño/invierno de 2019



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Número 3, Volumen 2, Año 5. Otoño / Invierno 2019 Number 3, Volume 2, year 5. Autumn / Winter 2019

Índice

Página

Columna del Director: Racismo Bueno-Racismo Malo Novedades del Catálogo de la Editorial Letra Viva Políticas para la equidad racial. Retos en el contexto cubano actual por Lidia Ester Cuba Vega Cuba hoy la pugna entre el racismo y la inclusión por Alejandro de la Fuente Turismo en Cuba: Su racismo subyacente por Seohyeon Yang Bienvenido el permiso para ser Antirracista por Roberto Zurbano Torres Pensando En Clave De “Raza” por Víctor Fowler Cuba: El Lugar del Color por Dr. Esteban Morales Domínguez ¿Serán Genes Racistas Los Que Consumen A La Nación? por Dr. Alberto N. Jones Mi Opinion Sobre Racismo en Cuba por Repatriado In Cuba, There Isn’t A Movement for Black Thought, Or Black Pride by Esohe Osabuohien Racismo ¿Invisible? En Cuba por Regla Ismaray Cabrera Piedra Old History in the "New" Cuba: Exploring the Legacy of Race and Economic Inequality on The Island Today by Elizabeth L. Drake and Jamie C. Davidow * La revolución pendiente en Cuba, acabar con el racismo por Jean François Fogel ¿Racismo “estructural” en Cuba? Notas para el debate por Sandra Abd'Allah-Alvarez Ramírez Carta Abierta a Alfonso Noya Martínez, Director del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) por Alberto Abreu Arcia Racismo en Cuba: el mal se agudiza por Luis Cino No hay razas, no puede haber racismo por Yuris Nórido

COLUMNA DEL DIRECTOR: RACISMO BUENO – RACISMO MALO Por Pedro González Munné * Decía José Martí, el poeta vilipendiado y emasculado en entelequias de miríadas de malandros astutos: “Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro”. Pero en su búsqueda de la rebeldía camino de la independencia, escamoteó la verdadera libertad del negro cubano. Con toda intención y raciocinio, tal vez con pizca de alevosía, nos condujo de la mano a la Nación, nacida ‘mediatizada’ y Platista, entroncada con el capital norteamericano, nutrido del atraco rapaz al indígena y el trabajo esclavo de los negros. Y entonces el Maestro se nos fue con sus demonios, a todo intento. Hoy en día, el Poder usufructúa una herencia forzada de miseria moral y anhelos abatidos, en un país castrado, con generaciones entrenadas en el hurto,

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la lujuria, el chivatazo y la indigencia moral -la peor de todas. Es el presente del desamparo de lo decente, prostituidos sin fe, en el purgatorio del averno de los espurios. Esos “indios con levita” se entregan en la miríada voraz de foráneas iglesias ‘cristianas’, de prédica intrusa y racista, en el fértil terreno de la penuria, negando las creencias del cubano, como “cosas de negros”, esparciendo nociones ajenas de supremacías, a los tibios rebaños de conversos. En Cuba no existe comunismo ni fidelismo, nos hemos convertido en un país sin porvenir, no sea allende la osadía de sus hijos, abriendo esperanzas más allá del Mar Caribe. El racismo, como todos los problemas de nuestra Nación pospuesta es parte de la independencia necesaria, donde exista, para siempre, con Todos y por el Bien de Todos, un hogar para el cubano: para todos los cubanos. *Cubanoamericano, Escritor, Profesor.

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Novedades del Catálogo 2017-2019 Domar el Odio: El Montaje del exilio cubano en los EEUU Por Pedro González Munné Enero 2016

Democracia y derechos fundamentales: aproximaciones críticas desde Cuba por Alie Pérez Véliz y Olga L. Crespo Hernández Mayo 2016

Our Demons on The Machine ny Pedro A. González Jr. December 2019 Negro y Diplomático en Cuba: Un Desafío por Embajador Felix Wilson Hernández Diciembre 2019

Disponibles en todos los sistemas de Amazon© y las principales librerías, como Barnes and Noble© O visite nuestro catálogo en: www.editorialetraviva.com 4|E m i g r a c i ó n 3 ( 2 ) - O t o ñ o / I n v i e r n o 2 0 1 9 - © T o d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .


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POLÍTICAS PARA LA EQUIDAD RACIAL. RETOS EN EL CONTEXTO CUBANO ACTUAL

Por Dra. Lidia Ester Cuba Vega * Cuba es un país en el que no existe un racismo institucional, puesto que el Estado aboga por la igualdad de todos los ciudadanos. Sin embargo, en relación con la problemática racial, y a tenor con los cambios económicos, políticos y sociales que se han venido sucediendo desde finales de los 90 del siglo pasado, cabe preguntarse aspectos tales como: ¿existe una problemática racial en la Cuba de hoy? ¿Están erradicados realmente el racismo y la discriminación racial en la sociedad cubana actual? ¿Qué causas motivaron la ausencia de debate sobre los problemas raciales después de 1959? ¿Existen nuevas formas de racismo (neo-racismo) en el país? ¿Qué opina una muestra de cubanos sobre el racismo en Cuba en la actualidad? ¿Qué retos debe afrontar el gobierno y Estado cubanos para lograr la deseada equidad racial? Si bien en la Constitución de la República se aboga por la equidad, y en la Primera Conferencia del Partido Comunista (PCC), celebrada en enero de 2012, fue aprobado el objetivo No. 57 que expresa: “Enfrentar los prejuicios y conductas discriminatorias por color de la piel, género, creencias religiosas, orientación sexual, origen territorial y otros que son contrarios a la Constitución y las leyes, atentan contra la unidad nacional y limitan el ejercicio de los derechos de las personas”, lo cierto es que los ciudadanos perciben que persisten formas de discriminación racial, expresadas en acciones de rechazo o aceptación por el color de la piel. Toda esta problemática constituye un reto a afrontar por el gobierno y el Estado en aras de lograr el modelo

económico-social cubano propuesto. Las interrogantes anteriores y la percepción del problema por parte de la autora del presente estudio han motivado esta investigación que transita por su segunda etapa desde el año 2014, y cuyo objetivo fundamental es valorar las opiniones de una muestra de cubanos sobre la situación racial de la Cuba de hoy, así como de sus criterios acerca de cómo erradicar las actitudes racistas aún existentes en el país. Problemática racial en la cuba de hoy Muchos estudiosos del tema racial en Cuba, coinciden en que, aunque siempre ha existido una población sobre la cual han recaído las mayores desigualdades estructurales, los desequilibrios en el nivel de vida y la discriminación por el color de la piel, fue la crisis económica de finales de los 80 y principios de los 90, con fuertes atisbos de crisis social, la que hizo reaparecer este fenómeno, no solo como rezago del pasado sino como una peligrosa tendencia a su reproducción, tanto en el marco de la subjetividad individual como del entorno familiar, en las relaciones de poder, en algunas instituciones y en el subconsciente de la sociedad toda. Comenzaron a surgir corrientes racistas y xenófobas que salían a flote en los países socialistas que se derrumbaban. En este contexto comienza a estudiarse el problema racial en Cuba, pues aunque fue esa crisis la que hizo aflorar las diferencias entre personas blancas, y negras y mestizas, estas desigualdades siempre estuvieron presentes en el sentir y el imaginario cubanos, pero, luego del triunfo revolucionario de 1959, el problema racial quedó silenciado en Cuba. No ha sido un silencio premeditado, de voluntad individual o institucional, sino condicionado socio-históricamente por una serie de disímiles y complejos factores que influyeron en que el problema racial no fuera objeto de debate público en nuestro país. Fue en el Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba cuando se sacó el tema del letargo en que estaba sumido, al analizar el censo de población realizado en el año 1980, y dar cuenta de que existían notables desproporciones de negros, mujeres y jóvenes en los puestos de dirección. Ello, según Rodríguez Ruiz (2012), puso en evidencia que, en el proceso de apoderamiento, los grupos que partieron de mejores condiciones históricas se fueron insertando de forma más aventajada en la estructura social. Y en el año 2000, el líder histórico de la Revolución Cubana, el Comandante Fidel Castro, en un discurso en Nueva York, en la Iglesia Riverside en Harlem, expresó: “No pretendo presentar a nuestra patria como modelo perfecto de igualdad y justicia. (…) tiempo tardamos en descubrir que la marginalidad, y con ella la

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 discriminación racial, de hecho es algo que no se suprime con una ley ni con diez leyes, y aun, en 40 años, nosotros no hemos logrado suprimirla…” (2000). Con anterioridad, en 1998, el propio Fidel calificó de idealismo y romanticismo el haber considerado erradicado el mal de la discriminación racial y los prejuicios raciales en nuestro país. Y diez años después de aquellos pronunciamientos, el presidente Raúl Castro, llegó a calificar como una vergüenza el insuficiente avance logrado en esta materia. Entre los factores más generalizados que incidieron en la falta de debate sobre el tema, en la bibliografía especializada se enumeran los siguientes: -El racismo en Cuba, luego de 1959, dejó de tener visibilidad durante un largo período, pues con la eliminación de las formas de discriminación asociadas a instituciones formales del poder se impuso la creencia generalizada de que con las medidas de igualdad social desarrolladas por la Revolución y la educación, este se eliminaba también. Esta forma de pensar, según Rodríguez Ruiz, “está en correspondencia con cierta corriente del pensamiento marxista que considera que el fenómeno racial es parte del clasista, por lo que, la solución del problema de clases conlleva la eliminación de las desigualdades raciales” (2012, p. 167). -Según Fernando Martínez Heredia, Premio Nacional de Ciencias Sociales, la lucha contra el racismo formaba parte de la Revolución, pero no fue una de aquellas banderas suyas que eran asumidas por el pueblo con un ardor avasallador que rendía oposiciones, escollos, tradiciones y prejuicios, y eran organizadas por el poder revolucionario para darles viabilidad y efectos permanentes. Ello provocó prácticamente el abandono de la concientización antirracista y la falta de elaboración de una estrategia de educación de los niños y jóvenes -y de reeducación de los adultos- para una integración socialista entre los grupos raciales en Cuba, a pesar de que las tareas y los logros de la Revolución le hubieran brindado un suelo óptimo. Al contrario, se veía mal referirse a cuestiones ‘raciales’, las cuales eran vistas como «rémoras de la sociedad anterior» que el socialismo en general liquidaría (2011). -Resumiendo, hay coincidencia con Esteban Morales Domínguez en su ensayo Un modelo para el análisis de la problemática racial cubana, cuando al referirse a los factores que conllevaron a silenciar la problemática racial cubana en la actualidad, expone: De todos los problemas heredados por la Revolución en 1959, la problemática racial nunca fue objeto de un tratamiento específico, consecuente y sistemático en el tiempo y por tanto la política social adoleció de un criterio histórico-científico en toda su magnitud. Se pensó que incluyendo el tema de la racialidad en el programa

de justicia social para todos, se resolvería este problema, lo cual nunca fue así. (Morales, 2002, s/p). Es significativo valorar en torno a este silencio alrededor de la problemática racial cubana, que aún muchos cubanos, blancos o no, que sienten la igualdad de los seres humanos como un derecho inalienable, siguen pensando actualmente que debatir el tema presupone una actitud racista. Muy internamente es un tema tabuizado en su conciencia social, o consideran que traerlo a la palestra propende a la separación de los cubanos y no a la unión como se pretende (muchos ni siquiera están consciente de que existe el problema). Un ejemplo muy significativo al respecto es que en un evento científico realizado en la Facultad de Español para No Hispanohablantes de la Universidad de La Habana, en junio del 2014, la autora de este trabajo presentó, en sesión plenaria, el resultado de una investigación que había llevado a cabo sobre racialidad y enseñanza de la lengua. Para realizar esta investigación había trabajado como informantes con el 72% del total de los profesores negros y mestizos de la Facultad, quienes constituían el 61% de la plantilla total de docentes. Ese mismo trabajo lo había presentado en abril del propio año en Abidjan, Costa de Marfil, en un evento internacional, dirigido y organizado por la Fundación Mujeres por África, al que había asistido como invitada. La acogida de lo expuesto en aquel contexto fue significativamente positiva, tanto para africanos, como españoles, brasileños y colombianos, así como para académicos, comunicadores sociales y estudiantes. Sin embargo, en el ámbito de la facultad, fue casi intrascendente, a pesar de que el 61% de los allí presentes, al responder al cuestionario anónimo que se les había entregado, coincidían en la consideración de que en las clases para nada es suficientemente tratado (el tema del afrodescendiente3 y de África), y (…) que el tratamiento del tema pasa, generalmente, por el análisis de elementos histórico-culturales que se limitan al pasado, sin traer la problemática del no blanco a la actualidad; que el tema del africano y sus descendientes actuales ha quedado reducido a asuntos relacionados básicamente con la literatura ya reconocida, la música, la danza y la religión; aun el tema de la religión de origen africano en Cuba es tratado bajo una óptica peyorativa y discriminatoria. Por último, se considera que «la imagen o idea con que sale del aula el estudiante es la del negro esclavo, de baja instrucción, sufrido, vejado; que la influencia de las lenguas subsaharianas en la modalidad del español en nuestra isla tiene escaso prestigio social. Lo negro es lo folclórico, lo marcado. Resuena en la cabeza

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 de ese alumno ‘estilo colonial’ ‘estilo neoclásico o barroco’, o español, francés, árabe, pero no lo negroafricano: no el negro como coactor; más bien el negro como deportista, bailarín, o lascivo» (Cuba, 2014, p. 151) ¿Existe «neo-racismo» en la Cuba actual? ¿Cuáles son sus manifestaciones? Según Gisela Arandia (2011) desde finales del siglo XX ha surgido una tendencia que ha sido bautizada como «neo-racismo» o nuevo racismo para tratar de decodificar la verdadera raíz de los mecanismos de rechazo a identidades diferentes que se articulan desde el racismo. Roberto Zurbano define «neo-racismo» como: …fenómeno que integra gestos, frases, chistes, críticas y comentarios devaluadores de la condición racial (negra) de personas, grupos, proyectos, obras o instituciones. No se trata de simples gestos u opiniones personales marcadas por el prejuicio racial, sino de conductas que ejercen tal prejuicio sin miramientos y se producen hoy en espacios públicos institucionales o no – incluyendo los medios de difusión y la publicidad- y que resultan lesivas y humillantes para aquellos contra quienes se dirige, aunque algunos las aceptan acrítica o irremediablemente. (Zurbano, 2012, pp. 270-271) Hay coincidencia con el criterio del autor en que realmente existen esas manifestaciones «neo-racistas» en nuestro país -más allá de las mencionadas al definir el término- que se evidencian en el contraste que presupone la “excesiva presencia” de afrodescendientes (tanto personas negras como mestizas) en espacios, físicos o no, marcados negativamente por la sociedad: barrios marginales, cárceles, trabajos mal remunerados, etc. Se conviene, no solo con Zurbano, sino con otros muchos especialistas sobre el tema de la racialidad en Cuba, se asume la idea de que estas manifestaciones «neo-racistas» afloran en la vida social, a pesar de que, como ya se ha expresado, la discriminación racial, luego de 1959 no es aquí un fenómeno institucional; y estas expresiones discriminatorias aparecen tanto de manera sutil como abierta. Ejemplos sobran, por desgracia, en nuestra vida diaria de relaciones, con más frecuencia en unos escenarios que en otros, pero presentes al fin y al cabo. Se suman a estas manifestaciones otras, tales como: incomprensiones de padres y madres de cualquier color de piel en cuanto a relaciones amorosas o sexuales intercoloriales de sus hijos; reproducción del fenómeno de la exclusión en las propias instituciones estatales y en los negocios de la nueva figura del trabajador por cuenta propia, a partir de la subjetividad del dirigente o el propietario, según el caso; el abordaje de la

criminalidad y la marginalidad desde posiciones prejuiciosas racistas; la contradicción entre una mezcla racial evidente y tradicional en el pueblo cubano y la existencia de prejuicios dentro de las propias familias o en las relaciones interpersonales en distintos espacios. Opiniones de una muestra de cubanos sobre racismo en la Cuba actual Luego de leer el artículo de Roberto Zurbano, “Cuba: doce dificultades para enfrentar el (neo) racismo o doce razones para abrir el (otro) debate”, publicado en el número 273 de la revista Universidad de La Habana, y partiendo del análisis que hace el autor sobre las dificultades y modo de enfrentarlas, muchas de las cuales no se consideran acertadas, si el objetivo de todos es erradicar el racismo en Cuba, sobre la base de la unidad de todos sus integrantes, se indagó, en el año 2016, en una muestra de habaneros para conocer en qué medida existe consenso acerca de las mencionadas dificultades y las formas de enfrentarlas expuestas por Zurbano. Para ello se realizó un cuestionario de siete preguntas. La primera indaga en el término que usan para referirse a las personas no blancas: negro, afrocubano o afrodescendiente. La segunda hace alusión a si consideran que existen actualmente en Cuba formas de racismo. La número tres está referida a si piensan que se trata el tema del racismo como se debiera en la vida pública en general. La cuarta interrogante va dirigida a conocer su opinión acerca de si debe existir en Cuba una institución social propia para las personas no blancas. La quinta está destinada a valorar si los medios de comunicación masiva atienden adecuadamente el problema racial en nuestro país. Lanúmero seis interroga sobre la necesidad o no de una legislación y una institución específicas para tratar posibles casos de racismo. La última solicita responder si nuestro sistema educacional contribuye a eliminar casos de racismo si existieran, o a educar para que no renazcan en caso de que no existan dichas prácticas. Todas las respuestas debían ser ejemplificadas o argumentadas según el caso. Para la selección de los informantes a quienes se aplicó el cuestionario, se tuvo en cuenta las variables sexo, edad, nivel de instrucción (medio y superior), el color de la piel (negra, mestiza y blanca). Se consideraron dos grupos etarios: de 25 a 45 años (grupo I) y más de 55 (grupo II). Esta distribución de edad estuvo determinada porque las personas del grupo I son las que más lejanas en el tiempo están de la época prerrevolucionaria en la que el racismo era política generalizada. Sucede lo contrario con las del grupo II: su cercanía a esa etapa, lo que les puede permitir establecer diferencias, (tabla 1). El cuestionario se aplicó a 128 personas, distribuidas

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 por las diferentes variables de la siguiente forma: Tabla 1. Distribución de la muestra de informantes Fuente: Elaborada por la autora Los resultados, grosso modo, son los siguientes: -Hay una preferencia a utilizar el término negro, tanto en un grupo etario como en otro, sin distinciones de edad o nivel de instrucción. Tampoco incide en ello el color de la piel. Apuntan como elemento tenido en cuenta para su elección, que el término hace referencia al color de la piel, o porque es lo más “cubano” y generalizado. Algunos apuntan que la palabra no es lo esencial sino la forma en que se emplee. Afrodescendiente y afrocubano fueron escogidos por solo el 7 y 11% respectivamente. -El 97,6% (125 informantes) coinciden en que en Cuba subsisten hoy en día formas de racismo, y los modos en que se manifiestan se centran, en orden de prevalencia, en la ausencia de las personas negras o mestizas en los principales medios de difusión, fundamentalmente la televisión, y en instituciones como el turismo; discreta presencia en los altos cargos del Estado, gobierno y PCC; el tratamiento estereotipado en varias manifestaciones artísticas; ausencia de negros en instituciones culturales de renombre esencialmente en el Ballet Nacional de Cuba; en comentarios inapropiados que denigran socialmente a las personas negras, subrepresentación de los negros y mestizos en tanto en el sector emergente de la economía como en los espacios de poder del sector no emergente. -Hay consenso en que el tema no es tratado como debería serlo dada la proliferación de manifestaciones racistas, sobre todo de carácter individual y en que faltan espacios institucionales para el debate y el desarrollo de una conciencia antirracial. Son las personas negras y mestizas, y las del primer grupo etario, quienes más coindicen en esta ausencia de tratamiento del tema. La mayor parte de los argumentos que dan los encuestados sobre este silencio y falta de debate, fundamentalmente las personas blancas, es que existe una equivocada creencia de que como el racismo en Cuba no existe institucionalmente, en apariencia tampoco existe en la sociedad y que tratarlo sería sacar a la luz un fenómeno que para muchos ha quedado atrás. -Igualmente, todos los informantes consideran insuficiente el tratamiento que dan los medios de comunicación al problema racial en nuestro país, porque no le dan la importancia que merece, y las contadas veces en que tocan el tema no lo hacen a fondo; además, opinan que como no se valora como una problemática de la actualidad no se le da seguimiento. -Solo un 8% (11 informantes mayoritariamente afrodescendientes del primer grupo etario y de nivel superior) opina que debiera existir una institución social

para las personas no blancas porque “permitiría que dichas personas tuvieran un respaldo institucional y poder canalizar sus inquietudes”. -La mayoría (89%) considera que se requiere de una legislación y una institución específicas para tratar las manifestaciones racistas, puesto que “dan una garantía jurídica y constituyen un acto de justicia social”. -El resto de la muestra (11%) no está de acuerdo con la existencia de una legislación particular. Aducen que todos los ciudadanos, a la luz de la ley (la Constitución, el Código Penal en su artículo 120 y acápites correspondientes), tienen los mismos derechos y deberes, por lo que de existir tales particularidades se estaría aprobando que existe desigualdad entre las personas por el color de su piel; otros argumentan que de existir se acentuaría más el racismo existente. -En relación con la contribución de nuestro sistema educacional a la eliminación de las manifestaciones racistas, coincide el 11% anterior en que no existe tal contribución, pues se “debe fortalecer el trabajo de las escuelas para abordar, sin prejuicios, esta práctica y trabajar en función de una igualdad racial”. Sin embargo, el 45% de los encuestados piensa que no obstante, queda mucho aún por hacer en este sentido. Los resultados de ese estudio permitieron valorar que los encuestados reconocen la insuficiencia del tratamiento de la racialidad y de las relaciones interraciales en Cuba. No se manifiesta una actitud crítica ante los problemas raciales que perviven en nuestra sociedad, los cuales son perfectamente identificados por ellos quienes constatan demostraciones de carácter racista en nuestro país. Tampoco existe una conciencia sólida a favor del análisis del conflicto racial. Es dable exponer que esta falta de actitud crítica ha llevado, según criterios consensuados, a una callada y “resignada” aceptación por parte de la mayoría de los negros y mestizos hacia las manifestaciones «neo-racistas» que observan en su entorno, quienes confiados en la política gubernamental revolucionaria que aboga por la igualdad, han estado a la espera de un cambio real que termine con el mito de las “igualdades sociales”, que llevó, en más de una oportunidad, a la incomprensión y represión -tácita o explícita- hacia aquellos que levantaron su voz ante el silencio y la desigualdad, voz juzgada para algunos extemporánea y propulsora de la división nacional. Retos del Gobierno y Estado Cubanos para lograr la Equidad Racial El gobierno cubano tiene entre sus objetivos trabajar para eliminar totalmente cualquier manifestación de racismo en el país. Para ello, de acuerdo con los criterios tanto de estudiosos del tema como de los encuestados,

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 los principales retos que debe enfrentar son los siguientes: -Establecer estrategias de unificación, que impliquen más las igualdades que las desproporciones6. -Que tanto en las instituciones investigativas como en los centros académicos haya una mayor cantidad de estudios teóricos sobre racialidad en la Cuba actual. -Proporcionar un mayor espacio en la escuela a la historia de la gente de piel negra y una mayor participación en los medios. -Desarrollar una conciencia de enfrentamiento público a las acciones racistas; es decir, promover una conducta de sanción pública a cualquiera de esas expresiones o prácticas. -Insistir desde la escuela, la familia y el entorno social en general, en el antirracismo como valor. -Promover el debate público en el que participen todas las instituciones del Estado junto con la sociedad civil y asumir la problemática racial como lo que es “una herencia histórica cultural no superada”. -Realizar una investigación multidisciplinaria que profundice en las formas estereotipadas, discriminatorias, de banalización cultural y exotismo con que se abordan estos tópicos en los medios masivos, la publicidad, el turismo, los espacios digitales, museos y la propia realidad. -La problemática racial tiene que formar parte del currículo docente e investigativo de todas las instituciones de la educación superior fundamentalmente en las carreras pedagógicas. -Debe adoptarse una ley que vele por el cumplimiento de estas políticas antirracistas, de acuerdo con lo que establece la Constitución de la República. Deben erradicar posiciones idealistas que supongan la solución espontánea de estos problemas. Es oportuno terminar esta presentación, como reafirmación de lo hasta aquí expuesto, con las palabras de Zuleica Romay en su premiado ensayo Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad. Aunque la Revolución Cubana demolió el racismo estructural de la vieja sociedad y el color de la piel perdió el papel ordenador de antaño, aún no terminamos de barrer todos los escombros; la raza -ese tipo de codificación mental de lo que somos y de lo que son los otros- continúa influyendo en las premisas, formas y consecuencias de ciertas relaciones sociales así como en las posibilidades de realización efectiva de sujetos individuales y colectivos… (Romay, 2012, p. 255) Y como cierre, vienen muy bien las de Rodrigo Espina en Color de la piel y Educación: Es cierto, Cuba constituye un paradigma para seguir no solo en el tema de la medicina, sino también y, fundamentalmente, en el de la justicia social. Su aporte a

la lucha mundial contra la discriminación racial tanto en el plano nacional, como en el internacional, particularmente su aporte a la eliminación del apartheid y la lucha por la liberación de los pueblos en el continente africano, es incuestionable e incomparable y marca la cota más alta a que los pueblos del mundo aspiran. Pero, precisamente por esa posición que ocupa Cuba en las miras de otros pueblos, debemos seguir perfeccionando nuestro modelo social para poder seguir sosteniendo esa posición, no como resultado de una competencia deportiva, sino como esencia de nuestro sistema. Y en el tema que nos ocupa, aún queda mucho y podemos y nuestra sociedad tiene ese propósito- por andar. Sigamos caminando. (Espina, 2011, s/p). * Dra. Lidia Ester Cuba Vega Dra. En Ciencias Lingüísticas y Máster en Lingüística Hispánica por la Universidad de La Habana. Es experta en el área de lingüística acreditada por la Junta de Acreditación Nacional (JAN) del Ministerio de Educación Superior de Cuba. Ha ocupado responsabilidades como Jefa de Departamento de Español, de la Facultad de Humanidades en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona; Jefa del Dpto. de Estudios Lingüísticos y Vicedecana Docente de la Facultad de Artes y Letras de la UH y Vicedecana Docente de la Facultad de Español para No Hispanohablantes.

CUBA HOY LA PUGNA ENTRE EL RACISMO Y LA INCLUSIÓN

Por Alejandro de la Fuente * Es una escena común: cuatro turistas españolas, en compañía de

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 dos hombres afrocubanos, se dirigen a uno de los muchos clubes nocturnos de La Habana: “Ustedes sí, pero ellos no”, les dice el portero, “la casa se reserva el derecho de admisión”. Las turistas protestan, caracterizando tales prácticas como propias de “un país racista”, pero sus compañeros no logran entrar. Hay que probar suerte en otro establecimiento, a ver si admiten negros. El portero del club, Yúnior, es también negro. Graduado de Contabilidad y Finanzas por la Universidad de La Habana, Yúnior es un vivo ejemplo de las contradicciones y tensiones racializadas que caracterizan a la sociedad cubana contemporánea. Tras concluir sus estudios obtuvo un puesto de profesor, pero lo abandonó para buscar trabajo en el sector privado. Las prácticas laborales privadas, sin embargo, son abiertamente racistas (y sexistas), como lo ilustra el anuncio a través del cual obtuvo su empleo: “Se busca personal calificado con experiencia: dependientes (mujeres, trigueñas o rubias, de buena figura y con idiomas) y seguridad y protección (hombres fuertes de color)”. El salario de profesor (unos 20 dólares mensuales) no alcanzaba, así que Yúnior decidió buscar trabajo donde no importa su educación, sino atributos físicos supuestamente asociados al color de la piel: negro y fuerza bruta. La contabilidad y las finanzas son cosas de blancos. O del decadente sector público, donde, como muestra la experiencia de Yúnior, es posible para los afrocubanos —que según el censo del 2012 conforman el 36 por ciento de la población— obtener posiciones que requieren preparación y que, al menos en el pasado, implicaban cierto reconocimiento social, pero cuyos salarios apenas dan para vivir. Aunque el liderazgo cubano ha sido criticado por la poca diversidad de la cúpula de poder, durante décadas el sector estatal, prácticamente la única fuente de empleos en la isla, funcionó como un motor de igualdad, dado que sus salarios, legalmente regulados, aplicaban a todos por igual, con independencia de circunstancias personales como el género, el color de la piel, el origen socioeconómico o las redes sociales y familiares. La sociedad igualitaria cubana fue el producto de varias de décadas de políticas en pos de la igualdad. En 1959, Fidel Castro hizo un llamado para ganar “la batalla contra la discriminación” racial, particularmente en el terreno laboral. En su visión, una distribución igualitaria de oportunidades en áreas como la educación y el empleo terminarían por derrocar el racismo. La “patria nueva” sería construida a través de políticas sociales de inclusión para los pobres y los desfavorecidos, cualquiera que fuera su color. El racismo era con-

cebido como un subproducto de la estratificación clasista de la sociedad y desaparecería con el tiempo. Esa estructura garantizaba, además, que la distribución del ingreso se realizara dentro de márgenes muy estrechos, pues en la década de los ochenta las diferencias salariales máximas en el sector estatal eran de 4,5 a 1. El Estado garantizaba, además, el acceso igualitario y libre a la educación, a niveles básicos de nutrición, a un sistema de salud pública que era la envidia del tercer mundo y a opciones culturales diversas. En consecuencia, hacia esa década de 1980 la sociedad cubana había logrado niveles de igualdad racial sin paralelo en las Américas en áreas tan importantes como la esperanza de vida, la escolaridad, la distribución de empleos o incluso la representación en las estructuras de poder. En este sentido, el experimento social cubano constituye un laboratorio excepcional para analizar el impacto de las llamadas políticas universales sobre el racismo y la desigualdad racial. ¿Cómo explicar la creación de un sector privado plagado de prácticas discriminatorias a partir de una sociedad igualitaria como la sociedad cubana de los ochenta? ¿Es que los ideales de igualdad e inclusión que guiaron la gestión estatal durante décadas han sido abandonados? Los estudiosos del racismo en las Américas han debatido los méritos y limitaciones de diversas políticas de justicia racial, incluyendo la acción afirmativa y la utilidad de leyes específicas contra el racismo y la discriminación. El ejemplo estadounidense es frecuentemente mencionado para destacar los logros y limitaciones de la acción afirmativa: la creación de una clase media afroamericana, por una parte, pero también el hecho de que dichas políticas no han beneficiado a amplios sectores de la población, aquellos que el sociólogo William Julius Wilson ha llamado the truly disadvantaged, los “verdaderamente desfavorecidos”. Es decir, las políticas de acción afirmativa promueven el ascenso social de sus favorecidos, que típicamente logran acceder a los beneficios de la clase media, pero alcanzan a un número relativamente pequeño de personas. Las políticas sociales del Estado cubano, en cambio, beneficiaron a amplios sectores de la población —cualquiera que fuera su color—, pero no lograron acabar con el racismo. A partir de los años noventa, tras el colapso de la Unión Soviética y del Estado socialista de bienestar, los afrocubanos se han visto obligados a sortear obstáculos racistas que dificultan su acceso al creciente sector privado, que genera los empleos mejor remunerados en la isla. Tan pronto comenzaron a abrirse oportunidades de empleo en ese sector, especialmente en el tu-

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 rismo, las ideologías racistas entraron en acción, argumentando que para trabajar en el turismo era necesaria una “buena presencia”, una cualidad supuestamente incompatible con la melanina. El creciente impacto del racismo es solo explicable si dicha ideología formaba ya parte de la sociedad igualitaria de los ochenta, aunque en un contexto social distinto. La experiencia cubana sugiere que el racismo puede coexistir con la igualdad. Desde los noventa, la sociedad cubana ha experimentado una especie de bifurcación: el sector público continúa operando bajo una lógica igualitaria, como en el pasado, pero ha perdido importancia como fuente de movilidad y ascenso social. El creciente sector privado (según cifras oficiales, el 32 por ciento de la fuerza laboral trabaja en el sector no estatal), en cambio, ha generado una estructura ocupacional claramente discriminatoria y ha contribuido al crecimiento de las desigualdades del ingreso según el color de la piel. Un reporte reciente destaca que mientras el 58 por ciento de los cubanos blancos tiene ingresos inferiores a los 3000 dólares anuales, entre los afrocubanos esa proporción alcanza el 95 por ciento. Los afrocubanos, además, reciben una porción muy limitada de las remesas familiares provenientes de la comunidad cubanoamericana del sur de Florida, que es mayoritariamente blanca. Hay dos proyectos de país en pugna en el interior de Cuba, pero uno tiene dólares y es blanco; el otro no. Para enfrentar estas nuevas realidades y barreras ha surgido un vibrante movimiento afrocubano que demanda políticas efectivas de inclusión desde una variedad de organizaciones cívicas, comunitarias y culturales. Esas demandas comienzan por la necesidad de imponer prácticas laborales incluyentes y antidiscriminatorias en el sector privado para que la mano de obra a todos los niveles refleje la composición racial de la población cubana. A diferencia de otros países, en Cuba no es posible argumentar que la población negra carece de la educación necesaria para desempeñar ciertos trabajos. El acceso masivo a la educación es, de hecho, uno de legados más importantes del proceso revolucionario cubano. En segundo lugar, las entidades privadas que implementen políticas de admisión basadas en criterios discriminatorios, de matiz racial o de cualquier otra naturaleza, violan la ley y deben ser penalizadas. El Código Penal cubano condena la discriminación racial: lo que falta es aplicarlo. Finalmente, es necesario desarrollar políticas crediticias que ayuden a contrarrestar la falta de acceso de los afrocubanos a fondos de inversión. Los dólares que

sustentan la expansión de los negocios privados en la isla, procedentes de la comunidad cubano-americana, eluden a los afrocubanos. El dólar, en Cuba, es blanco. El gobierno cubano no creó esta realidad, pero eso no implica que no pueda hacer nada por cambiarla. En ese empeño, las políticas universales de antaño son de poca utilidad. Ahora es necesario implementar políticas específicas que garanticen la inclusión de los afrocubanos en todos los sectores de la sociedad. *Dr. Alejandro de la Fuente Robert Woods Bliss Professor of Latin American History and Economics; Professor of African and African American Studies and of History; Director of Graduate Studies Director, Afro-Latin American Research Institute, Hutchins Center for African and African American Research at Harvard University. A historian of Latin America and the Caribbean specializes in the study of comparative slavery and race relations, joined Harvard University after holding faculty appointments at the Universities of Pittsburgh, the of South Florida, and of Havana. He is director of the Cuba Studies program at Harvard University.

TURISMO EN CUBA: SU RACISMO SUBYACENTE Por Seohyeon Yang * El presidente Barack Obama ha dado un paso histórico en la relación entre los Estados Unidos y Cuba durante su visita oficial a la Habana el pasado 20 de marzo. Cinco días antes, la Casa Blanca había anunciado planes de flexibilizar el embargo y su restricción

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 con respecto al uso del Dólar en Cuba, al igual que permitir a los ciudadanos estadounidenses viajar a Cuba por motivos educativo En los años pertinentes a la administración de Obama, las relaciones entre Washington y la Habana han ido mejorando gradualmente. La continuación del cambio en las relaciones se hizo evidente en la reactivación de la embajada estadounidense en la Habana, demostrando voluntad para reinstaurar y normalizar lazos diplomáticos. El anuncio de la Casa Blanca del 14 de diciembre de 2014, sobre la reapertura de su embajada ha asentado las bases para la continuación del debate sobre el levantamiento del embargo. Todavía hacen falta algunas transiciones, pero el actual gobierno de Cuba ha hecho eco al interés del presidente Obama. Su administración continúa propugnando por una flexibilización del embargo; el Congreso protesta. El primer cambio notable es que los ciudadanos estadounidenses ahora pueden viajar legalmente a Cuba. Las líneas aéreas y compañías de cruceros están preparándose para abrir nuevas rutas a Cuba. De cualquier manera, la preocupación de muchos cubanos es más alta de lo esperado, particularmente porque que el turismo beneficiará solo a grupos específicos. Incluso, si es cierto que el desarrollo del turismo también ayuda al Producto Interno Bruto (PIB) de Cuba, el crecimiento desbalanceado de la industria acentuará la diferencia económica entre los habitantes de la isla, alimentando tensiones y conflictos actuales en el país. ¿Quién se beneficia del turismo en Cuba? Un Nuevo Océano Azul: Los Inversionistas Extranjeros Babeando Sobre el Mercado Cubano Las empresas estadounidenses, especialmente esas pertenecientes al turismo, han demostrado un fuerte deseo de expandirse a suelo cubano. El 11 de marzo el ministro de turismo de Cuba anunció que, hasta la fecha, un millón de turistas extranjeros han visitado la isla en el 2016, un incremento de 14.6 por ciento comparado al porcentaje de turismo ocurrido durante el mismo período en el 2015.2 Las compañías de cruceros y las aerolíneas están compitiendo para aprovechar esta nueva oportunidad de negocios. Desde que el Caribe es un destino deseable para pasajeros de todo el mundo, el hecho que los estadounidenses puedan ahora viajar a Cuba augura ser un estímulo grande para el turismo de cruceros en Cuba—especialmente porque más de la mitad de los pasajeros de cruceros vienen de Estados Unidos. Según Granma, el periódico oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, cerca de 20.000 cruceros visitaron Cuba en el 2015. No es sorprendente que más compañías como Royal Caribbean Cruise International, Carnival, Norwegian

Cruise Line, Harmark, Costa Cruises, mediaterranean Shipping Company, Pearl Seas Cruises y United Caribbean Lines estén contactando a la isla acerca de su inclusión como un nuevo destino. “Serán los intereses de los negocios de los Estados Unidos lo que finalmente empujen al Congreso a levantar el embargo,” dijo Belmont Freeman, un arquitecto cubano-estadounidense establecido en la ciudad de Nueva York. Las compañías estadounidenses de telecomunicaciones, construcción y distribución también persiguen oportunidades en Cuba. El año pasado Verizon Wireless se convirtió en la primera compañía estadounidense en ofrecer servicio de conexión itinerante (roaming) en Cuba. (El servicio provee acceso a Internet a usuarios de computadores cuando estos estén fuera de casa al precio de una llamada local o por un precio considerablemente más bajo que lo que cuestan las llamadas regulares de larga distancia.) Además, el 14 de marzo Verizon firmó un acuerdo de interconexión directa con Etecsa, la empresa del gobierno que tiene monopolio sobre las telecomunicaciones cubanas. Sprint y AT&T también están negociando con Etecsa para su participación en la industria. Esta variedad de compañías estadounidenses que buscan acceso en Cuba necesitan más avances en las relaciones de los Estados Unidos y Cuba para lograrlo. Crecimiento del PIB: El Gobierno Cubano Apunta al Desarrollo de la Industria del Turismo. El portafolio de oportunidades para la inversión extranjera anual del Gobierno cubano revela su interés en inversores extranjeras que planean habilitar enlaces con el mercado cubano.5 El propósito de la publicación es ubicar la inversión extranjera en sectores priorizados en el planeamiento de la economía cubana. De acuerdo con la edición 2015, 94 de 326 proyectos en oportunidades de inversión total están basadas en el turismo, lo cual cuenta por cerca del 30 por ciento de 12 sectores primarios (los otros 11 incluyen petróleo, agricultura-comida, energía renovable, y construcción). Entre los proyectos están las extensiones de áreas de resort y la construcción de hoteles de lujo, villas, y campos de golf. La inversión extranjera en el turismo y en bienes inmobiliarios alcanzó el 52 por ciento del capital extranjero total invertido en el 2014.6 Cuba ha priorizado el turismo para ayudar a estabilizar la economía. Desde que alcanzó el pico máximo de su crecimiento, a la vuelta del siglo XXI, la economía cubana no se ha expandido a raíz de una variedad de razones domésticas, político-regionales, y económicas. La colaboración con Venezuela, por ejemplo, se debilitó después de la muerte en 2013 del previo presidente

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 venezolano, Hugo Chávez. Como el máximo socio comercial de Cuba, Venezuela representaba el 37.6 por ciento de su comercio con el extranjero en el 2014; Venezuela suplía a la nación isla de hasta 53.000 barriles de petróleo diarios a cambio de la ayuda de cubanos altamente preparados en educación, servicio médico, ciencia y tecnología. La inestabilidad económica y política en Venezuela desde el 2013, sin embargo, ha causado una disminución importante en el petróleo exportado a Cuba. Esto ha iniciado un efecto dominó en el comercio cubano, a medida que el 16.6 por ciento de sus exportaciones constan de productos combustibles refinados hechos del petróleo. La caída de los precios del petróleo crudo ha puesto las exportaciones en aun más riesgo, considerando que el azúcar y el níquel conforman el 15.2 y el 9.4 por ciento del total de las exportaciones de Cuba, respectivamente. Con las oportunidades de comercio tambaleándose, la nación está tratando de prevenir una repetición del Periodo Especial sucedido a finales de la década de 1980 y a comienzos de los 1990s, la situación económica más devastadora en la historia de Cuba. La economía de la nación sufrió agudamente después del colapso en 1991 de la Unión Soviética, su máximo socio comercial. Junto con otras reformas económicas que siguieron al Periodo Especial, el Gobierno desarrolló el turismo mediante la inversión de 3.500 millones de dólares estadounidenses entre 1990 y 1999; el turismo era la mejor opción post-soviética para atraer la moneda e inversión extranjera.9 Estas políticas han resultado en un incremento de ocho veces en el salario bruto, y en una duplicación del número de trabajos. ¿Quién está a la sombra del Capitalismo? Gente Excluida del Turismo Los cubanos que pueden se apresuran en conseguir trabajos en el campo del turismo, dadas las posibles ganancias que se pueden obtener por la tasa de cambio entre el Peso Cubano (CUP) y el Peso Cubano Convertible (CUC). Cuba implementó un sistema de moneda dual en 1994 cuando el presidente Fidel Castro permitió el uso restringido de dólares estadounidenses en el turismo. Al comienzo, la moneda de CUC era sólo usada por extranjeros en el sector del turismo, o por locales que recibían dinero del extranjero y adquirían bienes de lujo importados o bienes para la casa, que se autorizaban con restricciones. Esta moneda causó sin embargo un dilema económico insoluble, a medida que con el paso del tiempo el sector privado creció y la división del uso entre las dos monedas desapareció. Hoy en día, para muchos locales que trabajan en turismo las CUC y CUP son intercambiables, desde que ambas pueden ser usadas en la mayoría de negocios locales. Por otro lado, los cubanos que trabajan

únicamente para el gobierno, que componen alrededor del 72 por ciento de la población, no tienen acceso a la CUC porque las transacciones oficiales del Gobierno solo se hacen con CUP.10 La gente que trabaja para el Estado gana en promedio 640 CUP mensuales, lo que equivale a 28 dólares estadounidenses11. Con estos salarios, los empleados del Gobierno apenas generan lo suficiente para pagar los costos de vida, incluso si obtienen raciones de comida y suplementos caseros por parte del gobierno. En su artículo, Las Crecientes Disparidades Económicas y Sociales de Cuba: Impacto y Recomendaciones para el Cambio, Carmelo Mesa-Lago, profesor emérito en economía y estudios Latino Americanos en la Universidad de Pittsburgh, escribe acerca de ingresos promedios de diferentes trabajos en los sectores públicos y privados en Cuba. Él señala que los profesores universitarios, quienes trabajan en el sector público, reciben entre 300 a 560 CUP mensuales, mientras que conductores de camioneta reciben entre 10.000 a 20.000 CUP mensuales. Esta es la razón por la que los cubanos jóvenes, quienes apenas comparten la ideología de sus padres y abuelos revolucionarios, tratan de encontrar un futuro diferente en el turismo con la esperanza de mejorar su subsistencia. El sentimiento de carencia está incrementando entre la mayoría de cubanos, quienes no pueden incorporarse completamente al turismo; la industria valora la eficiencia y competencia, pero no puede acomodar a todos los desempleados. Cuba ya está enfrentando la sombra del capitalismo. Racismo en la Base de la Situación La mayoría de los jóvenes se ven frustrados ante la incapacidad estructural de encontrar empleo en el turismo. Inexcusablemente, la admisión involucra la barrera del racismo: la discriminación racial en el turismo pone a los cubanos que no son blancos en condiciones inmensamente desfavorables, comparado a los que sí lo son. El racismo no era mencionado como un problema social notable en Cuba desde el triunfo de la Revolución en 1959, hasta los 1990s. Como fue comentado antes en el artículo de COHA Racismo Revolucionario en Cuba del 2011, el Gobierno de Fidel Castro hizo de la discusión racial un tabú por la extrema convicción sobre su completa abolición en la isla mediante la Revolución. En todo caso, a medida que el Período Especial se acercaba, los cubanos descubrieron esta debilidad en su sociedad. El orgullo que los afro-cubanos tenían en la revolución y su historia se resintió por la dependencia económica y política que el país tenía de la Unión Soviética, y cuando ésta forzadamente disminuyó, los mismos se sintieron abandonados. La falta de unidad social llevó al empeoramiento de la discriminación racial, especialmente en el turismo.

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Éste había sido un problema de antigua presencia, pero no era aparente públicamente hasta hace pocos años ya que era silenciado. Una percepción subyacente de discriminación racial prevalece entre los cubanos a quienes la Revolución no benefició tanto como si lo hizo con otros. En su ensayo Raza e desigualdad en Cuba, 1899-1981, Alejandro de la Fuente, director del Centro Hutchins para la Investigación Africana y AfroAmericana de la Universidad de Harvard, muestra las normas del racismo en la sociedad cubana. La blancura de la piel es todavía aludida como propia a un conjunto de ventajas- más bonita, más inteligente y modernamientras que la negrura es vista como algo que tiene que ser mejorado. Sorprendentemente, “mujeres negras o mulatas que dan luz a niños de piel clara son referidas como poseedoras de ‘buenos vientres’, mientras que esas cuya descendencia es más oscura son definidas como poseedoras de ‘malos vientres’.” En el creciente sector privado, donde las regulaciones y leyes son menos controladoras que en los sectores del Gobierno, los incidentes de discriminación racial son más evidentes. Negros y mulatos son menos capaces de entrar a la industria turística porque no son bienvenidos. Para su artículo Encuentros Íntimos: Economías Afectivas en Cuba y en la Republica Dominicana, Amalia L. Cabezas, una profesora en la Universidad de California, Riverside, entrevistó a trabajadores de hoteles y resorts en Cuba. Notó que los institutos de hospitalidad y turismo enseñan que ser “atractivo” es priorizado para conseguir trabajos lucrativos. La belleza ideal en esta sociedad incluye la piel más clara que los cubanos blancos tienen. Por esa discriminación, los cubanos mulatos y negros son menos competitivos en el mercado de trabajos en turismo. Incluso si entran en él, tienen dificultades para ser asignados a posiciones en las cuales tendrían contacto directo con los turistas, tales como por ejemplo posiciones de taxistas, empleados de recepción, y de gerentes; en lugar de ello, son contratados como asistentes de cocina y limpiadores de cuarto, haciendo trabajo más duro por menos remuneración. (El artículo fue publicado en la revisión europea de estudios Latino Americanos y del Caribe, 2011.) Extrañamente, el racismo parece no existir en Cuba estadísticamente. Los negros y mulatos están bien representados en posiciones de alta jerarquía, en la Asamblea Nacional (35 por ciento) y el Comité Central del Partido Comunista Cubano (31 por ciento). El más reciente censo nacional, publicado en el 2012, identifica a la población cubana no-blanca como el 36 por ciento. Esta visión oficial disminuye el porcentaje de la población no-blanca en Cuba, que otras fuentes esti-

man como del 72 por ciento. (El Departamento de Estado de los Estados Unidos estima que el 62 por ciento de la población cubana es negra, y escolares cubanos, tales como Esteban Morales Domínguez, un economista de la Universidad de La Habana, afirma que los afro-cubanos constituyen hasta el 62 y 72 por ciento de la población.) Alejandro de la Fuente cuestionó la legitimidad del reporte del censo nacional del Gobierno cubano, expresando que la desinformación provino de la “eliminación cuidadosa” por parte del Gobierno. En su artículo, Desigualdad Racial y Salarial en la Cuba Contemporánea, de la Fuente escribió que, comparados con el censo nacional de 1981, censos más recientes han carecido de información racial acertada y usado una metodología en cierto modo imprecisa. En el censo de 1981, se le pidió a la población identificar su raza. En el censo del 2005, sin embargo, a los mismos no se les preguntó la identificación de su raza; en su lugar, los encuestadores identificaron los colores de los censados arbitrariamente por color de piel. Esta es la razón por la que la cifra oficial de la población de los cubanos no-blancos difiere de lo que las otras fuentes muestran. Aparte de esto, aunque muchos estudios conducidos sobre el turismo cubano indican que la desigualdad racial y la discriminación si existen, las estadísticas oficiales de facto de la distribución racial en el turismo son difíciles de encontrar, particularmente en cualquier fuente de parte del Gobierno. Entendiblemente, de la Fuente hace un llamado por la concientización política y voluntad para tratar con la desigualdad racial y crear trabajos de más alta paga en turismo, que sean accesibles para todos. El Turismo Desmantelando la Sociedad Cubana: Amenaza Potencial a los Países en Vías de Desarrollo Como en cualquier otro lugar, un turismo creciente representa una amenaza a la sociedad y economía del país en el largo plazo. Una creciente diferencia en ingresos y una problemática falta de unión social son los más grandes obstáculos al crecimiento sostenible en muchos de los países en vías de desarrollo. Ejemplos en otros países en desarrollo tales como China, vistos como un modelo ideal de reforma económica por muchos países en desarrollo, apunta a la falta de cohesión como el problema social más serio. A causa del desarrollo bajo la dirección del Gobierno y los vastos recursos a su disposición, China ha alcanzado los mismos niveles que muchos países desarrollados. La falta de unidad surge principalmente de conflictos relacionados con minorías étnicas. China consiste de 56 grupos étnicos entre los que se cuentan los chinos Han, la comunidad más representada (más del 91 por ciento de la población). Aunque los otros grupos suman menos

14 | E m i g r a c i ó n 3 ( 2 ) - O t o ñ o / I n v i e r n o 2 0 1 9 - © T o d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .


© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 del 10 por ciento de la población china, estos habitan cerca del 64 por ciento del territorio del país, principalmente en zonas fronterizas. China considera la unidad de diferentes grupos sociales un objetivo importante, e intenta resolver las tensiones y conflictos con soporte económico. Sin embargo, la discriminación y marginalización implícitas en la cultura y economía convencional indudablemente se están empeorando. El Gobierno chino subestima el número de bajas y arrestos en la agitación tibetana del 2008, y la mayoría de protestas y movimientos de independencia se mantienen sin ser reportados. Desde que el crecimiento económico se ha estancado, estallidos de insatisfacción y conflicto no pueden ser manejados sin el uso de fuerza, y la efectividad de esta tiene límites, de acuerdo con el académico chino Zhou Xiao Zheng. La desunión social china causada por la discriminación étnica no es algo distante del racismo en Cuba. Recientemente, los medios internacionales han notado música negra hip-hop cubana y clandestina, sobresaliente en parte por sus agudas críticas del gobierno. Raperos clandestinos dicen que ellos representan gentes desfavorecidas que no pueden beneficiarse del turismo: los afro-cubanos, las mujeres y la juventud. Las violaciones de derechos humanos de parte del Gobierno no son nada nuevo, pero pocos esperaban que tal arrestaría a más de 50 protestantes pocas horas antes de la visita del Presidente estadounidense, cuando la Habana era un hormiguero de reporteros provenientes de todo el mundo. Los protestantes, Las Damas de Blanco, mayormente las hijas y esposas de prisioneros disidentes, protestan no solo contra su propio Gobierno sino también contra la decisión de la administración estadounidense de normalizar las relaciones con Cuba, aludiendo a sus dudas de que esto solucionaría el sufrimiento de los cubanos. Conclusión En conjunto con el progreso de las relaciones políticas entre Washington y la Habana, las expectativas están creciendo. Muchos académicos sugieren que los intereses comerciales catapultarán el levantamiento del embargo. El Gobierno cubano también ha adaptado sus intereses hacia esta nueva dirección. Habiendo aprendido del periodo especial, Cuba está tratando atraer monedas fuertes a su economía mediante el desarrollo del turismo y la creación de un ambiente más amigable hacia los inversionistas extranjeros, para ayudar a su precaria economía. Ciertamente, el desarrollo en este sector va a mejorar la situación económica de Cuba si hay un crecimiento del PIB en unos pocos años, pero la mayoría de cubanos, quienes trabajan para el Gobierno, no tienen acceso a los pesos cubanos convertibles, que tienen 24 veces el valor que

los pesos cubanos locales, lo cual va a ampliar más pronunciadamente las diferencias en ingresos entre estos y la gente trabajando en el sector no gubernamental, liderado por la industria del turismo. Aún más serio, la inaccesibilidad estructural bloquea a los afro-cubanos, mulatos y mestizos a conseguir trabajos en el turismo. La desigualdad racial cubana no ha sido discutida por un largo tiempo, consolidando aún más los prejuicios de la piel blanca como una característica de belleza, que los blancos están mejor educados, y vagamente que estos gozan de una mejor apariencia. Esto crea discriminación racial en el mercado laboral del turismo, el cual se enfoca en trabajadores ‘atractivos’ para mostrar una mejor imagen de Cuba a los turistas. Mirando al incremento masivo del turismo venidero a la vuelta de la esquina, la mayoría de los cubanos se sienten excluidos y aislados. China es una nación en desarrollo que ha experimentado la polarización de ingresos y la desunión social, lo cual puede volverse un problema de cuidado a medida que su economía se lentifica. El Gobierno cubano, como el de China, no ha hecho un gran esfuerzo en lidiar con la desigualada racial en el turismo. A medida que el turismo continúa incrementando el PIB cubano, la importancia de la unidad social entre diferentes grupos sociales, incluyendo esos que se dividen por raza e ingreso, tiene que ser expuesta en la propuesta cubana, o la vida de la mayoría de cubanos no mejorará bajo el Gobierno actual. Seohyeon Yang Work at the Korea International Cooperation Agency and as former United Nations (UNV-UNODC) Univer sity Volunteer in Reporting, Monitoring and Evaluation; at the Seoul Metropolitan Government (Korea); the Korea Development Institute (KDI) Knowledge Sharing Program (KSP) 2016 Nicaragua project; and the Council of Hemispheric Studies (COHA) as a Research Associate. Bachelor of Arts in Policy Studies, Hanyang University, South Korea.

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 BIENVENIDO EL PERMISO PARA SER ANTIRRACISTA Por Roberto Zurbano Torres * Una llamada tempranera me saco de la cama para darme la noticia de la creación de un Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial en Cuba que será dirigido por una Comisión Gubernamental encabezada por el presidente de la República. A ese amigo dije. “Bienvenido al Club”, pero esa es una misión personal, intelectual y política que no me ha dejado dormir durante un largo tiempo de mi cincuentenaria existencia. Es una noticia que no sorprende a muchos de los que hemos estado despierto y despertando a muchos otros sobre la creciente presencia del racismo en Cuba. Los que no hemos pedido permiso para ello porque lo asumimos como una responsabilidad social y un valor político, a pesar de haber sido silenciados, marginados, vilipendiados, criminalizados y castigados por algo tan evidente que, aun, muchos quieren seguir negando y minimizando, esperábamos algo así, como esta Comisión, pues esta no debe sufrir la suerte de las anteriores que terminaron su labor demasiado limitadas, silenciadas y sin efecto, con muchas ideas abortadas. En el contexto actual no declararse antirracista es un pecado de cualquier persona, institución, partido o gobierno que se declare de izquierda. Puede parecer una incorrección política más, pero es nada menos que un error estratégico en medio de la lucha social y política que hoy vive el mundo entero. El activismo antirracista en Cuba ha sido maltratado por la izquierda y por la derecha, es decir, por el gobierno cubano y por la llamada disidencia cubana. Siempre me resultó curioso que fuera un punto en común entre ambos bandos, como solía decir Martí, a esas actitudes que dividen a los hombres. Bienvenida la necesaria comisión que desde el gobierno, un tanto tardíamente, debe enfrentar una ardua tarea y cientos de acciones a corto y mediano plazo, a la cual anteceden decenas de acciones, resultados y propuestas elaboradas durante los últimos veinte años por las casi veinte organizaciones antirracistas cubanas que han resistido la dura travesía entre dos fuegos políticos, en contra de un largo malestar que aun supura entre la población negra cubana. Ahora le toca a esa Comisión Gubernamental acompañarnos en esta tarea, apagar uno de los fuegos y sacar a la luz, no solo las viejas raíces, sino las causas contemporáneas del racismo en Cuba, que alguna vez

llamé neorracismo, por su sobrevivencia y nueva configuración en el entramado socialista. Bienvenida tal Comisión si es capaz de escuchar, acompañar y resolver, a quienes sufren, conscientemente o no, cada acto racista que vemos en la calle, las leyes, los medios de difusión, los programas institucionales, los centros de trabajo, los informes diplomáticos y las mismas escuelas. La maquinaria burocrática cubana que fue capaz de censurar discursos del propio Fidel Castro contra el racismo, no cejará en sus resistencias poco sutiles. Hay cientos de libros, investigaciones y eventos que corroboran el daño del racismo entre los cubanos de hoy. Y más allá de Cuba, ya nadie explica la pobreza, la prostitución, la migración, el sexismo y toda forma de discriminación sin reconocer al racismo y sus bases coloniales e imperiales, como una de los núcleos, causa y consecuencia de viejos y nuevos desastres internacionales. El racismo contemporáneo es un arma de sometimiento social, político y económico. Los que despertaron hoy con la noticia de que ser antirracista ya no es un pecado en Cuba y que no le van a cuestionar por decirlo públicamente, bienvenidos también, negros, mestizos y negros con conciencia racial, junto a la nueva Comisión. Esta batalla comenzó hace muchos siglos atrás, con nuestros abuelos cimarrones, atravesó los años de la República con cientos de organizaciones y en los años revolucionarios también obligó a construir palenques, insuficientes aun si no contamos con los medios, las comunidades, las escuelas y las instituciones de un país que debe a la población negra mayor respeto y justicia social. Bienvenida, Comisión. Mañana será tarde. En Cayo Hueso, Centro Habana, Noviembre 22, 2019 Roberto Zurbano Torres Nacido en 1965, ensayista, crítico e investigador literario, fue jefe de redacción de la Casa de las Américas, Vice Presidente de la UNEAC, jefe de redacción de Catauro, revista cubana de Antropología. Ha obtenido diferentes premios en Cuba y su obra de crítica y ensayo es reconocida internacionalmente como la Poética de los noventa. Miembro de ARAC, Articulación Regional Afrodescendiente de América Latina y el Caribe, Capítulo Cubano.

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 PENSANDO

EN CLAVE DE “RAZA”

Por Víctor Fowler *

El reciente anuncio de una reunión del Consejo de Ministros, el pasado 21 de noviembre, en la cual fue dado a conocer “el Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial, que se ha concebido ‘para combatir y eliminar definitivamente los vestigios de racismo, prejuicios raciales y discriminación racial que subsisten en Cuba’” es una noticia cuando menos trascendente. Ideado, según la nota de prensa, como un “Programa de Gobierno” e integrado “al sistema de trabajo del Presidente Díaz-Canel” (es decir, bajo su supervisión directa y sin mediadores), el Programa contará con una “Comisión Gubernamental” que estará encargada de “coordinar tareas” y será “encabezada por el Presidente de la República”. La nota menciona que entre los objetivos del Programa se encuentran: “identificar las causas que propician las prácticas de discriminación racial; diagnosticar las posibles acciones a desarrollar por territorio, localidad, rama de la economía y la sociedad; divulgar el legado históricocultural africano, de nuestros pueblos originarios y de otros pueblos no blancos como parte de la diversidad cultural cubana; y fomentar el debate público organizado sobre la problemática racial dentro de las organizaciones políticas, de masas y sociales, así como su presencia en los medios de comunicación. Además de ello, en la nota son citadas palabras de Díaz-Canel en las cuales, si bien es señalado que “todo el mundo reconoce que nuestra Revolución ha sido posiblemente el proceso social y político que más ha aportado a eliminar la discriminación racial”, también se expresa que “subsisten todavía algunos vestigios, que no están por política en nuestra sociedad, pero sí en la cultura de un grupo de personas”. Entre los denominados “vestigios” son especificadas “manifestaciones de racismo en los chistes” así como en “determinadas actitudes a nivel social, por ejemplo, en el sector no estatal con algunas convocatorias de plazas que especifican el color de la piel”. Si lo primero, los chistes, son un fenómeno cultural y de comunicación, y lo segundo, la convocatoria a cubrir plazas, corresponde a la esfera del trabajo, ambos puntos se unifican en que los dos desvalorizan al mismo grupo históricamente más desposeído, explotado y empujado a una vida de pobreza estructural y, en no pocas ocasiones, marginalidad. De esta manera, un suceso de la esfera del ocio (el chiste) se combina con otro en la esfera del trabajo (la convocatoria a ocupar plazas) para formar un continuo hostil para el

mismo conjunto social. En el interior, o debajo de ese tejido que rodea a la persona, las dinámicas del chiste obedecen a una normativa que supone inferiores a los sujetos racialmente marcados como “Otros” (por ejemplo, “los negros”); este hecho de comunicación, generalmente constituido por gestos cómplices o unas pocas palabras, suele esgrimir su inocencia ante cualquier acusación o señalamiento repitiendo que solo es eso, un chiste. Sin embargo, la racialización del trabajo convierte en exclusión real el contenido depreciativo de aquello que, en el chiste, se presenta como un inocente deseo de alegrar determinado ambiente. II Imaginemos un gran mapa animado donde podamos ver la aparición y entrecruces en el tiempo de aquellos elementos que nos forman. Apelando a una descripción muy básica, seríamos un espacio al cual llegaron europeos, en su gran mayoría de raza blanca, conquistaron y colonizaron lo que estaba poblado por nativos americanos; veríamos a continuación de qué modo estos últimos fueron severamente dañados durante la conquista y colonización, exterminados o muy diezmados; más tarde, cómo fue que —buscando remplazarlos como mano de obra— comenzó la importación de esclavos africanos negros; a continuación, recuérdese que contemplamos un mapa animado, la vida experimentaría una aceleración violenta cuando, bajo el impulso del desarrollo de la economía de plantación azucarera, el trasiego desde África de los esclavos negros se dispararía a cifras de largas decenas de miles. A este primer corte cualitativo seguiría, a la manera de reflujo, el comienzo de las guerras de independencia contra el poder colonial español y la extraordinaria excepcionalidad cubana según la cual —como parte de este ímpetu anticolonial— no solo pelearon blancos y negros en el Ejército Libertador, sino que una cantidad significativa de negros y mulatos alcanzó importantes posiciones de mando. Esto último, que miembros del grupo subalterno compartieran durante la guerra el poder efectivo dentro del Ejército Libertador, es la particularidad cubana, uno de nuestros más valiosos mitos fundacionales, y dio nacimiento a un constructo sociocultural cuyos efectos se mantienen hasta hoy. Para el sujeto de la otredad o “raza” negra, en condiciones de subalternidad, el mito de su empoderamiento durante las luchas anticoloniales, así como su fusión visceral con la noción de independencia nacional, corren en paralelo al gesto identificador y absoluto en su radicalismo del extremo más temido y libre de la “raza”, el cimarrón; ese gesto es el de la renuncia a todo diálogo con el amo porque la fuga pone al esclavo en un punto, un posicionamiento, en el cual no hay nada ya que dialogar, sino solo blandir el arma de trabajo, el machete,

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 y decirle al amo: “ven a buscarme”. Si a lo anterior agregamos que el espacio descrito igualmente recibió a miles de chinos en condiciones de semiesclavitud; que en la primera mitad del siglo XX el principal vínculo político-económico de la Isla, así como la lealtad ideológica de los sectores más reaccionarios dentro de sus élites políticas, fue con los Estados Unidos, lugar donde el racismo antinegro se extendía a todos los ámbitos; que en el año 1959 en la Isla tuvo lugar una Revolución socialista que reorientó hacia el mundo socialista las lealtades políticas, económicas, sociales, militares y culturales; y, finalmente, la desaparición del sistema socialista europeo y la introducción de elementos de mercado en la vida cotidiana de la Isla, es lógico suponer que las dinámicas de la racialidad en el país han resultado afectadas, conmovidas, sacudidas por cada uno de los acontecimientos señalados. Con todos estos indicadores “actuando” y moviéndose a lo largo de nuestro mapa imaginario, es comprensible que estamos ante una realidad cargada de dinamismo, donde cada elemento, cada mínimo cambio, cada sustantivo o adjetivo adquiere implicaciones enormes porque habla de luchas (abiertas u ocultas, puntuales o extendidas, débiles o encarnizadas) en las cuales el poder político se entreteje con el militar, económico y la hegemonía cultural. El espacio del que hablamos tiene en su cimiento un duro pasado colonial, con fuertes presiones y barreras para el ascenso social de negros (esclavos o libres), chinos y blancos pobres (fueran estos hispanos o criollos); barreras y presiones se traducen en la presencia de estos grupos subalternos dentro del aparato político, en la cantidad y calidad del patrimonio que poseen y en su presencia y dominio del espacio simbólico. A medida que el tiempo ha pasado y que han cambiado las características del contexto, así ha cambiado la significación de pertenecer a cualquiera de estos grupos. III A todas luces, la creación de la mencionada Comisión Gubernamental significa que el racismo “está ahí”, vive y merece toda la atención; es un factor del presente cargado de pasado, de divisiones coloniales y desposesión, de acumulación monetaria y dolor, represión, despotismo y crimen. Al hablar de la esclavitud en su novela Francisco, escribió Anselmo Suárez y Romero: “... ha esparcido por nuestra atmósfera un veneno que aniquila las ideas más filantrópicas, y que sólo deja en su rastro el odio y el desprecio hacia la raza infeliz de las gentes de color”. La imagen del racismo que el autor nos brinda es perfecta en su capacidad de reunir un cuarteto de elementos decisivos:

Al encontrarse “esparcido” por la atmósfera, el racismo no está o se detiene en un lugar exacto, sino que, como un gas, viaja hacia todas partes; al estar cargado de “veneno” destruye cuanta vida topa en la misma medida en que se extiende; al aniquilar las ideas “más filantrópicas” abandona cualquier máscara y se manifiesta como una variedad del egoísmo extremo y la ausencia de empatía; no tiene ningún contenido positivo, sino solo “odio” y “desprecio”. ¿Qué hacer y cómo localizar esto que se filtra o infiltra, muta y cambia, se esconde, se protege detrás de expresiones de inocencia? Cuando en el siglo XIX cubano estaba legislado que si un negro y un blanco se encontraban en la calle, el negro estaba obligado a dejar la acera para el blanco y a saludarlo, estamos ante un caso de racismo sancionado, instrumentado, vigilado y enseñado por un Estado. En cambio, cuando alguien señala hoy a un grupo de personas con indicadores de origen afroide (tipo de cabello, color de piel, nariz ancha, labios prominentes) y, pidiendo complicidad, pronuncia una frase como: “Tú sabes...”, “Es que ellos...”, “Ellos son así...” u otro intento por el estilo de aislar al grupo y colocarlo en una posición desvalorizada, lo racista es apenas susurrado. La aceptación o no contestación ante el susurro es justo el tipo de complicidad activa o silencio tácito que el acto racista necesita. IV En el documental Traces of the Trade: A Story from the Deep North, hay un momento en el cual varios descendientes de la familia DeWolf, en Bristol, visitan el museo de historia de la ciudad. Saben que provienen de una de las más reconocidas familias de esclavistas en los Estados Unidos y quieren averiguar cuanto puedan del pasado lejano: ¿quiénes lo hacían?, ¿cómo era?, ¿qué pensaban los demás? El museo recibe a estas personas y los enfrenta a una verdad tan horrible como el mismo sufrimiento de los esclavos: herreros que forjaban cadenas y grilletes, carpinteros que hacían las carretas y las ruedas, comerciantes que traían la tela para confeccionar ropas, la ciudad entera, incluso aquellos que parecían distanciados, “vivían” de y gracias a la esclavitud. La fuerza de base del racismo radica en esta contaminación silenciosa y de complicidad. Lo anterior también nos demuestra que la única forma de no ser racista es no siéndolo; o sea, expresando —de manera activa— el disgusto o la molestia ante cualquier acto o expresión racista, exteriorizándolo, compartiendo con el que padece. Esto quiere decir que, en las condiciones del presente, diferentes a las de aquel universo de complicidad estructural típico de las sociedades coloniales, la indiferencia o el silencio cómplice ante el racismo contribuyen a la infiltración del veneno atmosférico del odio y el desprecio.

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 V Hace años, una amiga me contó que había habido en su vida un momento en el que toda la percepción y conceptualización que ella tenía del racismo cambió de manera súbita. Ocurrió en el preuniversitario. Ella estudiaba en la Vocacional Lenin, estaba en una cola de comedor a la hora del almuerzo, se encontraba justo detrás de uno de sus mejores amigos de entonces, ella es de piel blanca y él de piel negra, ella había hecho un chiste de contenido racista y el amigo, muy serio, se había vuelto para decirle que no le daba ninguna risa. Mi amiga pidió perdón y juró que nunca más iba a hacer algo semejante, pues había entendido que eso — que pretendía ser solo una broma— era sentido por el otro como un daño y una humillación palpables, inmediatos, sólidos. De las varias lecciones a extraer de esta pequeña anécdota, la principal acaso es que la incomodidad o indignación son derechos de quien es “representado” por o a través del contenido racista y a quien, duplicando el daño, le es entregado o contado el “chiste”; dicho de otro modo, lo que no existe, en términos de ciencia del Derecho, es el derecho a sentirse indignado el narrador porque su receptor “no entendió” o “no aceptó” que solo se trataba de un chiste. Lo otro que el episodio nos enseña es que la petición de perdón auténtica actúa como cura, en este caso conservando la amistad; autenticidad equivale aquí a comprensión tan repentina como radical, una comprensión transformadora que hace de la persona, en este caso mi amiga, un luchador más en los enfrentamientos activos al racismo. VI Hace varios años también, subí a un “almendrón” en la calle Infanta y, unas cuadras más adelante, montó una actriz que, además del poco éxito que obtuvo como profesional, llevaba largo tiempo sin aparecer en las pantallas, televisiva o cinematográfica. A pesar de lo anterior, conocía una de sus obras y la felicité por ello. La obra, un cortometraje, había sido realizado cuando yo trabajaba como jefe del Departamento de Publicaciones en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV), en San Antonio de los Baños, y el director era uno de mis amigos. La actriz preguntó que cómo yo sabía de su película, respondí que había trabajado en la “escuela de cine”, como es conocida la EICTV, y entonces ella me preguntó: “Y tú, ¿sigues en la cocina?”. Esto, que recuerdo como un momento tan perturbador como casi maravilloso, es un exquisito ejemplo del modo en que funcionan los prejuicios. ¿Cómo fue que, celebrando una actuación dramática ytras presentarme yo como trabajador de esa escuela de cine, aquella persona concluyó que mi posición la-

boral era la cocina? ¿A qué elemento recurrir para hacer este cortocircuito deductivo que no fuese el color de mi piel? ¿Dónde y con quiénes “aprendemos” a hacer cosas como esta? ¿Quiénes cumplen el papel de “pedagogos de la racialidad”, nos enseñan desde niños que ese “Otro racializado” es inferior, corrigen cualquier error de interpretación; es decir, siempre que tratemos al “Otro” como un igual, se precipitan a intervenir de manera morbosa y vuelven a colocarlo en su “lugar”? ¿Quiénes asignan ese “lugar” y definen/deciden lo que hay en él? Semejante atribución al Otro es virtualmente idéntica a la manera en la que fabrica su comicidad el humor racista; en mi encuentro con la actriz, “algo”, una especie de contenido esencial no-nombrado, justificaría por qué razón ella, sin parpadear, me puso en el lugarcocina. Lo mejor en la historia es que la complicidad sobre la cual reposa la arquitectura del racismo es tan devoradora, pervertida o depredadora que la persona me “sitúa” con seguridad total y sin pensar, por un diminuto segundo, que en caso de estar equivocada yo me podría disgustar. Esto, el hecho de que el racismo funcione en tales códigos de complicidad e internalización, infiltración, introyección es lo que hace que sea aún más doloroso que un simple rechazo. VII El reforzamiento del dolor que nace del acto de “atribución” obliga, por el contrario, a una delicadeza máxima, extrema, por parte de aquellos que pueden herir, ofender, dañar a los sujetos que reciben el racismo sobre sí. En este punto, el punto de partida y regla básica es no asumir, sino preguntar, consultar, escuchar, instalar al respecto espacios de diálogo y participación; a ello se refiere la nota cuando destaca, entre los objetivos del Programa, “fomentar el debate público organizado sobre la problemática racial dentro de las organizaciones políticas, de masas y sociales, así como su presencia en los medios de comunicación”. Si la Revolución cubana, repetimos, “ha sido posiblemente el proceso social y político que más ha aportado a eliminar la discriminación racial”, la puesta en marcha del nuevo Programa incrementa todavía más la responsabilidad de las autoridades y decisores, de todo nivel, en lo tocante a la cuestión del racismo en todas sus manifestaciones evidentes, variedades, mutaciones o fórmulas ocultas. La responsabilidad a que nos referimos lo mismo abarca el momento en el que toca promover a alguien a posiciones de mayor jerarquía en los aparatos administrativo o político, que ese otro en el cual —a nombre de la Ley— toca detener, pedir que se identifique o juzgar sobre la libertad-futuro de alguno en el espacio legal. Responsabilidad y sensibilidad tienen que funcionar unidas, fundirse y mutuamente alimentarse

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 y, lo principal, exigirse, revisarse y cuidarse la una a la otra en la tarea que al individuo le corresponda. Lo principal a entender aquí es que lo que empieza por una incomodidad, al ver que se hace padecer a alguien por su color de piel, es apenas un primer paso en dirección al ofrecimiento de solidaridad y alianza, para de allí pasar a una militancia antirracista permanente y abierta. Si el racismo contiene ese núcleo enfermo que de modo permanente persigue la metástasis, la solidaridad y la militancia antirracista también demandan permanencia; es decir, no es un punto, acción o momento, sino una convicción a cuyo través el individuo se convierte en otro y acrecenta sus límites de acción participativa en el mundo y entre sus congéneres. Por eso, la única manera de ser antirracista es el estudio continuo de las variedades del racismo contemporáneo, en Cuba y en el mundo, la vigilancia crítica permanente sobre las posiciones propias, la constante interacción con ese Otro con quien creamos alianza y la realización de acciones concretas que amplíen las posibilidades para que pueda desplegar su mejor capacidad humana. VIII La última de las anécdotas personales que haré reproduce el fascinante parlamento pronunciado por la madre de una antigua novia: “¡Ay, Fowler, hablas tan bonito que cuando te oigo me olvido de que eres negro!”. ¿De qué forma entender esto? ¿Qué ocurre entonces cuando no hablo “bonito”? La lógica de esta pequeña historia es que el ingreso en la (alta) cultura y, en general, el saber, extraen del “lugar” que, de manera casi natural, “corresponde” al Otro marcado de manera negativa por su “africanidad” original. La historia también sirve para entender que la igualdad verdadera es la que acepta al Otro como igual sin antes someterlo a demostraciones o pruebas; es decir, para ser considerado igual o para, simplemente, ser aceptado e integrado no hay que ser especialmente leído, ni bello, ni buen vecino, pulcro, ni poseer mas virtud que la de ser persona. El bello poema Para la persona blanca que quiere saber cómo ser mi amiga, de la autora y activista estadounidense Pat Parker (1944-1989)[2], tiene cosas que enseñarnos al respecto: “Lo primero que haces es olvidar que soy Negra./ Segundo, nunca puedes olvidar que soy Negra”. Si bien no hay algún valor jerarquizador, distintivo y específico en lo correspondiente al posicionamiento cultural, político, económico o distinción social dentro de un grupo y los caracteres externos y visibles de las personas, sí hay diferencias en cuanto a la cantidad de discriminación, dolor, inmovilidad social, ausencia de expectativas, malas condiciones de salud, nutrición y

vivienda, empleo precario y otros indicadores de pobreza y sufrimiento histórico entre grupos humanos caracterizables, distinguibles o agrupables por sus atributos externos visibles. O sea, que la verdadera pregunta no es si hay diferencia entre blancos y negros (chinos, azules o verdes, si los últimos existieran), sino entre la cantidad, calidad, repetición y regularidad del sufrimiento que les toca recibir y asimilar no de acuerdo a quiénes son, sino a cómo lucen. Es aquí, llegados a este punto y después del largo recorrido que hemos hecho, donde esperan los dos cuestionamientos cuyas consecuencias el racismo no puede enfrentar de forma coherente. El primero, derivado de una idea de ese gran pensador que fue Stuart Hall, viene de la siguiente frase que él gustaba de emplear: “We are here, because you were there”: “Nosotros estamos aquí porque ustedes estuvieron allá”. La frase liga inferior y superior, blanco y negro, poder y desposesión, para mostrar de qué modo la calidad de vida del grupo favorecido depende estructuralmente de todo cuanto extrajo (y continúa extrayendo) del grupo en estado de privación. El Otro a quien el racismo extremo niega, rechaza, con quien no desea compartir o no quisiera ver, cuyas tradiciones y prácticas culturales no soporta o con gusto destruiría, está “aquí” porque antes sus tierras fueron conquistadas y sus recursos drenados por el sujeto hegemónico; con este acto lo mismo recibió el beneficio que dio nacimiento a la relación simbiótica que une a los grupos distribuídos en ambos lados de esta ecuación social. El segundo cuestionamiento, el más duro de aceptar por el sujeto hegemónico, es lo que la socióloga Peggy McIntosh denominó “privilegio blanco” y que da nombre a todo el conjunto de beneficios, apoyos y ventajas que las personas del grupo “raza blanca” (préstese atención a que he entrecomillado el término) reciben y, de modo inmerecido, tienen a su disposición desde que nacen y a lo largo de sus vidas. La siguiente frase de McIntosh, tomada de su célebre texto El privilegio blanco: Deshaciendo la maleta invisible, ilustra a la perfección no pocas de las complejidades a las que nos hemos venido refiriendo: En mi colegio y en mi casa, no me consideraba racista porque me enseñaron a reconocer el racismo solo en los actos individuales de maldad cometidos por miembros de mi grupo, nunca en los sistemas invisibles que conceden a mi grupo dominio racial no buscado desde el nacimiento. Después de esto, es decir, ahora, podemos al fin hacer que coincidan todos los hilos dispersos, ya que los “sistemas invisibles” de los que habla la autora nos recuerdan (al estar basados en un volver la mirada hacia otra

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 parte) la situación de compromiso y participación colateral, miasmática, ambiental, en la cual vivió buena parte de nuestros antepasados con respecto a la esclavitud. No necesitaban azotar a un esclavo para participar de la esclavitud, sino que les alcanzaba con no oponerse y recibir bienes (del tipo que fuesen) como si ello no tuviese que ver con la vida del esclavo o la esclavitud sucediese en otra parte. Idéntico no-mirar ocurre hoy cuando los que se encuentran en lugares de privilegio (que pueden ser de beneficios y ventajas en términos económicos, o de responsabilidad, por ser los sitios donde es organizado el presente y diseñados los futuros de las sociedades) ven a su alrededor, no encuentran allí al Otro racializado y no son capaces de preguntar (y preguntarle a ese Otro) por qué no “entra” a acompañar. El momento de mayor estremecimiento espiritual deberá de llegar cuando el integrante del grupo hegemónico vaya más allá del análisis crítico de la época en la cual vive, más allá de las limitaciones o errores de las estructuras estatales y políticas de un territorio determinado, más allá incluso de la memoria familiar y al encuentro de sí mismo. Convocando la memoria familiar va a recordar el nombre de quienes fueron los pedagogos y a reconocer todo cuanto le enseñaron a no ver o callar, los prejuicios, las maneras sutiles de introducir división, el modo en que el contenido racista sobrevive a través de mutaciones. Durante el encuentro con sí mismo tendrá entonces que hacer(se) la pregunta más desgarrante y desoladora: ¿todo cuanto ha obtenido a lo largo de la vida ha sido merecido?, ¿o ha sido protegido por la condición de miembro del grupo hegemónico? La mejor manera de responder a esta pregunta dual es introduciendo como contrapunto todo cuanto el “Otro racializado” está obligado a realizar o demostrar para ser considerado igual o aceptable; dicho de otro modo, agregando esa clase de subpregunta oculta, implícita, subterránea, desagradable, oscurecida que hay en lo siguiente: ¿qué es todo lo que no sé, no conozco, no he vivido o sido obligado a vivir y mi Otro racializado sí?, ¿de qué modo mi ignorancia me hace ser lo que soy y cómo soy, en tanto a él lo constituye un mar de conocimiento y experiencias y heridas que se me escapan? En uno de los más solidos aportes del texto citado, McIntosh presenta una lista de lo que llama “condiciones” que “actúan para sobreempoderar sistematicamente a ciertos grupos”; entre estos privilegios que conceden “el dominio en función de la raza o del sexo de una persona”; aquí es adecuado precisar que la afamada socióloga concibió el concepto “privilegio blanco” a partir de una investigación centrada en problemas del empleo femenino, en particular el momento

cuando descubrió que, si bien “los hombres no están dispuestos a reconocer que tienen excesivos privilegios”, al mismo tiempo que ello “reconocen que las mujeres están en una situación de desventaja”. Fue partiendo de esta paradoja (reconocer la desventaja del otro, mas no el privilegio de uno mismo) que ella desplazó la mirada hacia la problemática racial y propuso ese listado de condiciones del cual elijo aquellos momentos que mejor pudieran ser adaptados al contexto de nuestro país: Puedo encender el televisor o desplegar la primera página del periódico y ver que las personas de mi raza están ampliamente representadas. Cuando me hablan de nuestra herencia nacional o de la “civilización”, me muestran que las personas de mi color hicieron de ambas lo que hoy en día son. Puedo estar segura de que a mis hijos les darán material curricular que revele la existencia de su raza. Puedo entrar en una tienda de música y contar con que encontraré la música de mi raza representada; en un supermercado y contar con que encontraré los artículos de primera necesidad que se ajustan a mis tradiciones culturales; en una peluquería y contar con que encontraré alguien que me corte el cabello. Ya sea que utilice cheques, tarjetas de crédito, o efectivo, estoy segura de que el color de mi piel no va a tener un efecto negativo para la estimación de mi solvencia financiera. Puedo maldecir, o llevar puesta ropa de segunda mano, o no responder las cartas, sin que atribuyan estas decisiones a los malos principios morales, a la pobreza, o a la ignorancia de mi raza. Puedo hablar en público a un grupo de hombres poderosos sin que ello implique poner a prueba la totalidad de mi raza. Puedo actuar bien en una situación difícil sin que digan que soy un orgullo para mi raza. Nunca me piden que hable en nombre de todas las personas de mi grupo racial. Puedo estar completamente seguro de que si pido hablar con “la persona responsable”, voy a encontrar a una persona de mi raza. Si un policía de tránsito me para o si la Dirección General de Impuestos revisa mi declaración de impuestos, puedo estar seguro de que no me selecionaron a causa de mi raza. Puedo comprar fácilmente afiches, tarjetas postales, libros ilustrados, tarjetas de felicitación, muñecos, juguetes, y revistas para niños en las que aparecen personas de mi raza. Puedo decidir alojarme en lugares públicos sin temor a que las personas de mi raza no puedan entrar a esos lugares o reciban mal trato en los mismos.

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Si he tenido un mal día, una mala semana, o un mal año, no tengo que preguntarme si cada episodio o situación negativa tuvo un trasfondo racial. IX Pese a ser algo tangencial al presente análisis, merece señalarse que mucho de lo comentado hasta aquí tiene implicaciones, derivaciones, parentescos e identidades con otros ámbitos de discriminación y alianza como son los problemas de género, identidad sexual, creencias religiosas, discapacidad, entre otros. Salir de este laberinto, que igualmente es una prisión, es solo posible, como antes dijimos, mediante el esfuerzo continuo y el estudio para entender lo que el racismo es; mediante una vigilancia crítica incansable hacia nuestros pronunciamientos y posicionamientos, sean públicos o privados; a través del intercambio permanente con ese Otro racializado en cuya búsqueda vamos; gracias a la realización de acciones concretas para que tanto el Otro como Yo nos transformemos en una entidad superior, mutuamente solidaria de manera radical, siempre en proceso de búsqueda, análisis, crítica, cambio, crecimiento y mejoramiento común. Sin silencio, sin descanso, sin la ilusión de fechas, sino sabiendo que aquello que se reproduce, muta y se oculta necesita ser enfrentado en la misma dimensión total en términos de espacio o temporalidad. Con ciencia y en ejercicio de la conciencia, en la familia, en la escuela, el barrio, el grupo de los amigos, el ámbito laboral, el espacio público, los medios de comunicación, las escuelas, las instituciones culturales, las organizaciones de masas y las políticas, en las dependencias del Estado. Como expresara Díaz-Canel al hacer el anuncio del nuevo Programa: Tenemos todo el derecho y la posibilidad de hacer algo coherente, de impacto, que nos ayude a resolver estas problemáticas en nuestra sociedad y mostrar una vez más el nivel de justicia y de humanismo de la Revolución. Para una misión de este tipo toda la fuerza del Estado precisa de una sintonía armónica, perfecta, con toda la fuerza de las personas; de esa manera, al “factor del presente cargado de pasado, de divisiones coloniales y desposesión, de acumulación monetaria y dolor, represión, despotismo y crimen” que es el racismo, se oponen la acción colectiva, el debate extendido, la atención permanente de los medios de comunicación, la enseñanza en las escuelas y la dirección política sabia. Es un sueño de país en el cual al transformar, nos vamos a transformar. Al hacer las preguntas, nos vamos a preguntar. Al cambiar el mundo, nos vamos a cambiar. El gesto tremendo del cimarrón cuando defiende su libertad ganada: “¡ven!”

Hagámoslo y hagámonos. Víctor Fowler. Poeta, ensayista, crítico e investigador cubano. La Habana, 1960. Licenciado en Pedagogía (especialidad Lengua y Literatura Españolas) por el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona de La Habana. Trabajó en el Programa Nacional de Lectura de la Biblioteca Nacional y fue jefe de publicaciones de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, donde dirigió la revista digital Miradas. Entre otros, tiene publicados los poemarios El próximo que venga (Ediciones Extramuros, 1986), Estudios de cerámica griega (Editorial Letras Cubanas, 1991), El extraño tejido (Editorial Oriente, 2003), y El maquinista de Auschwitz (Edi-

ciones Unión, 2005)

CUBA: EL LUGAR DEL COLOR Por Dr. Esteban Morales Domínguez El tema de la llamada racialidad, posiblemente sea el más “desconocido” y difícil de nuestra realidad

social actual. Existen personas que no desean escuchar nada sobre el mismo. Las reacciones ante el tema racial aún son impredecibles, cubriendo una amplia gama de actitudes, que van desde la negación y el cinismo, hasta su no aceptación más despreocupada. Al racismo, históricamente en Cuba, siempre se le había enfocado más con el temor de crear la división social, que con la determinación de resolverlo. Por lo cual, negros, mestizos y muchas personas, poseedoras

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 de una conciencia sobre el tema, han tenido que esperar demasiado tiempo por un debate. Lo cual devino en la más flagrante contradicción y disfuncionalidad, dentro de una sociedad, extraordinariamente humanista, en la que se ha luchado por la justicia social y la igualdad, hasta los mismos bordes del igualitarismo Existen todavía opiniones diversas, que incluso llegan hasta negar que el tema racial este vigente en nuestro país. Sin dudas, hay en ello aun mucha ignorancia, un falso criterio de cómo eso afecta la unidad nacional; aunque no ha faltado tampoco la intencionalidad de evitar que el tema se discuta. Lo cual se ha expresado, durante largo tiempo, en la acusación de “racista”, que ha tenido, casi siempre que soportar, quien haya pretendido traer la cuestión racial a la superficie. Lamentablemente, después de haber devenido, durante muchos años de silencio, en un “tabú”, tenemos hoy en nuestro país un atraso considerable en el tratamiento del tema racial, tanto en el orden intelectual, cultural y científico, como político. Incluso, una parte de nuestros intelectuales ni siquiera lo menciona en sus enfoques actuales sobre la realidad social y cultural de la nación cubana. Lo cual refleja, sin lugar a dudas, dentro de nuestra intelectualidad, la existencia de concepciones diferentes, acerca de en qué momento histórico del proceso de desarrollo de la nación cubana nos encontramos. Creemos, ello es resultado, de que hay que acabar de aceptar, que a todos los que hoy somos cubanos, no les toco el mismo lugar dentro del proceso y espacios de formación de la nación, resultando imprescindible tener en cuenta esas diferencias, aportadas por los distintos puntos de partida históricos, para lograr asumir una actitud más realista ante la existencia de los grupos raciales, las desigualdades sociales y la cuestión “racial” en la Cuba de hoy. A la que unos llegaron como colonizadores(blancos) mientras que a otros los trajeron por la fuerza como esclavos. El discurso público es aún discreto, incompleto y no pocas veces irreproducido. Las acciones que se realizan para trabajar sobre las realidades que alimentan las desigualdades aun existentes, continúan teniendo un sentido global, aun, cuando estén enfocadas también hacia los sectores más vulnerables. Sin embargo, la variable “raza o color de la piel”, aun dentro de una práctica existente de “Acción Afirmativa”, sigue sin aparecer abiertamente, como un asunto de consideración, dentro de la política social, o al menos, no se le menciona abiertamente como algo que se toma en consideración. Nuestra sociedad cubana es, sin lugar a dudas, una sociedad “multirracial”, más bien “multicolor”, pero resta mucho aun para que esa multicoloridad, que no

es un simple problema de matices, pues encierra un largo y complejo trasfondo histórico, domine en todos los ámbitos de nuestra vida social. No tratándose tampoco de un asunto de representatividad numérica, de blancos, negros y mestizos en las diferentes posiciones, sino de terminar por asumirnos como lo que somos y lograr compartirlo en igualdad de condiciones. Dentro de lo cual, la cuestión de la distribución del poder aparece con mucha fuerza. Porque no todos los grupos raciales están en condiciones de imponerse por igual, para lograr los tan necesarios equilibrios de una sociedad verdaderamente multirracial (multicolor). Decía ese gran sabio y tercer descubridor de Cuba, Don Fernando Ortiz, que Cuba es un “Ajiaco”. Idea que compartimos plenamente, solo que modestamente agregaría que “el ajiaco aún se está cocinando”. Tenemos aún personas que no se sienten metidas dentro de la Olla, y que incluso quisieran salirse, o lograr disminuir la intensidad de la llama. Por otro lado, dentro de la Olla, tenemos algunas carnes y viandas, que son más de las que hubiéramos imaginado, antes de la crisis económica de los años noventa, que aún no se han ablandado. Entonces, parafraseando a Isaac Barreal, “…al ajiaco no debemos solo calibrarlo por el resultado esperado, sino también por el proceso de la cocedura”. Realidad que no todos estamos de acuerdo en asumir, pero que es de una importancia vital para el proceso de consolidación de la unidad de la nación, así como también, para sus alianzas políticas, con el resto de los pueblos colonizados( indígenas y afro descendientes ) del mundo y en particular con los de nuestro continente. Ante esa encrucijada nos encontramos todavía los cubanos de hoy. Aunque muchos no la entiendan o no la acepten. O tomamos acciones concretas, en todos los órdenes, para que el “ajiaco” termine su cocción, o perderemos la única oportunidad histórica, de terminar de construir la sociedad en la que de verdad deseamos vivir la inmensa mayoría de los cubanos .De no hacerlo, ello, al mismo tiempo, afectaría nuestra alianza con los 150 millones de afro descendientes y la población indígena, que en nuestro continente, ven a Cuba, no solo como un paradigma de emancipación política sino también social .Pues no es posible compartir con tales grupos las ideas de que “un mundo mejor es posible” y continuar soslayando los “desafíos del color” internamente. Cultura y Educación, son en nuestra opinión las opciones de defensa los ejércitos principales de esa batalla. Porque ya está más que demostrado, que, aunque el racismo se haya cómodamente instalado dentro del

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 capitalismo, acabar con este régimen social, no es suficiente para terminar con la discriminación racial y, sobre todo, con los prejuicios y estereotipos que la alimentan. Por lo cual, parafraseando a Gramsci, hay que acabar con la simple “cultura popular” y el inocuo “sentido común” de las cosas; hay que librar la batalla por la formación de la verdadera cultura revolucionaria. Pues la ideología burguesa es tan fuerte, que ha sido capaz de hacernos creer a muchos, que todas esas lacras del racismo y la discriminación, son la “cosa” más natural de la vida. Tengo un amigo que me dijo un día: “¿para qué tú quieres que los negros estén más en la televisión?, si ya tienen un canal para ustedes solos: el deportivo”. Reproduciendo así, aunque no lo quisiera, el cinismo con que aún no pocos cubanos abordan el tema. Por lo que solo un debate abierto, desde la cultura y la ciencia, puede acabar con esa suerte de hipocresía, heredada de la hispanidad, que nada tiene que ver con la cultura de una sociedad verdaderamente integrada y revolucionaria que deseamos construir. Contamos con una amplísima producción cinematográfica, literaria, danzaría, musical, histórica, cultural integrada, que en general, reivindica la presencia africana en la formación y desarrollo de nuestra cultura nacional, pero no mucho de esa encomiable labor, enfrenta directamente nuestra realidad actual, donde están presentes aun los estereotipos negativos sobre los no-blancos, los prejuicios, la discriminación racial y el racismo. Las tres investigaciones más amplias, de los últimos 40 años, sobre el tema racial en Cuba, no han sido producidas en el país, o por intelectuales que vivan en la Isla. Nacionalmente, aún poco se ha publicado, que aborde el tema como algo contemporáneo a resolver. Tenemos una historia escrita, en la que negros y mestizos aún están insuficientemente representados, dentro del proceso de formación de la nación y su cultura. Lo cual afecta todavía seriamente nuestra identidad nacional. Hay que acabar de introducir los Estudios etno raciales a todos los niveles. Estos tienen que estar presentes constante y sistemáticamente en nuestra educación y en nuestros medios, sobre todo en la televisión. Hay que educar para ser cubanos, no para ser blancos, como a veces resulta. Asumiendo los retos, aunque también las ganancias, de introducir el color en la formación de nuestra niñez y de nuestros jóvenes. Nuestra Educación no podría ser calificada de racista, porque todos los cubanos acceden a ella por igual, aunque sus limitaciones quedan. Sin embargo, no todas las raíces formativas de nuestra nacionalidad y de nuestra cultura, comparten por igual los planes y programas de

estudio. Por lo que no excluimos a negros y mestizos de nuestra educación, pero estos últimos, en la práctica diaria, no se sientan en las aulas a recibir una enseñanza, que por igual los asuma, como parte de una sociedad que es objetivamente uní étnica y multirracial. Pues, lo que no entra a la educación, no pasa a la cultura, y si nuestra educación es tan débil o a veces ha sido casi nula en el tratamiento de las cuestiones relativas al “color”, el problema del racismo y la discriminación que ello trae aparejado, no se podrán solucionar nunca. Los asuntos relativos a la formación de una identidad “multirracial” o “multicolor” tienen que acabar de tomar su lugar dentro de la educación cubana. Pues se trata de un problema que nos afecta a todos, al afectar la identidad de la nación vista como totalidad. Mientras ello no sea así, no estaremos realmente educando para ser cubanos de manera integral. No obstante, en los últimos 20 años hemos avanzado mucho. Trabajamos duramente para introducir en nuestros currículos académicos nuevos contenidos y una nueva forma de enseñar la historia nacional; comenzamos a explicar la problemática del color en la escuela; África, Asia y Medio Oriente comienzan a tomar su lugar, con mucha fuerza, no solo en lo cultural, sino también en lo social y en la educacional. Han aparecido con fuerza los Proyectos Comunitarios, los grupos de estudio, las publicaciones, un debate que toma fuerza en las instituciones, tanto culturales como educacionales y científicas. Aunque más lentamente, en el trabajo científico de las universidades y la ciencia en general. La Comisión Aponte, de la Unión de Escritores y Artista de Cuba (UNEAC) se comienza a hacer sentir, en sus fuertes vínculos nacionales con el Gobierno y el estado nacional. De modo que avanza el reconocimiento de la necesidad de constituir una institucionalidad, que permita reconocer el tema racial como un asunto que debe ser atendido a nivel nacional, con una Resolución Gubernamental, que lo reconoce como un tema a tomar en consideración a nivel nacional. Tanto desde el punto de vista educacional, como cultural, político y gubernamental. Hoy la presencia del negro y el mestizo toman cuerpo, tanto en la estructura política y gubernamental del país, como a nivel social. La Asamblea Nacional, ha adoptado una estructura con una gran representación de negros, mestizos y mujeres a nivel nacional. Raúl Castro, en la Asamblea nacional, debatió fuertemente sobre el tema de la presencia negra, mestiza y femenina en nuestro parlamento. Lográndose en el

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 mismo una composición racial como nunca antes había existido. A nivel de la estructura política, tanto nacional como provincial y a todos los niveles del gobierno, se observa fuertemente la presencia negra y mestiza como nunca antes en el país. (Ver: Discurso de Raúl Castro. Abril 19 del 2018). Donde habla ampliamente de la problemática racial. Entonces se ha avanzado considerablemente y existe la plena voluntad política de continuarlo haciendo. Hemos iniciado un periodo en el que la determinación es avanzar fuertemente hacia una consolidación del proyecto social de la revolución cubana, erradicando un problema que lo amenaza. Porque prejuicios raciales, discriminación y racismo, son totalmente incompatibles con el proyecto socialista cubano. Esteban Morales-Domínguez Cárdenas, Matanzas, Cuba, 1942 Miembro titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Economista y Politólogo, Doctor en Ciencias Económicas, e Investigador en la Universidad de La Habana. Profesor de Economía Política de la Facultad de Economía. Licenciado en Economía. Vanguardia Nacional del Sindicato de la Ciencia de Cuba.

¿SERÁN GENES RACISTAS LOS QUE CONSUMEN A LA NACIÓN?

por Alberto N. Jones

Después de 350 años de escla-

vismo en Cuba y 60 de racismo durante la seudorepública, fue iluso creer que ese engendro pudiera haber sido erradicado con un discurso de Fidel Castro en febrero de 1959 y otros que pronunció durante su mandato. Cincuenta años después de aquella alocución histórica, el presidente Raúl Castro tuvo que admitir públicamente que “se le cae la cara de vergüenza por el poco avance que ha tenido la problemática racial en Cuba” y nada ha cambiado desde entonces. Ningún indicio sugiere que Fidel y Raúl tengan el menor viso de racistas, pero es innegable la presencia de ese fenómeno en todas las esferas del Gobierno. No es preciso encontrar un documento o grabación que explique la persistencia del racismo en la Isla, porque los hechos hablan por sí solos. Cuba es el país de las reuniones de cuadras, asambleas, chequeos, conferencias, simposios, plenarias y congresos por excelencia, sin embargo, en más de medio siglo, ese tema jamás ha formado parte de la agenda de ninguna de ellas, lo que ha posibilitado la existencia de una voluminosa documentación de críticas, denuncias, conferencias, seminarios y acusaciones internacionales de racismo en contra de Cuba. Obstinadamente, el Gobierno cubano se ha negado a enfrentar esta tragedia social aduciendo que dividiría a la nación, mientras proporciona todos los medios y recursos a una sarta de aduladores y distorsionadores que mancillan la imagen del país, al suponer que podrán eliminar ese grave problema enmascarándolo o ignorándolo. Millones de personas creyeron que vivíamos en una Cuba postracial, hasta que se desmoronó la Unión Soviética. Pocos pudieron anticipar que un hecho ocurrido a miles de kilómetros de nuestras costas pudiera ser el detonador que hizo resurgir como en una tuberculosis encartonada, aletargada, que irrumpió en la sociedad con una brutalidad y virulencia nunca antes vista. El desarrollo del turismo, las corporaciones, las gerencias, las empresas mixtas, los viajes y estudios al exterior, carros, dietas y otras ventajas personales, estimuló las bajas pasiones, la ruindad y los peores sentimientos de la sociedad, que se expresó en la exclusión, la marginación y un racismo más agresivo, que el ejercido por la burguesía desplazada del poder. Muchos estudiosos detectaron esa anomalía en la década de los 90, trataron por todos los medios de alertar al Gobierno, que hizo caso omiso, lo que permitió que ese engendro hiciera metástasis en toda la sociedad. Al mismo tiempo, el Gobierno de los Estados detectó esa fisura social y capitalizó sobre este, creando infini-

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 dad de grupúsculos que se organizaron como bibliotecas independientes, sindicatos independientes y otros con nombres pomposos como Rosa Park o Martin Luther King, a quienes no conocen, pero pudieron cebarse en las injusticias, falta de oportunidades sociales y necesidades materiales de la sociedad. Sin embargo, la misma problemática racial que el Gobierno de Cuba negaba existiera, lo llevó a desplegar un concertado contraataque a través de la Sección de Intereses en Washington, llevando la realidad cubana al Caucus Negro del Congreso de los Estados Unidos, universidades, iglesias y cientos de organizaciones sociales, neutralizando inicialmente el barraje anticubano del Departamento de Estado. Pero en lugar de aprovechar la calma que siguió al vendaval mundial creado por la carta abierta Actuando Sobre Nuestra Conciencia en el 2009, que fuera firmado por el ilustre profesor Abadias Nascimento y otros 60 intelectuales negros, Cuba prosiguió como si nada hubiera ocurrido. Esa incongruencia llevó a muchas personas solidarias con la Isla en el mundo a cuestionar la imagen de la Cuba libertadora del cono sur de África y humanista del tercer mundo, frente la situación en el terreno caracterizado por el racismo, la marginación y la segregación en Cuba. No pocos cubanos y extranjeros que apoyan los principios de la Revolución se han preguntado, sin respuesta, cómo la pequeña comunidad hebrea en Cuba posee bellas sinagogas, cafeterías y un hotel en La Habana, mientras la Asociación Caribeña que debía promover la cultura afrocubana entre más de 60 embajadas de África y el Caribe permanece aletargada, ignorada, sin vida, en lugar de ser el puente natural entre Cuba, África y el Caribe. La minúscula Sociedad Asturiana posee lujosos restaurantes en la capital, los chinos poseen un vibrante barrio Chino y los árabes un bello centro cultural, mientras el mismo Ministerio de Justicia que supervisa esas actividades prohíbe la instalación de esos mismos servicios de gastronomía en el British West Indian Welfare Center y en la Tumba Francesa en Guantánamo y Santiago de Cuba y no concibe revivir un Club Atenas en La Habana. Caprichosamente, e influido por una poderosa fuerza racista asentada en posiciones clave del Gobierno, no se ha discutido ese asunto con la energía necesaria ni se han promulgado leyes tendientes a su erradicación, como ocurrió con el analfabetismo, enfermedades infecciosas o la contrarrevolución, arguyendo que la discusión del tema negro podría dividir la nación, sin valorar que su no discusión ha logra exactamente eso. El enorme riesgo político que Barack Obama tomó al

reestablecer las relaciones diplomáticas y visitar a Cuba, fue recibido con un mar de escepticismo, intrigas y demandas que se sabían estaban fuera de su autoridad. Otros recurrieron a la ofensa de “Oye Negro, tú eres Sueco”, hasta que expiró su mandato sin ningún avance en las relaciones o se implementaron algunos de los numerosos proyectos que eran posibles en aquel momento. Y llegó a la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump, un energúmeno que solo ha sabido destruir lo poco que se había avanzado, paralizando literalmente las relaciones entre ambos países y nadie ha expresado una demanda, exigencia y menos una ofensa en contra de la conducta irracional de este personaje. Es por ello que le cuesta mucho al Gobierno de Cuba persuadir a millones de personas en el mundo que están preocupados con el racismo, si Mariana Grajales es reverenciada como le corresponde, si la masacre de los independientes de color no ha sido diluida ni sus asesinos han sido indultados por los medios, como tampoco puede explicarse -sin excluir el factor raza- las absurdas exigencias, demandas y presiones aplicadas contra Barack Obama y la manifiesta blandenguería y tolerancia con Donald Trump. Esas acciones en su conjunto han tenido un efecto negativo sobre el país, ya que muchos hombres y mujeres de África, el Caribe, afroamericanos y latinos que una vez apoyaron incondicionalmente a la Revolución hoy dudan, y sus enormes recursos económicos que podrían ayudar al desarrollo del país, se invierte en otros lugares del planeta. Dr. Alberto N. Jones Es un veterinario jubilado que ha dedicado su vida adulta a lograr un cambio eficaz positivo y digno en su Cuba natal a través de varias vías de base. Hacia ese noble fin, creó la Fundación sin fines de lucro Caribeño-Estadounidense Infantil (Caribbean-American Children's Foundation) la cual ha sido una vía muy eficiente en este esfuerzo.

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 MI OPINION SOBRE RACISMO EN CUBA Por Repatriado Hace poco se publicó en Havana Times un artículo titulado ¿Serán genes racistas los que consumen a la nación? Comparto la opinión de la parte de la comunidad científica que aduce la existencia de divergencias genéticas que ameritan la diferenciación racial humana, la mejor prueba de eso está en las diferencias entre razas en cuanto a pronósticos médicos para algunas enfermedades. A la vez, defiendo como verdad demostrable que las diferencias de comportamiento, siempre a nivel grupal, dependen infinitamente más del ambiente donde se hayan desarrollado los individuos, que de predisposiciones genéticas a actuar en un sentido u otro. Con esto apunto que si la población carcelaria cubana es mayoritariamente negra, y la universitaria mayoritariamente blanca, en absoluto se debe a que los negros sean genéticamente más criminales o los blancos más inteligentes, sino a que el ambiente donde se desarrollan los negros y los blancos cubanos es marcadamente desigual. Un abismo se creó entre los blancos libres, ricos o pobres, pero con posibilidades de desarrollarse dentro de la sociedad, herederos de la ilustración, predispuestos culturalmente a la superación intelectual y al asociacionismo proactivo e interconectados en redes familiares que sujetaban y rescataban a los emprendedores, entre otras infinitas ventajas. Por otro lado, los negros fueron traídos, en muchos casos, de culturas que apenas superaban las neolíticas y que muchas veces no compartían religión, idioma y, en ocasiones, hasta eran ancestralmente enemigas. Separados de cualquier vínculo familiar previo, expuestos a experiencias traumáticas y deshumanizantes, coartada su libertad y minimizados por teorías “científicas” que atentaban contra su autoestima, entre otras infinitas desventajas. Puede pensarse que desde el fin de la esclavitud en 1886, hace 132 años, es tiempo suficiente y sonar a justificación lo que nos parece tan alejado, no es así, la tatarabuela de mi esposa fue esclava, eso es nada en términos sociológicos. Uniformidad racial. La Abolición fue el comienzo de un proceso que apenas está comenzando, proceso donde los negros, en una inmensísima mayoría extremadamente pobres, iletrados, sin conciencia grupal, capaces de articular asociaciones de mutua ayuda y autodefensa, pero sin proyecciones a futuro, herederos de tradiciones extrañas a

la comunidad, rechazados, estigmatizados, temidos, tenían que integrarse y competir con los blancos por las escasas oportunidades de trabajo. Lo peor de esas desventajas es que se reproducen una y otra vez generación tras generación en un ciclo viciado donde cada nueva generación de blancos y negros heredan ventajas o desventajas, donde el esfuerzo personal ha de estar acompañado de políticas públicas tendentes a igualar oportunidades y mucha suerte para que algunos negros, muy poco a poco, rompan las barreras de la particular evolución que como grupo han sufrido dentro de esta isla y logren salir de la marginalidad, maximizando las posibilidades de sus descendientes para competir. La marginalidad no es indecencia, pues es una situación que precede y condiciona a la conciencia, es vivir y desarrollarse en un ambiente donde la superación personal tiene profundas desventajas por un cúmulo de factores que pueden incluir mayores índices de criminalidad, de adicciones, de desestructuración familiar, lejanía física a las zonas económicas o estudiantiles y carencia de capitales acumulados intrafamiliares que ayuden a sostener iniciativas. Durante la época republicana poco se hizo a favor del equilibrio entre razas, lo cual no significa que no hubiese grandes adelantos y logros, normalmente a título individual, dentro de la comunidad negra. Pero el poco intervencionismo social del Gobierno se retrajo, incluso, en ese aspecto. El Estado posterior al 59 se adueñó de la iniciativa privada y acaparó e hipertrofió la sociedad civil cubana con desoladores resultados, pero como hasta un reloj detenido da la hora correcta dos veces al día, el totalitarismo gubernamental lo obligó a implicarse mucho más a favor de la igualación de las oportunidades, avanzándose notablemente en ese sentido. Los negros cubanos hoy gozan de mayor autoestima, a nadie se le ocurre discriminarles en una escuela o un hospital, al menos, no de modo ostensivo. Si se les segrega aún para puestos laborales no es por racismo, es porque hay más blancos con preparación profesional que negros, y si repletan nuestras prisiones es porque los barrios marginales siguen siendo mayormente negros. La gran mayoría de los cubanos que emigran son blancos, sea por tener familia emigrada previamente, sea por lograr contratos de trabajos debido a su mejor preparación. Esos cubanos que luego retornan o envían dinero son entonces, en su mayoría, blancos y de ahí el desbalance racial en la incipiente actividad económica privada en Cuba, pues del extranjero vienen normalmente los capitales iniciales para la pequeña inversión privada.

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Las aperturas económicas que necesita la Isla van a incidir directamente en una segmentación de clases y por supuesto que muchos negros estarán entre los mayores perdedores. El estado que surja cuando se acabe la dictadura ha de esforzarse en corregir esa herencia. Hay muchísimo más que comentar al respecto y ni de lejos agoto la multiplicidad causal del racismo, pero de momento dejémoslo aquí y quedémonos con lo fundamental, las diferencias entre blancos y negros no se deben a que haya una raza mejor, sino a que una raza ha contado con ventajas comparativas inmensamente superiores a la otra, dando pie a un ciclo que se retroalimenta. Mezclar la idea de genética cubana y racismo es contraproducente, pues desconoce la génesis del racismo y alienta una explicación determinista, es peligroso porque inmoviliza a la sociedad proveyendo justificantes biológicos que fructifican en las mentes facilistas y carece de base alguna, pues no hay tal cosa como una genética cubana. Repatriado Anónimo en Havana Times.

IN CUBA, THERE ISN’T A MOVEMENT FOR BLACK THOUGHT, OR BLACK PRIDE. IT DOESN’T EXIST. By Esohe Osabuohien In Cuba, to acknowledge one’s racial origin and history is considered taboo, and, in many cases censored—an after-effect of former President Fidel Castro declaring post-Revolution Cuba free of racism.

However, for some artists and activists, living in this post-race society has served as the ultimate form of censorship. “To me, Cuba is very, very racist, one of the most racist countries in the world,” said Luis Manuel Otero Alcántara, 30, a contemporary artist and activist, referring to the lack of freedom of expression given to Cuban citizens in denouncing the de facto racism that still exists in the country. Alcántara, a prominent member of Cuba’s growing artist-activist community, creates visual and performance art with the help of art curator, Yanelys Núñez Leyva, 28. Their art addresses social issues in Cuba such as racism, homophobia, the right to free speech, and gender violence. For them, art functions as a form of conversation between the people and the politics that affect them, often transcending historical lines to address past topics and policy changes made throughout Castro’s regime. One policy change that is often discussed in present day is Castro’s condemnation of racism and subsequent efforts to eradicate it on the island. On March 23, 1959, in a speech at the Havana Labor Rally, Castro condemned racial discrimination, and vowed equality for all in the workforce. A vow that he upheld by creating anti-discrimination laws for both the workplace and schools, launching a yearlong literacy program (Campaña de Alfabetización) that reduced illiteracy rates among all Cubans from 20 percent to 3.9 percent. From 1979 to 2003, Castro also worked to increase the amount of Afro-Cubans in government positions from 12.9 percent to 25.8 percent. In 1979, there were only 4 Afro-Cuban members on El Consejo de Estado (the State Council), and by 2003 Afro-Cuban membership on the Council consisted of 8 individuals. Nevertheless, this number has remained relatively stagnant in comparison to the approximately 70 percent white civil and public leadership, according to a 2007 report by economist Dr. Esteban Morales Dominguez. Currently, 5 Afro-Cuban members sit on the 31-member Council. “Blackness is expressed artistically, but not politically in Cuba,” said Elias (who asked that his last name not be used), overseer of Callejón de Hamel, one of the first spaces in Havana, Cuba, dedicated to Afro-descendants and Afro-religion. The Yoruba-based religion, Santería, is embraced wholeheartedly throughout the island, with Callejón de Hamel hosting a festival dedicated to rumba and the orishas (the gods and goddesses of Santeria) every Sunday. This event brings in both tourist and citizens alike to learn about Santería’s origin and partake in rumba,

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 a dance with African roots. Casa de África (Africa House), a small and independent museum located in the heart of Old Havana, showcases art from the continent of Africa as well as hosts weekly workshops on Cuba´s African heritage and culture. “Many Cubans know the importance of the Afro-Cuban tradition because part of the religion that exists in Cuba in this moment is the Afro-Cuban religion [Santería],” said Ernesto Moricette Pichardo, 22, a Cuban of Haitian descent. In fact, visitors to the island can easily find artifacts paying homage to the gods and goddesses in restaurants, stores, and in the homes of some Cubans. Throughout Cuba there are monuments dedicated to prominent civil rights figures and Cubans of color, such as Antonio Maceo, Dr. Martin Luther King Jr., and Malcolm X. In Vedado, the Fernando Ortiz Foundation is dedicated to providing citizens and visitors with information about Cuban ethnology and racial discourse. Despite the celebrations honoring Cuba’s ties to Africa, Afro-Cuban religion, monuments dedicated to prominent civil rights figures in both Cuba and America, and the election of their first Black parliamentarian president, Esteban Lazo Hernández, in 2013, Cubans of color still feel that they are misrepresented and do not have a space to either organize or express themselves. Two years into Fidel Castro’s regime, he announced at the Meeting of Confederation of Cuban Workers that the Revolution had effectively eliminated racism from Cuba—thus, making any mention of racism, or discrimination, in the country counterrevolutionary, and punishable by law. “When you have 300, 400 years of racism in Cuba, a system of racial discrimination… in two years, it is very difficult to say there isn’t any [racism]. I believe that there was an advance [toward] something better in 5 to 10 years, but when you make it a fact that you can’t talk about racism in Cuba the problem remains for 60 years like an atomic bomb,” Alcántara explained. Art is one of the ways that Cubans have begun to express their concerns about racism and discrimination in the country, despite, in recent years, a more intense government crackdown on artists and activists. In November 2017, both Alcántara and Leyva were detained by Cuban officials for having construction materials and were questioned about their upcoming involvement with #00Bienal de La Habana, an alternative artistic and cultural event to Cuba’s official Bienal XIII, which was postponed to 2019 due to budget constraints from the effects of Hurricane Irma. Also in November 2017, a music video by rapper El

Individuo, Rafael Bon Lemus, titled, “Mi Raza”, was censored by Cuban television for addressing racial themes and promoting awareness amongst Afro-descendants. For many Black and mixed-race (mulatto or mestizo) Cubans, racism is still prevalent in their lives through the economic constraints of the country’s two currency system. Those receiving remittances, usually white or lighter-skinned Cubans, coming from outside of the country, and Cubans who are able to work in the tourist industry benefit the most from this system. A 2004 study spearheaded by economist Angela Ferriol reported that Black and mulatto Cubans made up almost half of the lowest income bracket, while also representing approximately 94 percent of the state sector. The study also found that only 8 percent of this community received remittances, and none of them reported receiving hard-currency tips or salary. The lack of Black or mulatto Cubans whose income derives from tips in the tourism sector appears to stem from racially-based hiring practices, as reported in a 2001 study by Harvard Professor Alejandro de la Fuente. He stated that it was possible businesses tended not to hire darker-skinned Cubans, instead seeking out those with a “pleasant aspect"—or lighter skin. These hiring practices have been internalized by some Afro-Cubans. Independent studies conducted in 2017 by the Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR), a civil rights organization in Cuba, show that when surveyed on their opinions of who would be better suited for certain jobs, a group of 70 Black and mestizo women believed that hard labor and janitorial roles were better suited for Black women. The results from the survey further stated that white and lighter-skinned Afro-Cuban women belong in roles geared towards hospitality and tourism. “In Cuba, there isn’t a movement for Black thought. It doesn’t exist,” Alcántara said. He, along with other Cubans of color, acknowledge that the lack of Black pride in Cuba is related to Cuba’s cultural structure of associating Blackness with something that is ugly and undesirable. There is some desire in Cuba, as well as in other parts of Latin America and the Caribbean, to “adelantar la raza” or whiten the race. He added: “When I can say that I am Black, publicly, in an official newspaper… that is the first step of change.” (Updated on March 4, 2018, to include additional data.) Esohe Osabuohien A Detroit native, is a recent University of Michigan graduate with a dual concentration in Spanish and

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Communication Studies. At an early age, Esohe developed a penchant for writing and journalism, forcing family and friends to partake in impromptu interviews. Her journalistic drive was reinforced in college where she contributed to the online student publication Verge Campus, and as a contributor and ambassador for the blog, Intern Queen. Esohe has a passion for making a difference through her writing and storytelling by covering stories about culture and identity, and offering herself as a platform for those without a voice. She finds herself drawn to stories that intertwine race, culture, politics, and entertainment media. This will be her first time covering a story abroad.

RACISMO ¿INVISIBLE? EN CUBA Por Regla I. Cabrera Piedra ¿Y tú qué tienes hecho en la cabeza?… ”, le preguntan a ella por llevar su pelo afro natural. “El día que pruebes un/a negro/a, más nunca viras para atrás…”, comentan entre amigas. “Tenía que ser negro”, le dice una persona a otra que, al pasar por el pasillo de una guagua, la empujó sin pedir disculpas. Todas estas expresiones cotidianas, algunas más sutiles que otras, pueden escucharse en cualquier momento en Cuba. Si bien se trata de conductas y comentarios que algunos podrían considerar de bajísima intensidad, también son resultado de la interiorización de prejuicios racistas en la población.

El racismo no tiene que ser evidente ni expresarse radicalmente en la persecución, esclavitud y exterminio de personas, estas circunstancias extremas serían solo la punta del iceberg. Lo que no vemos es lo más preocupante porque no es agresivo, se vive como parte de la cotidianidad. Cuando intento visualizar este asunto en mi historia de vida para encontrarle sentido, rememoro mis años de estudio en la vocacional Vladimir I. Lenin. Me recuerdo rodeada de jóvenes blancas. Me sucede igual cuando pienso en mis años en la Universidad. Ahora me cuestiono: ¿es casual que en un país de tan diverso mestizaje hayan pocas personas negras en las aulas universitarias y en los preuniversitarios de alto rendimiento? Cuba es una nación de convivencias, integraciones y mezclas culturales diversas que emergieron a lo largo de nuestra historia. Inmigrantes negros e ibéricos (mayoritariamente españoles), indígenas y chinos fueron entrando en la sazón de lo que hoy conforma la “cubanidad”. Bien lo dijo el intelectual cubano Fernando Ortiz: “Cuba es un ajiaco (…). Mestizaje de cocinas, mestizaje de razas, mestizaje de culturas. Caldo denso de civilización que borbollea en el fogón del Caribe”. En un país de 11,2 millones de habitantes —reportados en 2012 por la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI)—, la composición racial está estructurada de la siguiente manera: 64,1% blanca, 9,3% negra y 26,6% mestiza. Aunque las cifras anteriores apuntan a un predominio de la población blanca, estos resultados han sido señalados por expertos como poco fiables, dado que provienen de valoraciones de los propios ciudadanos, quienes pueden que no se reconozcan como afrodescendientes, aun siéndolo. Mientras, un estudio genético llevado a cabo por el Centro Nacional de Genética Médica en 2018 concluyó que todos los cubanos son mestizos, independientemente del color de la piel. El estudio ratifica que, en escala porcentual, el origen se estructura de la siguiente manera: 2% asiáticos (China), 8% aborígenes (poblaciones mesoamericanas y suramericanas), 20% africanos (principalmente de Benín, Nigeria, Camerún, Gabón y Angola) y 70% europeos (predomina España y algunas partes de Italia). Sin embargo, estas cifras no son suficientes porque no nos dicen nada sobre lo que significan a la luz de la realidad cubana actual, tampoco nos hablan de la connotación que revisten y de lo que representan. Por ejemplo: ¿qué relación guardan con la diferenciación social existente según colores de piel? Silencio absoluto.

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 El hecho de que no se reconozca el problema es uno de los mayores desafíos. En el Informe presentado por Cuba en agosto de 2018 en la Tercera Reunión de la Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe, se asegura que el término “afrodescendiente” es ajeno a nuestra realidad. Se ignora así el bagaje intelectual que existe sobre el tema, mediante el que se ha defendido la causa antirracista, así como también se deslegitima el reconocimiento identitario de grupos poblacionales que sí se reconocen como tal. “Si negamos la existencia del tema y las insuficiencias sociales que lo alimentan, entre nosotros, estaremos comprometiendo, no solo el futuro de los aún discriminados, sino de toda la sociedad cubana. Pues el tema racial continúa siendo uno de los más complejos, desafiantes y desatendidos de nuestra realidad social actual”, asegura el investigador y analista político Esteban Morales. Cuba tiene méritos en torno a la lucha contra el racismo que deben ser tenidos en cuenta en la positiva contribución al problema, pero no por ello debemos darlo por superado, como se empecinan en demostrar los funcionarios desde la agenda gubernamental. El racismo viene constituyendo ese “gran desconocido” por la invisibilidad del tema. El informe anteriormente citado lo demuestra. En ese mismo documento se arguye que la legislación cubana vigente condena y sanciona todo acto de discriminación racial contra personas, grupos de personas o instituciones. Pero la realidad sigue siendo otra. La falta de estadísticas es un problema latente del que se sirve este informe para diluir datos desactualizados y negarlo, borrando así toda huella de la existencia de minorías étnicas. Al referirse, en algunos casos, a “cubanos que tienen color de piel no blanca” se produce la omisión expresa de una etnia que tiene nombre propio, además de que no existe un análisis de minorías sociales porque se declaran inexistentes. Mujeres y hombres, negros y mestizos, entran todos en el mismo saco roto, malamente tejido con parches que intentan disimular una supuesta igualdad. La ecuación entre los resultados desactualizados de un censo que carece de un análisis más profundo sobre la problemática racial y las evidencias reales que la ratifican, hasta ahora, no han tenido una solución. Y no es tan sencillo como despejar una variable en una fórmula matemática. Es preciso cambiar la ecuación enfocando el problema con lupa, de manera que nos permita ver que nuestro ombligo no carece de imperfecciones, que los supuestos “vestigios de discriminación racial” que cita

dicho informe, tienen mayores dimensiones de lo que se cuenta. Regla Ismaray Cabrera Piedra Estudió Comunicación Social en la Universidad de La Habana y un Máster en Comunicación en la Universidad de Sevilla. Trabajó como editora en la revista digital Cubahora y ha colaborado con otras publicaciones como Esquife, de la Asociación Hermanos Saíz. Creó su blog Reflejos para tratar temas como el racismo y la discriminación por género.

OLD HISTORY IN THE "NEW" CUBA: EXPLORING THE LEGACY OF RACE AND ECONOMIC INEQUALITY ON THE ISLAND TODAY By Elizabeth L. Drake and Jamie C. Davidow * Why does racism persist in Cuba? The 1959 Revolution promised to eradicate inequality and racism. However, more than fifty years later, prejudice and discrimination remain ingrained in Cuban society. Today, even after Fidel Castro ceded power to his brother Raúl, Afro-Cubans are scrambling to make extra money by selling products on the streets to supplement their shrinking income from government jobs. Ironically, Afro-Cuban direct participation is shunned in the private sector although they make their living selling products on the streets in view of these newly established businesses. This paper analyses the continuing presence of racial discrimination and subsequent economic inequality in

31 | E m i g r a c i ó n 3 ( 2 ) - O t o ñ o / I n v i e r n o 2 0 1 9 - © T o d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .


© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Cuba despite the regime's alleged formal elimination of these inequalities during the 1959 Revolution. Although the 1959 Revolution alleviated much of the institutionalized racism present in Cuba through "a set of reforms intended to eliminate racial disparity in public spaces, education and employment,"6 these reforms had their shortcomings. While these policies addressed Afro-Cuban issues of unequal access, they did not fix the inherent social biases against individuals with darker complexions.7 For the first several decades, Castro's newly implemented social and economic reforms such as free health care and education as well as the food rationing system8 were a success, they were not sustainable without outside financial support. Eventually, when the outside financial support ended, the underlying issues of racism and inequality that had been temporarily solved with these policies began to reappear. Although Castro's social and economic reforms helped bridge the racial gap in access to basic social services, Fidel Castro's policies did not address the underlying racial tensions that are a result of over three hundred years of slavery on the island.9 In part Castro likely prohibited discussion of race due to the divisive nature of the topic, which could undermine stability in Cuba. Admittedly, many of these revolutionary reforms enabled Afro-Cubans to have an active role in Cuban society.10 However, one Cuban scholar we interviewed noted that "the primary mistake in the battle against racial discrimination in Cuba was to assume that a political gesture could sweep away a cultural heritage of hundreds of years."11 The Cuban government succeeded in decreasing the racial gap through the aforementioned social reforms, but the reforms did not change racist attitudes that have been part of the island culture for centuries. These racist attitudes have continued as evidenced by the jobs afforded to the AfroCubans. Although the history of racism in Cuba allowed few positive outcomes for the Afro-Cubans, it provided them an opportunity to address their adversity through their distinct identity. While racism remained, as demonstrated by the two-tiered racial system in Cuba, Afro-Cuban participation in national wars enabled Afro-Cubans to develop a strong common identity, which helped them to mobilize after the abolishment of slavery.12 While the creation of a distinct Afro-Cuban identity enabled Afro-Cubans to find commonalities with each other, the legacy of racism remained inherent in Cuban society. Therefore, it can be argued that while the revolution created equality in some ways, it also succeeded in cultivating two very distinctive identities and experiences for its citizens. First, there is

the Spanish Cuban experience, which is proudly presented to visitors on the island. The other experience is that of the Afro-Cuban, which is largely ignored by the government and carefully hidden from the island's visitors. The evidence presented in this paper is based on primary and secondary documents as well as an academic research trip to Cuba in June 2016 where we met with several experts on politics and race.13 The paper unfolds in four sections starting with a historical overview that traces race relations from the colonial period to Raúl Castro's 2008 economic reforms. This leads to an analysis of the most recent economic reform package, the "Lineamientos," and the current status of Afro-Cubans. Since the election of Donald Trump in 2016, the future of U.S.-Cuban relations is uncertain. We briefly discuss how this uncertainty will affect Afro-Cubans' livelihood. Finally, we analyze the factors affecting the AfroCuban experience and propose recommendations to alleviate racism against Afro-Cubans. Existing Scholarship on Race in Cuba The literature on the topic of racial and economic inequality in PostRevolutionary Cuba is relatively limited. Many Cuban researchers have been unable to publish articles on the topic of racism because the government prohibits the discussion of dissenting ideas particularly about race. Therefore, many scholars face challenges in obtaining firsthand accounts from Afro-Cubans.14 Although the Cuban government has become more lenient in recent years in allowing citizens to have mobile phones and home computers, freedom of expression in Cuba is still very limited. Individuals who openly express and support dissenting ideas "are often subject to smear campaigns and arbitrary arrests, as are artists and academics who demand greater freedoms."15 Academia is supposed to be a forum through which scholars can express controversial opinions. However, the Cuban government does not permit this practice particularly regarding scholarship on Cuban politics, which is critical of the regime. Of the existing scholarship about the relationship of race and socioeconomic class in Cuba, we noticed three predominant categories. The first group encompasses research that establishes frameworks with which to study racism in Cuba. The next group is comprised of works that address Afro-Cuban identity, and the final group consists of research regarding the economic disparity between Afro-Cubans and Spanish Cubans. Literature regarding a Cuban framework that theorizes about race relations in terms of the revolution is very limited. Cuban Scholar Alejandro de la Fuente is the only author who has published literature about Cuba that mentions a framework for scholarship regarding

32 | E m i g r a c i ó n 3 ( 2 ) - O t o ñ o / I n v i e r n o 2 0 1 9 - © T o d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .


© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 race relations in the revolutionary period. In his work, de la Fuente argues that the existing literature tends to examine race in light of four potential explanatory frameworks (De La Fuente, 1995): (1) the revolution inherited and then solved the issue of racial discrimination; (2) the revolution inherited a race problem, then perpetuated it (De La Fuente, 1995); (3) the revolution had a positive impact on race relations (De La Fuente, 1995); and (4) despite the revolution's positive impact on race relations and its work to eradicate the most important aspects of inequality, racism and discrimination remain in Cuban society (De La Fuente, 1995). While we do not agree with all of De la Fuente's outlined frameworks, our research and discussion seek to examine race in light of frameworks two and four. We disagree with both frameworks one and three that De la Fuente proposes because our research suggests that the revolution inherited a race problem and attempted to fix it, but the reforms made were insufficient. Regarding framework three, we argue that the revolution did not have a positive impact on race relations because of the Special Period depression, which ushered in a new set of economic reforms that allowed Spanish Cubans to thrive and caused Afro-Cubans to suffer along the periphery. Finally, frameworks two and four support our research and analysis because they address two different facets of race and revolutionary reforms. We use these frameworks to explain the importance of the relationship between race and economics in Cuba, and how this relationship affects Cuban society in the modern era. There is comprehensive scholarship about the history of race and AfroCuban identity in Cuba dating back to the slave trade (Helg 1997, Benson 2016). Benson (2016) agrees, noting that the colonial legacy of slavery was the reason the Communist Revolution's attempt to establish racial equality was largely unsuccessful. One Cuban expert, speaking to us anonymously, proposed that race in Cuba has strong historical foundations and noted that the Afro-Cuban narrative is absent from recorded Cuban history and current popular culture.16 While this scholarship supports our argument in terms of historical background, this literature lacks analysis regarding the implications of this racial history on the economic and social atmosphere in Cuba today. Our research seeks to fill these gaps. Furthermore, there is also a group of researchers focused on the economic disparity between Spanish and Afro-Cubans (LeoGrande and Thomas 2002, Blue 2007). While Blue (2007) focuses on the Special Period (1989-2000), LeoGrande and Thomas (2002) study Cuban trade with the USSR. Blue (2007) argues that the Special Period economic reforms counteracted the

regime's attempted eradication of racial discrimination through social reforms at the start of the revolution. Leogrande and Thomas (2002) assert that the sugar trade partnership with the USSR was established as a way for Cuba to escape its dependency on the United States (LeoGrande and Thomas, 2002). However, this system led to a dependency on the USSR instead (LeoGrande and Thomas, 2002). Altogether, this body of research suggests that the Special Period created an economic crisis which, as Blue (2007) explains, reinstated socioeconomic classes and a racial hierarchy. The regime's social reforms equated racial equality with economic equality and did not acknowledge the social factors that contributed to racism in Cuba. Given this information, Blue (2007) seeks to understand the correlation between the decline in the government's influence on the daily lives of Cubans and rise of racial inequality in Cuba post-Special Period (2007). While Blue's (2007) study is very similar to our research, there are distinctive differences. Blue (2007) argues that Special Period economic reforms are the sole cause of the racial hierarchy present in Cuba today. Although the Special Period economic reforms are a major contributing factor to the racial hierarchy present in modern Cuba, it would be remiss to suggest that these economic reforms were the sole reason for racism on the island today. Our research suggests that the Special Period economic reforms are one of several economic and social factors that have put Afro-Cubans at an economic and social disadvantage in Cuban society. In essence, these scholars have shown that racism in Cuba is rooted in the social makeup of the island as a result of the colonial legacy of slavery. Moreover, the research reveals that Afro-Cubans suffered economic disadvantages under the Castro regime, particularly during the Special Period. However, research that takes a more holistic approach as to how these two aspects are interrelated is needed to address the Afro-Cuban experience. This paper will make suggestions to alleviate Cuba's status quo by discussing relevant factors not discussed together in prior research such as: Cuba's history, its economic and social policies, and the U.S. influence. The first proposal is that the Cuban government should work toward implementing equal opportunity employment laws. Second, the open discussion of racism and the history of Afro-Cubans must be encouraged to mitigate the inherent effects of racism in Cuban society. Third, because Cuba is moving toward a mixed socialist and free-market economic model, the government needs to regulate the private sector in order to create greater equality among races in the emerging private sector. Historical Overview: Exploring the Foundations of

33 | E m i g r a c i ó n 3 ( 2 ) - O t o ñ o / I n v i e r n o 2 0 1 9 - © T o d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .


© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Race in Cuba Race in Cuba today is the product of a long history of racial inequality, going back to the slave trade that began in the early 1500s. This section looks to explore the foundational history of race in Cuba, starting from the pre-revolutionary period and moving to Fidel Castro's ascension to power. This background is essential in developing a nuanced understanding of race in Cuba so as to comprehend the perpetuation of social and economic injustices despite promises of equality. Pre-Revolutionary Cuba Cuba's slave trade and subsequent race relations are inherently connected to both Spanish and American colonial presence on the island. Spain's colonization process, which began in 1492, quickly led to the complete annihilation of the indigenous people, both by violence and disease.17 By the early 1500s, wealthy Cubans began importing West African slaves to work on the sugar plantations in order to make up for the loss of the indigenous workforce. The wealth accumulated by the sugar plantations reinforced the dominance of slaves as the workforce in Cuba. By 1847, there were 437,000 slaves in Cuba.18 While the Castro regime emphasizes sugar as the dominant feature of Cuban economy and society during the time of Spanish rule, we argue that slavery was the foundation of economic wealth and societal success in Cuba, which today is a forbidden narrative within Cuba itself. After the U.S. took control of Cuba from the Spanish following the Spanish-American War in 1898, the colonial legacy of racial inequality continued. In fact, the United States military discriminated against black Cubans by rarely appointing them as officers. Aline Helg's account of the Afro-Cuban struggles reminds us that "the U.S. military government demobilized the Liberation Army and discriminated against blacks and mulattoes when appointing officers for the newly created rural guard and artillery corps."19 Although slavery was outlawed in 1886 in Cuba, it left an enduring legacy on the islanda rigid social hierarchy that remained a crucial component of Cuban society until the 1959 Revolution. Social classes were based on race and economic status, with wealthy landowners of Spanish descent at the top of the social hierarchy and African slaves at the bottom. With the goal of gaining rights equal to those of Spanish Cubans, Afro-Cubans fought in the Independence War against colonial Spain, but "they discovered that the stereotypes of inferiority attached to them by the Spaniards had not been erased by their role in the war."20 The narrative of white Cuban supremacy was already ingrained in the island's society, politics, and economics.

The legacy of racism continued during Fulgencio Batista's U.S.-backed dictatorship (1940-58) despite his being the first non-white president of the Cuban Republic. His election was a significant moment in Cuban history that is sometimes overlooked due to the corruption and violence he brought to Cuba. His time as president ushered in an enormous amount of American tourism. As a result, gambling and prostitution ran rampant, and Americans owned many hotels and restaurants. White Americans and wealthy Cubans thus monopolized the economic sector and further cemented the racism already existent in Cuba. Racism, discrimination, and social exclusion were widespread prior to the revolution and affected not only Afro-Cubans but also people of mixed race and the poor.21 In pre-revolutionary Cuba poverty and race were not mutually exclusive groups because there was considerable overlap. The majority of AfroCubans and mulattos in Cuba lived in extreme poverty in prerevolutionary Cuba due to a lack of education and an inability to obtain jobs. According to Alejandro De la Fuente, "it is not unreasonable to assume that their educational situation deteriorated during the late pre-revolutionary period."22 The poor, especially impoverished Afro-Cubans and mulattos, were disgruntled by their lack of adequate education and other social services, and consequently their lack of social mobility in pre-revolutionary Cuba. As a result, many Afro-Cubans and mulattos began to support Fidel Castro's July 26 Movement, hoping for a change. Fidel Castro's Rise to Power Fidel Castro capitalized off of Afro-Cubans' anger about economic and racial inequality. In the beginning of his campaign, "Castro gained the support of many Cuban citizens with promises to restore political and civil liberties."23 These initial campaign promises were relatively moderate and appealed to many Cubans. However, "later, Castro began to take a more radical tone, nationalizing American businesses on the island, and further angering the U.S. with an increasingly antiAmerican rhetoric, and aligning with the Soviet Union in a 1960 trade deal."24 These initial campaign promises were relatively moderate and appealed to many Cubans. However, "later, Castro began to take a more radical tone, nationalizing American businesses on the island, and further angering the U.S. with an increasingly anti-American rhetoric, and aligning with the Soviet Union in a 1960 trade deal."25 While Batista and the U.S. reinforced these economic and racial divisions as a way to control Cuba economically and politically, Fidel Castro upset the balance of control by encouraging Afro-Cubans to support his July 26 Movement.

34 | E m i g r a c i ó n 3 ( 2 ) - O t o ñ o / I n v i e r n o 2 0 1 9 - © T o d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .


© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Throughout the movement, Fidel Castro and his guerrillas continuously demanded the return of the 1940 constitution because it created a level of social equality that was impossible under Batista.26 The 1940 Constitution created social equality by providing free education and health care to all Cubans regardless of race or socioeconomic class. It is possible that Fidel Castro actually believed that creating equality through social programs eliminated racial inequality. Indeed, Castro's policies granted Afro-Cubans many rights that they did not previously have. As a result of socialist reforms Afro-Cubans were no longer at the bottom of a rigid social hierarchy because the regime had instituted reforms giving equality to all. However, these reforms did not address the problem of Afro-Cuban criminality. Afro-Cuban criminality remained prevalent on the island despite reforms. According to Blue, "Racial stereotypes of black criminality abound in Cuba and the vast majority of Cuban prisoners are black, despite the equalization of class differentiation normally associated with crime."27 While Afro-Cubans gained rights through Castro's policies, racism continued to exist notably in the disproportionate number of criminals. Another reason Fidel Castro hesitated to address race explicitly because he needed the support of Afro-Cuban leaders as well as widespread support from all Cubans for his new government.28 Support from AfroCuban leaders came because the majority of Afro-Cubans did not have access to education or health care under Batista and stood to benefit from Castro's social reforms. According to a 1962 survey, "80 percent of black Cubans were wholly in favor of the revolution, compared to 67 percent of white Cubans."29 In addition, Afro-Cuban support for Castro and a communist regime is also reflected through much of the poetry and art produced by Afro-Cubans at this time. "Black Woman" Now I exist: only today do we own, do we create Nothing is foreign to us. The land is ours. Ours the sea and the sky The magic and the vision. Compañeros, here I see you dance Around the tree we are planting for communism. Its prodigal wood resounds. One poem found in Nancy Morejón's "Black Woman"30 demonstrates the emotional and physical response of black women to Castro's revolutionary guarantees, thus showing that Castro's goal of unified support from AfroCubans was not unfounded. Morejón's work illustrates the power of Castro's communist revolution and the beautiful promise of a country

whose people are united under a common desire for equality. Fidel Castro's promise to combat such structural issues – the first leader in Cuba to do so – as well as his successes against the seemingly all-powerful United States gave many Afro-Cubans hope. And yet, "from its start, the revolutionary movement was dominated by middle-class white men."31 Castro's own revolutionary government was not inclusive of black women like Morejòn. In 1959, Fidel Castro developed a campaign to eliminate racial discrimination in the new republic.32 Through this campaign, he inadvertently created one of the greatest legacies of the regime.33 In time, with help of the newly established social programs and the campaign to end racism, Afro-Cubans reached a level of economic prosperity that would not have been possible outside of the Castro regime. Castro implemented these programs not necessarily because he wanted to improve the economic standing of Afro-Cubans, but because social equality and racial unity were crucial in order to create a universal Cuban identity grounded in the revolutionary values of equality for all that would ensure loyalty to the Castro regime.34 For years, Afro-Cubans enjoyed racial equality under the Castro regime as a result of the reforms that Fidel Castro had implemented after the revolution. In particular, "the government relied on socialist mechanisms of social justice to solve its ‘race problem'."35 The social reforms created equal pay, education, and job access, which created complete economic equality in Cuba with the help of considerable economic support from the USSR. However, it is important to note that the government's legislative attempt at eradicating racism failed because they did not induce changes in social norms, allowing subconscious racism to persist. From 1959-1989, everything was owned by the state, and subsidized heavily by the Soviet Union. In 1964, Cuba and the USSR signed a five-year trade agreement, which stated that the Soviet Union would increase sugar imports at a higher price than the world market.36 Cuba was insulated from fluctuations in international sugar prices, and the USSR continued to finance the Cuban trade deficit.37 Cuba maintained relative economic equality among its citizens regardless of race during this period. With the economic support that Cuba received from the USSR, the socialist revolution in Cuba flourished. Many of the social reforms that Fidel Castro implemented such as socialized healthcare and education established positive results for all races. According to Blue, "by 1981, equal levels of whites, blacks, and mulattos were graduating from high school and university. Life expectancy and the infant mortality rate had improved for the entire population, with only

35 | E m i g r a c i ó n 3 ( 2 ) - O t o ñ o / I n v i e r n o 2 0 1 9 - © T o d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .


© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 a slight white and non-white gap."38 While the increase in education for all races as well as the improvement in infant mortality rate indicates that racial inequality had dissipated since the start of the Revolution, the success of the social programs accounts for only the economic aspect of racial inequality. Fidel Castro implemented the economic and social reforms believing that they would eradicate inequality on the island, whether racial or economic. The implementation of socialized education allowed all races equal access to jobs and equal economic compensation. However, De La Fuente proposes in his framework two that the revolution inherited and perpetuated a race problem.39 Additionally, in framework four, he suggests that the revolution had a positive impact on race relations, but racism and discrimination remain in society.40 Thus De La Fuente suggests that these policies did not address the issues of institutional racism that remain present in Cuba but only addressed economic and social reforms. According to the Council on Hemispheric Affairs, "The Castro government achieved more for blacks in fifty years than previous administrations had in the last 400 years; his policies only addressed issues of unequal access without changing structural biases underlying society."41 In addition to ignoring the racial biases ingrained in Cuban society, the regime also censored the discussion of race relations in the public sphere. Its problematic rationale was that if discussions of race were illegal, then it also did not exist. This error perpetuated a legacy of systemic racial inequality with no repercussions. The lack of open discussion about race relations made it impossible to adjust and improve policies that were intended to help Afro-Cubans, countering the initial benefits of the social reforms.42 In reality, it is more likely that Fidel Castro prohibited discussion of race in Cuba because it was a divisive issue that threatened his ability to maintain control. Open discussions about race concerned the new regime because debates about race had the possibility to threaten national unity in the face of the U.S., which was encouraging the destabilization of the communist regime.43 The U.S. aspired to dismantle the regime not only because Castro had expelled all U.S. businesses from Cuba and nationalized the land, but also because of Cuba's proximity to the U.S. and their relationship with the USSR. Whether Fidel Castro knew his decision to accept monetary support from the USSR would dictate decades of U.S.-Cuban relations is hard to say. However, it is clear that Castro elected to partner with the USSR in an effort to break away from U.S. influence because "Castro's courtship of the Soviet Union

began shortly after the revolution with a visit to Havana by Soviet Vice Premier Anastas Mikoyan. As he took on the United States he knew he needed Soviet protection in order to survive."44 At first, Castro likely assumed that a partnership with the USSR would protect Cuba from the U.S. and also ensure monetary support for social and economic programs. However, this alliance dictated the entire course of Cuba's economic and political future, an outcome that Fidel Castro could have anticipated. Once the partnership between Cuba and the USSR developed, the U.S. would implement any means necessary to retaliate against the regime. Castro knew this and although the regime was somewhat protected because of his relationship with the USSR, he could not risk a nation divided by talks of race or socioeconomic status otherwise he could lose power. The United States used Castro's concern about division as well as Cuba's relationship about the USSR to sanction Cuba. Accordingly, "Washington asserted that Cuba's alliance with the Soviet Union and its behavior internationally constituted a national security threat to the United States. The embargo was therefore necessary to contain a nearby enemy."45 Then, President Eisenhower withdrew the U.S. embassy from Havana in 1961, and in April the CIA's force of trained Cuban exiles landed in the Bay of Pigs.46 From the 1960s until Obama's second term as President, the U.S. continued with the embargo against Cuba even though decades had passed since the fall of the USSR.47 It can be inferred that the status of U.S.-Cuban relations today is heavily influenced by Cold War Politics, and because Cuba has very little to offer the U.S. the government can continue to implement the Cold War Era political policies against the island nation. Following the Cold War era, the U.S.' main argument against Cuba is that "the regime violates its citizens' human rights and ought to be overthrown for their benefit."48 The U.S. does not explicitly discuss race as one of Cuba's human rights violations, and it is possible that the U.S. is not concerned about the plight of Afro-Cubans. However, the fact that the U.S. continues these strong Cold War foreign policy measures against Cuba indicates that the human rights argument against Cuba is another attempt to incite opposition against the regime particularly in present Cuba in which more people have access to internet and outside news. It is clear that the U.S. government is using Cuban human rights abuses as a justification for continuing the embargo because, "U.S. policy toward no other country, from China to Russia to Saudi Arabia, has been so exclusively predicated on human rights as Cuba policy has – at least at face value."49 The U.S. justifies the embargo

36 | E m i g r a c i ó n 3 ( 2 ) - O t o ñ o / I n v i e r n o 2 0 1 9 - © T o d o s l o s d e r e c h o s r e s e r v a d o s .


© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 because of Cuban human rights abuses while failing to address similar violations in countries that the U.S. closely depends on for natural resources. The U.S. policy exists to divide the country against the regime rather than truly caring about the difficulties facing AfroCubans. While the economic stability in Cuba prior to the collapse of the USSR allowed Spanish Cubans and the regime to forget about the issue of racism in Cuba, racism continued to exist. The overall quality of life in Cuba was improving for all Cubans thanks to socialized health care, food rations, and free education but below the surface, racism perpetuated. While the AfroCuban experience at this time was not free from racism as the regime claimed, it was concealed by revolutionary reforms that eliminated many of the economic inequalities between races. For Afro-Cubans the benefits of the communist regime outweighed the problems of racism that were largely hidden because of social benefits. Although there is very little quantitative data about the correlation between the wage gap and race during the Special Period, information from a 1981 census shows that Afro-Cubans were overrepresented in the poorest urban neighborhoods with overcrowded and dilapidated houses.50 In the beginning of the revolution the state owned every industry and wages were essentially equal, so the housing disparity among races was not of concern to the government because everything else was equal. With the fall of the USSR and the onset of the Special Period, the days in which race and economic status were not an issue in Cuba disappeared. Fidel Castro's social programs allegedly eliminated race and class in Cuba for good, but were only temporarily successful during the Revolutionary Period because of financial support from the USSR. Cuba's "Special Period" of Economic Depression So as to overcome the economic depression after the fall of the USSR, which Fidel Castro aptly named the Special Period, the regime had to institute economic reforms in order to survive. These reforms included allocating more funds to the tourism sector, establishing a dual monetary system, legalizing remittances, and increasing foreign direct investment. The government transitioned the economic system from a state socialist model to a mixed model with a combination of state sectors and a small private sector.51 The mixed economic model allowed the economy to rebuild after the fall of the Soviet Union, but these reforms required the regime to prioritize economic survival at the cost of forgoing a totally communist economic system. How did these reforms affect the Afro-Cuban population in Cuba? One problematic outcome was that the

regime began to move from its traditional staterun economic system to a mixed socialist and free-market model. The evident drawbacks to this mixed economy include the increased wage gap, the reappearance of racial and economic hierarchies between Spanish Cubans and Afro-Cubans, and finally the resurgence of institutionalized racism. Due to the wage gap, racial and economic hierarchies resurfaced, and the colonial legacy of institutionalized racism reappeared. According to Leogrande and Thomas, "Food shortages appeared, along with neurological diseases related to poor nutrition. The resulting political discontent produced serious anti-government disturbances and growing pressures for emigration."52 Emigration to the United States required a level of privilege that few Afro-Cubans had access to, so the majority of Afro-Cubans remained in Cuba and continued to work for the government while the remaining Spanish Cubans transitioned to jobs in the private sector. The wage gap was further exacerbated when the regime lowered state salaries, which primarily impacted Afro-Cubans, the majority of whom worked in the state sector. Inflation became a way to transfer financial resources from state employees to the state budget, which made it possible for the state to avoid unemployment and maintain the existing levels of spending on health and education services.53 However, with the legalization of small businesses, wealthy Spanish Cubans began to open small businesses such as Paladares and Casas Particulares, which are in home restaurants and in home accommodations for tourists respectively. AfroCubans could not open these types of small businesses because their homes were typically in bad condition and in undesirable areas for tourists. A survey by geographer Sarah Blue provides a more accurate portrayal of the overall wage-gap between Afro-Cubans and "white" Spanish Cubans because it reflects the effects of Special Period economic reforms on race. According to the survey, "70% of whites work in the low-paying state sector, compared with 81% of mulattos and 84% of blacks.54 Conversely, the proportion of whites among the selfemployed is three times larger than among mulattos and blacks."55 Blue's survey, which was taken at the end of the Special Period, indicates that Afro-Cubans and mulattos together held the majority of jobs in the state sector and very few were self-employed, so together Afro-Cubans and mulattos occupied the majority of the lowest paying jobs on the island. The survey shows the existence of a wage gap between Afro-Cubans and Spanish Cubans due to an unequal distribution of races in the public and private sectors. It can be inferred that these inequalities between Spanish Cubans and Afro-Cubans

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 emerged during the Special Period for the following reasons; the legalization of small businesses, increased foreign direct investment especially in the tourism sector, increased remittances, the poor quality and location of Afro-Cuban housing, and finally the creation of the dual-currency economy. These temporary reforms had long-lasting effects on race relations in Cuba. The mixed economy that Cuba used during the Special Period had clear benefits for the regime, which prospered with minimal assistance from other countries. All of these effects enabled the pre-revolutionary racial and social hierarchies between Spanish Cubans and Afro-Cubans to flourish once again because many Spanish Cubans were able to advance financially in ways that Afro-Cubans could not. While economic liberalization occurred in Cuba out of necessity, many of the outcomes of economic liberalization were unintentional. The regime continued to enact reforms that generated higher revenues and stressed the importance of "selfsufficiency to reduce the need for imports, and called for increasing foreign investment and exploiting the potential of the tourism sector."56 The state increased funding to the more lucrative tourism sector, which advertised Cuba's beautiful beaches, kind people, and inexpensive bars to attract foreigners to the island with money to spend. In addition to increasing funding to the tourism sector, Fidel Castro also legalized the use of the U.S. dollar in Cuba, which created a dual monetary system. The Cuban government legalized the use of the U.S. dollar in the form of the Convertible Cuban Peso in addition to the Cuban Peso as a short-term solution to a lack of hard currency on the island. The use of the U.S. dollar in Cuba is an interesting phenomenon because of the U.S. and Cuba's complicated history of foreign relations. Because the Cuban Peso was not strong enough to use to purchase necessary goods on the global market without financial support from the Soviet Union, Cuba needed the Convertible Peso in order to purchase necessities, such as crude oil, grain, and fruit.57 Furthermore, "given that many Cubans already received US dollars from family members abroad, the government simply legalized a currency that had been circulating within the economy illegally."58 Similar to the regime's emphasis on tourism, which was not intended to become an important source of long-term income for the country, the dual monetary system outlived the Special Period, and continues to operate as a way to regulate the economy. Despite the Cuban government's hope that the two currencies would be a short term economic solution, the use of dual currency continues into the present.

Although, the government operates off of two currencies, the Cuban Peso (CUP) and the Convertible Cuban Peso (CUC), neither of these currencies is exchangeable in foreign markets.59 "The CUC is pegged to the dollar and worth 25 times as much as the CUP."60 The reason that the CUC's value is pegged to the U.S. dollar dates back to Special Period politics. After collapse of the USSR, the trade agreements that kept the Cuban economy going disappeared. In an effort to stimulate the economy, Fidel Castro legalized the possession of U.S. dollars, which many wealthier Cubans received from relatives in the United States.61 At this time, "Dollar stores [are] mushroomed to capture the money flowing in from newly welcomed tourists and Cubans living abroad. Meanwhile, all Cuban state workers were still paid a pittance (less than $20worth a month) in the old Cuban peso."62 The legalization of the U.S. dollar and the creation of the CUC helped the Cuban economy get back on track. At first, the United States had little to say about the legalization of U.S. dollars in Cuba, but under the George W. Bush Administration new policies governing Cuba's use of the dollar forced Cuba to make policy changes governing the use of U.S. currency. In the U.S's on-going ideological battle with the Cuban regime, the Bush Administration enacted policies restricting dollar remittances to Cuban families by Cuban American relatives, and the government also attempted to prevent international banks from providing Cuba with U.S. dollars, which Cuba needed because the Cuban peso cannot be used for international trade.63 As a result of Bush's policies, Fidel Castro barred U.S. currency notes from being used as payment on the island.64 In order to continue using the dollar, which remains essential to the Cuban economy, Fidel Castro introduced his own policies sanctioning U.S. currency on the island. These days, anyone on the island with U.S. dollars has to exchange them to the CUC, which can then be used to purchase goods and services. Anyone who exchanges dollars to CUCs receives 13% less because the government issues a 10% penalty to exchange U.S. dollars along with a 3% transaction charge.65 Despite the taxes, Cubans who work in the tourism sector or who receive remittances from family abroad continue to use dollars to purchase items that they need and cannot get through the government's rationing system. Since the beginning of the communist revolution, many Cubans received illegal remittances from family abroad. In many Cuban households remittances were akin to a second income, which families used to purchase necessities on the black market that were not available through government rations. During Special

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Period reforms, the government permitted Cubans to receive remittances as another way to infuse more money into the Cuban economy. "The inflow of remittances and private transfers from abroad influenced the liberalization process."66 According to studies discussed in Dominguez et al, "The effect of remittances allows households to double their consumption."67 Many of the AfroCubans that we spoke to while in Cuba explained that their families are more limited economically because they do not receive remittance due to a lack of family abroad. According to Arsenault, "the people benefiting from remittances are white; the landlords are white. As capitalism creeps into Cuba more than 60 years after a revolution that promised social equality, local residents and analysts are concerned about the gap between the haves and have nots and the ethnic undertones of growing inequality on the island."68 The majority of remittances are sent to Spanish Cubans whose families had wealth prior to the revolution and some family members were able to leave Cuba and send money back. As a result of the legalization of remittances, many Spanish Cuban families survived the Special Period without economic hardship unlike Afro-Cuban families who were not likely receiving money from abroad. Therefore, this policy contributed to the racial hierarchy reappearing as Afro-Cubans quickly slid back into poverty. In addition to remittances, the dual currency and in home businesses, the government implemented foreign direct investment as a final mechanism to promote economic growth during the Special Period. In 1992, the regime enacted a constitutional amendment that permitted a maximum of forty-nine percent private foreign ownership in joint-enterprises.69 The government continued to have considerable control over foreign corporations, but with the amendment the regime was able to attract new investments primarily in the tourism sector.70 Foreign direct investment enhanced Cuba's tourism infrastructure and upgraded many hotels in order to better appeal to tourists from Europe and the United States which in turn created jobs in the private sector of the tourism industry that paid in U.S. dollars rather than Cuban pesos. Employers in the private tourism sector favor light skinned Cubans over Afro-Cubans due to the perception that light skinned Cubans embodied the authentic cultural experience that tourists were expecting. As a result, many of the outcomes of economic liberalization had negative impacts on the Afro-Cuban community.71 De La Fuente‘s (2001) research found the prevailing opinion within Cuban society to be that "AfroCubans are unattractive, dirty, prone to criminal activ-

ities, inefficient or lack proper manners and education."72 De La Fuente's research demonstrates the obvious existence of racism in Cuban society, despite what the government insists. While the intent of the nationalistic, communist agenda behind ending racism seems positive on the surface-level, especially in comparison to other Western countries, the daily experiences of Afro-Cubans portray a failed revolutionary goal. This history demonstrates the social and economic disadvantages Afro-Cubans have encountered. The roots of the contemporary Afro-Cuban experience lie in historical racism. The Cuban Revolution purportedly outlawed racism but when Fidel Castro stepped down and handed power over to his brother Raúl, Afro-Cubans continued to live in a state of inequality. The legalization of the U.S. dollar in addition to the establishment of a small private sector re-created economic class divisions in Cuban society. Life in the "New Cuba" after the Special Period was very difficult for those who lacked access to U.S. dollars, and Afro-Cubans most often did not. This hardship combined with ingrained racism sparked a cultural movement to preserve AfroCuban heritage. The next section introduces the economic reforms under Raúl Castro and explains how they have continued to affect the Afro-Cuban population adversely. Contemporary Experiences and Raúl's Economic Reforms Labelled "Lineamientos" The resurgence of Special Period racial divisions have continued to worsen under Raúl Castro's authority because of a series of economic reforms (lineamientos) particularly those governing privatization that he implemented to expand the economy. Given the history of racial inequalities, the new set of reforms (lineamientos) under Raúl Castro led to six specific outcomes that merit analysis-four negative outcomes and two positive outcomes. The two positive outcomes that improved life for Afro-Cubans as a result of these lineamientos are social and educational tools, which are used to combat the persistence of racism on the island. Social tools include discussing existing racism in Cuba, and educational tools include integrating Afro-Cuban history into the primaryuniversity curriculum throughout Cuba. Despite the positive outcomes, as Alejandro De La Fuente's second and fourth frameworks suggest, Afro-Cubans daily lives continue to be impacted by four major negative outcomes. These outcomes include: increased stereotyping of Afro-Cubans, a wagegap, exclusion from the small business sector, and lastly the gradual loss of the revolutionary spirit. Although the reforms established during the Special Period as well as those following the Special Period

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 created disadvantages for Afro-Cubans both racially and economically, the liberalization of the economy has allowed many Cubans to realize that racism is still present in Cuba. De La Fuente explains, "One of the unintended and perhaps one of the few welcome effects of the socalled Special Period is that it forced this conversation on the Cuban people. But it did so by giving race a social visibility, currency and importance that it had not enjoyed for decades."73 Raúl Castro is not only allowing race to be discussed more openly, but education about Afro-Cuban history is also changing. According to Erik Gleibermann, "In Havana, community artists and members of the National Ministry of Education are collectively exploring how to integrate Afro-Cuban history and related gender concerns into the primary-through-university school system."74 The new education initiative indicates that the regime recognizes that racism remains prevalent within governmental institutions and society, and the effects of racism can only be mitigated through open discussion and education in schools. Under Raúl's leadership, the income disparity is more evident as the distinction between the private and public sectors continues.75 In the private sector, employees are paid in U.S. Dollars, whereas, in the public sector employees are paid in Cuban pesos.76 How does this create an income disparity? Cuban Pesos (CUPs) are used to pay public sector employees, whereas the private sector, which is typically comprised of tourism jobs, pays in U.S. Dollars. Private sector employees then take these dollars and exchange them into CUCs. Even though many Cubans are still paid in CUPs, "nearly all consumer goods are priced in CUCs."77 The dualcurrency system, albeit necessary during the Special Period Depression, highlights and exacerbates divisions between individuals who work in the private sector with access to hard currency, and those who work for the government and have to depend on their wages and food rations to survive.78 The lack of extra money after food rations makes it hard for government employees to budget for entertainment, home upkeep, and clothing for their families. Until the Special Period, the food ration program was able to distribute a sufficient amount of food to each citizen regardless of income. However, at the onset of the Special Period, "Cubans have to complete their diet with products sold in the hard currency stores and the farmers' markets, where one pound (450 grams) of pork can cost 40 pesos (1.60 dollars) – the same price fetched by a pound of onions at certain times of the year."79 The cost of purchasing additional food to supplement monthly food rations would use up the ma-

jority of the rest of a governmental salary, which essentially forces government employees to get another job to help their families reach a higher standard of living or alternatively suffer in poverty. Due to a reduction in state payrolls that began as part of economic reforms during the Special Period and continue to the present, individuals who work for the state struggle to meet the basic needs of their family especially because food absorbs between 59 and 75 percent of the family budget in Cuba.80 While Spanish Cubans have more employment options, most AfroCubans are constrained to government jobs because of race. Jobs are less competitive in the state sector because they pay less than jobs in the private sector. According to De la Fuente, "racial inequality is significantly larger in the nonstate sector than in the less competitive state sector."81 In addition, "The private sector is largely family-centered (Paladares and Casas Particulares), and AfroCubans have limited access to it. Racial discrimination, in turn, has prevented them from getting equal access to high-paying jobs in tourism and in joint ventures."82 Afro-Cubans' ability to create home-businesses such as Paladares or Casas Particulares are finite because the majority of Afro-Cubans live in the most crowded neighborhoods in Havana and other major cities whereas the majority of Spanish Cubans live in less congested areas.83 The quality of housing for AfroCubans should have been addressed during the initial revolutionary reforms, but it was of less concern to Fidel Castro because of other social reforms that allowed for complete economic equality among races. Currently, housing continues to be an additional obstacle for Afro-Cubans and mulattos in starting a small business along with a lack of financial assets. We believe that the Cuban economy is making this shift for several reasons. First, the previous communist system that Cuba was operating under provided equal social programs and welfare to all citizens. However, without a lot of economic support from the USSR or some other major world power, the communist economy could not be sustained, which forced Fidel Castro to make some difficult decisions and institute some "temporary" free-market reforms. Second, these reforms were never outlawed because the Castro's realized they could not go back to the old system without backlash from the Cuban people, and they wanted to maintain governmental stability and power so they chose to leave these reforms at the cost of social inequality. Finally, with the normalization of trade relations, many American tourists to travel to Cuba, and also "helped stimulate more interest from other international visitors."84 According to Cuban officials, the

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 economy is expected to grow 2% this year assuming that oil prices increase and tourism continues to expand.85 Even though many tourists have started visiting Cuba, the country has a long way to go in terms of hotel infrastructuresomething that can only be improved through foreign direct investment in the hotel industry.86 Therefore, Raul Castro may have suspected that reinstating the communist economy could jeopardize the economic growth potential that would come from a more favorable relationship with the U.S. With the historic normalization of trade relations between the U.S. and Cuba in 2014, the Cuban economy was expected to continue thriving because of increased economic support from the United States. However, while the Obama administration's more liberal economic policies toward Cuba allowed for economic growth, they also exacerbated the already existing socioeconomic class divisions.87 As part of the historic thaw with Cuba, Americans were permitted to send up to $8,000 a year in remittances in comparison to the previous $2000.88 Each year Cuba receives between $1 billion and $3 billion in remittances from the United States, which are the primary source of funding for many of the small businesses in Cuba.89 The Cuban government is now more capitalist than socialist, which is causing the socioeconomic hierarchy that was present before the revolution to resurface. In the beginning of his presidency, Trump spoke of his goals to overturn Obama's policies towards Cuba, particularly with regard to tourism and business investments. As time has passed, it has become evident that Trump's policies towards Cuba tend to be more reactive than prescribed. Trump initially announced several changes to Obama's Cuba policy, which will restrict commerce with the government and limit U.S. travel.90 However, despite this announcement no concrete details regarding this policy change have been enacted, and "White House officials said that actual changes remain months away."91 Furthermore, many policymakers, both Democratic and Republican, are critical of Trump's proposed changes. "Rep. Eric A. "Rick" Crawford (R-Ark.), whose state seeks increased access to the island's $2 billion agricultural imports market, called Trump's approach "failed, outdated, and isolationist."92 It is hard to know whether these proposed changes will take effect. Since the beginning of his Presidency, Donald Trump, has been relatively inconsistent with proposed policy changes. However, if these changes are enacted, there will be numerous repercussions. First, Trump's reversals in Obama's policies could "limit the possibility for positive change on the island and risk ceding growth opportunities to other countries that may not share

America's interest in a free and democratic Cuba that respects human rights."93 Second, Trump's policies have significant economic implications for Cubans. As word spread that President Trump had "canceled" some of Obama's policies that allowed more Americans to come to Havana, Cuban residents, shop owners, and employees in Old Havana feared that the newly expanded tourism economy would suffer if Trump's travel restrictions were enacted.94 Furthermore, Obama's landmark opening of Cuba was incredibly well received throughout Latin America because many countries in Latin America vehemently opposed U.S. isolation of Cuba.95 Trump's reversal policies, if enacted, have the possibility to threaten the U.S. relationship with Cuba as well as other Latin American countries. Finally, Trump's policies will disproportionately disadvantage AfroCubans. Despite the overall preference of white "Spanish Cubans" for the tourism industry, according to Alejandro de la Fuente, "the participation of black Cubans in tourist-related, dollar-earning services probably has increased since March 2016, when President Obama relaxed the regulations concerning American visitors to Cuba."96 Obama's regulations dictated that individuals could travel to Cuba alone for "people to people" educational tours, but American tourists were not permitted to partake in tour packages at state-owned, all-inclusive hotels, which are popular with European and Canadian tourists.97 Frequently, "American visitors stay in rental rooms around the city, including less affluent areas, where Afro-Cubans are better represented. Their visits have had a democratizing effect on the service sector, creating opportunities for individuals, families, and neighborhoods that were previously excluded from the tourist economy."98 Trump's proposed policies, in conjunction with Raul Castro's preference for an economy with less state-run entities and more small businesses, provide a bleak outlook for Afro-Cubans, many of whom were starting to benefit from the legalization of privatized businesses on the island. It became evident after implementing these economic reforms that the postSoviet Cuban economy could not thrive and also continue to provide social services to its people without keeping in effect these Special Period economic reforms. Today, social services remain free to everyone regardless of race or socioeconomic class, but the establishment of the dual currency system, albeit necessary, has allowed prior socio-economic classes to re-emerge and has introduced economic competition reminiscent of a free-market economy. In some ways, the economic goals of the Cuban

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Revolution have failed. While social services and education remain free, everyone had previously received the same salary despite their job, and the regime encouraged Cubans to find jobs that aligned with their interests. However, now, due to liberalization, Cubans are now motivated to find jobs that pay well. "In the pursuit of foreign currency, professors left university jobs to work as hotel waiters, and doctors took to driving taxis. Some black Cubans say they have trouble getting comparatively lucrative jobs in hotels because of discrimination."99 As the private sector in Cuba continues to grow, the economic success of Spanish Cubans in comparison to Afro-Cubans continues to widen. Raúl Castro's economic reforms made it easier for Cubans to establish private businesses, simultaneously increasing the importance of remittances, which were critical to finance the start of a small business.100 Although the current regime has implemented open dialogues about race in Cuba and a new education campaign, additional improvements are needed to alleviate racism. In order for Afro-Cubans and mulattos to ultimately experience financial success on par with Spanish Cubans, the regime must implement equal employment laws governing the private sector. Ecuador, a country similarly diverse, recently passed a reform to their 1938 labor code which "includes provisions to protect vulnerable and historically discriminated groups, such as pregnant woman, Afro-Ecuadoreans and LGBT workers", alongside recognizing the labor of homemakers.101 The International Labor Organization recognized Ecuador for this landmark reform towards equal employment102, a law that, if Cuba enacted, could make a significant and positive impact on workplace inequality in Cuba. Unfortunately it is unlikely that the regime will implement such laws for several reasons. First, the implementation of laws governing the private sector would indicate to the world that Cuba has officially transitioned from a socialist staterun economy to a hybrid model, which holds greater resemblance to a free-market capitalist economy. Second, the socialist Cuban government would not want to acknowledge the permanence of the private sector of the Cuban economy because that would be proof that the economic aspect of socialism had failed. As Raúl Castro continues to institute reforms further liberalizing the economy, Afro-Cubans and mulattos worry about how the spirit of the revolution will be maintained, particularly as the reforms affect the increasing racial divide. According to Maria Luz Fernandez, a primary school administrator, "we need to keep the ideas of the revolution: free education, healthcare, taking care of the elderly and racial equality."103 One of the problems today, according to Luz Fernandez, is

that "young people want big houses and cars, but the revolution can't afford to provide that for everyone."104 The interview with Luz Fernandez highlights a concern that Cubans have as the economy continues to liberalize under the leadership of Raúl Castro. Luz Fernandez alludes to the idea that many Cubans have lost sight of the goals of the revolution because they are trading government jobs for those in the private sector that pay in U.S. dollars, which begs the question, are revolutionary values disappearing within the socialist economy? In many ways, the ideals and values of the revolution are slowly fading away from Cuban society because in the "New Cuba" under Raúl, citizens are concerned with finding employment that will enable them to purchase material goods and other luxury items that were not attainable prior to economic liberalization. As a result the government is less concerned about the support of Afro-Cubans now that the economy is growing more rapidly. The revolution sought to create a classless society in which everyone's basic needs were met without ensuring that each person could afford all that they want. The popular support for equality that the revolution has used to retain popularity for the past few decades is losing popular support, particularly from poorer Cubans who are struggling to afford basic necessities.105 In addition, the achievement of racial equality in Cuba was largely dependent upon government performance.106 This new reality in Cuba has increased economic and racial inequality because of Raúl Castro's continued support for economic liberalization as well as his more pragmatic views about the future of the Communist Revolution.107 Although Raul and Fidel both participated in the Revolution from the beginning, Raul is not as bound to the revolutionary ideology as his older brother.108 Furthermore, Raul Castro has made an effort to shrink the size of government employment and has encouraged entrepreneurship and small business growth.109 While the greatest support for the Cuban revolution came from the impoverished and socially marginalized, of which Afro-Cubans were generally both, the current suffering of the lower socioeconomic classes, most of whom are Afro-Cuban or of mixed ancestry, indicates that on many levels the spirit and ideals of the Cuban Revolution are no longer relevant in the new economically liberal Cuba.110 The economic area that is growing most significantly is the tourism industry where, "there seems to prevail an understanding that the satisfaction of the tastes of tourists involve certain ‘aesthetic' requirements within which the nonwhite skin color takes on a negative connotation."111 Cuban tour companies aspire to hire certain types of people to be the face of authentic Cuban

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 culture that predominantly white tourists hope to experience. The tourism industry in Cuba, a growing and extremely crucial economic part of the country, disproportionately hires white Cubans over black Cubans.112 Furthermore, coded language is used to explain the lack of accurate representation and diversity in the tourist industry in response to criticism. While it is not illegal for Afro-Cubans to work in tourism, it is "regulated that people must have a pleasant aspect, and blacks do not have it."113 De La Fuente describes this "pleasant aspect" as "a radicalized construct that claims that blacks cannot be hired for jobs due to aesthetic considerations and to the alleged preferences of the tourists."114 This is explicit racism and uses the euphemism of "pleasant aspect" as a thinly veiled attempt to keep a particular group of people out of the workforce. Tourism in general is a privilege that requires money and time and is therefore limited to certain socioeconomic classes and races. While there are few statistics about race and tourism, "according to the Mandela Research Firm, 17% of African-Americans take one or more international trips a year."115 In addition, "according to analysts at MMGY Global, a marketing firm, black travel has rebounded since 2008, which is notable considering that the great recession doubled the gap between black and white wealth."116 While companies often market getaways to other minorities, marketing to black tourists is not typical.117 While the tourism industry in Cuba is inherently racist because they offer jobs primarily to Spanish Cubans, it occurs because the Cuban tourism industry targets perceived perceptions of their greatest percentage of clientele-individuals who are upwardly mobile and frequently white. Often, wealthy white tourists feel most comfortable with white tour guides who talk about the white experience and do not mention minority experiences. Tour companies should make more of an effort to market tourism opportunities specifically to black minorities and also to speak about minority experiences. In addition, there is also a lack of political representation of Afro-Cubans. "Still, despite major economic and social gains, black Cubans…remained underrepresented in the political leadership.118 While many AfroCubans are aware that "social mobilization and conscious policymaking" are the most effective ways to resist policies that hinder Afro-Cuban progress, "Cuba is not a friendly place for autonomous, non-state-controlled social mobilization."119 However, in Cuba there is a developing "Afrodescendant Movement" that began after the fall of the USSR and the start of the Special Period, and has continued to operate in

Cuba today.120 The movement emerged as a clear response to the increase of racism and discrimination. Originating in the early 1990s, the movement began as a response to the disintegration of race relations with artists and intellectuals who "began denouncing the persistence of racist practices and stereotypes in Cuban Society.121 The birth of the Afro-Cuban cultural movement in a time of economic downturn and heightened racial tensions is remarkably significant. It shows the grit of the Afro-Cuban community in the face of years of discrimination as well as the power of art and education in creating a path of resistance. Since then, the movement has expanded, and "it now includes community activists working in some of the poorest neighborhoods in the country; organizations that specialize in legal services; gender-based forms of activism; bloggers and websites on Afro-Cuban themes; and organizations that frame their demands in the language of citizenship and human rights".122 While this movement is crucial for Afro-Cubans in order to institute change and create more widespread awareness about their concerns, free speech is risky in Cuba. Although the regime sometimes permits protesters to speak out about their concerns, there is no guarantee the government will listen and help bring about change. This movement is a good starting point for Afro-Cubans to mobilize together, but ultimately in order to bring about widespread change political power is needed. While there are many differences between Apartheid Era South Africa, some similarities exist. The democratic election of Nelson Mandela in South Africa provides another example of a country in which a deeply discriminated against class experienced a rise via political elections. With the multi-racial elections in 1994 came the end of Apartheid, an era of government-enforced racial discrimination against black South Africans.123 While a comparison of racial discrimination in Cuba to that of South Africa is certainly flawed, as they greatly differ in scope, the positive effect of diversifying political representation remains true. In Cuba criminals are disproportionately black. Evidence of racial profiling occurs with the practice of stop and frisk for unequal policing of minorities. Use of the coded language of the "pleasant aspect," requires an aesthetic characteristic that can only be fulfilled by being white.124 Alongside the use of "pleasant aspect", stop and frisk in Cuba also uses "ciudadanos con caracteristicas", which "is used by the police force to refer to citizens who aren't white."125 Although there is an interest to quell political dissent, race cannot be removed from a discussion of this policing strategy. Such

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 blatant racism is done under the guise of equal policing, which is not felt by the Afro-Cuban population. The unequal policing of black bodies, with its historical roots in slavery, colonialism, and United States intervention, illustrates how the political system has failed to eradicate racism and create the equality that communism promised. As De La Fuente powerfully states in "The Resurgence of Racism in Cuba," "the ultimate irony is that the same government that did the most to eliminate racism also did the most to silence debates about its persistence."126 Conclusion Race in Cuba is a multi-faceted issue with a complicated past. Racial inequality in Cuba is rooted in slavery, and has remained a societal problem, despite Fidel Castro's revolutionary reforms that purportedly created a society without race and social class. The racism and socio-economic hierarchy that is visible in Cuba today can be traced back to the arrival of the Spaniards on the island. The rigid social and racial hierarchy remained a critical aspect of Cuban society until the Cuban Revolution in 1959 when Fidel Castro instituted social and agrarian reforms creating economic equality and outlawed the discussion of race. Fidel Castro's death symbolized the end of an era for Cuba. Fidel represented Cold War Communism, and, with his passing, Cuba has the potential to move forward in many different directions. This paper contributes to the literature on Cuba by analyzing the intersections between historical context, social justice, and economic equality, providing a more in-depth understanding of the often-untold Afro-Cuban experience. In the context of Alejandro de la Fuente's scholarship on academic perspectives on existence of racism in Cuba, we agree with frameworks two and four. Framework two, which states, "The revolution inherited a race problem, then perpetuated it.127 Framework four, which asserts that "Despite the revolution's positive impact on race relations and its work to eradicate the most important aspects of inequality, racism and discrimination remain in Cuban society."128 These two frameworks served as a basis for research, and helped the authors to understand that there are both social and economic factors that contribute to the persisting racial hierarchy today. These social and economic factors emerged as a result of the colonial history in Cuba, and have been inherently intertwined since then. This paper demonstrates that the legacy of racial inequalities persists today. The most recent set of reforms has reinforced and even exacerbated this legacy, leading to the following four negative outcomes: increased stereotyping of Afro-Cubans, a wage-gap, exclusion

from the small business sector, and lastly the gradual loss of the revolutionary spirit. The only positive outcomes of Raúl Castro's reforms in Cuba included educational and social tools for Afro-Cubans. These tools were established as a result of open dialogues about racism and the inclusion of Afro-Cuban history in the school curriculum. In order for the status of Afro-Cubans to continue improving in Cuban society, it is important for the regime to establish open dialogues about race and promote greater cultural understanding. Many Spanish Cubans are not aware of the uniqueness of AfroCuban cultural heritage with roots in slave history. We believe more positive outcomes could occur, not only through open discussion, but also through greater appreciation and understanding of Afro-Cuban culture. The younger generations are gaining a better understanding of the history of Afro-Cubans through school, but the only way to reach greater racial equality in Cuba is for a change to occur throughout society. The historical narrative behind the political discourse surrounding racism in Cuba provides fascinating insight into the lasting effects of imperialism. Fidel Castro capitalized on garnering support from a disadvantaged population and rose to power with the goal of creating a lasting communist state that focused on social and economic equality. While Fidel Castro and his revolutionary government did truly hope to fully instill communism in Cuba, the equality that is supposed to be at the core of such ideology was never fulfilled. Despite an enormous structural overhaul of the socio-political system and governmental policies declaring racism over, inequality persists in today's Cuba. Cuba offers a powerful case, of a country riddled with the historical remnants of oppressive systems and a revolution whose faulted aims were to rid these systems from the political narrative. As the economy continues to liberalize and the U.S. continues to normalize relations with Cuba, the colonial legacies of rigid socio-economic classes and racial divisions rooted in slavery have become more pronounced. As a result, many Afro-Cubans and mulattos are dissatisfied with the government and are beginning to doubt the effectiveness of the regime. The increased discontentment in the group of people that was supposed to benefit the most from the communist revolution indicates that changes in the political structure could possibly occur in the future. Raul Castro values his position and political power, and is clearly willing to appease citizens to keep his power. Clearly, Castro has already started making changes such as the school curriculum in the hope of maintaining Afro-Cuban support. Whether Castrobelieves the few changes he made already are enough, or whether he will continue

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 to take AfroCuban concerns seriously is unknown. Although Raul Castro has been the President of Cuba since 2006, his brother Fidel's death in November 2016 left him with the ultimate power and decisionmaking authority. Around the same time, the U.S. experienced a change in leadership from President Obama to President Trump. While power transitions are good for proposing and enacting change, there is an element of uncertainty for the future of Cuba particularly the future of race relations on the island. Many of the changes needed to improve race relations in Cuba must come from the people. Although the regime can facilitate changes in attitude about race, the people are ultimately responsible for changing society. Race relations will also be affected by U.S.-Cuba Relations, which are uncertain at the moment due to U.S. President Donald Trump's preference for reactive policy making. In addition, the type of relationship fostered between Raul Castro and President Trump has the potential to dictate U.S.-Cuba Relations for the coming years. It is impossible to know how the relationship between the two presidents will unfold or what repercussions for Afro-Cubans will occur. We believe that in order to ensure the future of the regime, Raul Castro must reconsider Fidel Castro's declaration that racism has been eradicated from Cuba. To a certain extent, the government is already implementing more constructive social changes that are addressing the roots of racism in society. These changes include a more comprehensive and inclusive school history curriculum featuring the history of Afro-Cubans. In addition, Raul Castro is more willing to allow for open public expression of political concerns.129 Regardless of whether he listens to these concerns and makes changes, the ability to express these concerns more openly is a step forward. Future political decisions will dictate Afro-Cubans course of action with options that could include inciting a regime change to more subtle protests. As we look toward the future of tourism on the island, we find ourselves asking another question: Could there be a movement to make tourists more aware of the choices they make, as the tourist industry in Cuba is currently feeding into the white cultural expectations of tourists? According to our anonymous scholar at the University of Havana, Afro-Cubans are aware of the white expectations of tourists. As Alejandro de la Fuente mentioned, due to the increase in U.S. tourists on the island Afro-Cubans have been able to break into the tourism industry more than before.130 However, this is not necessarily due to U.S. interest in Afro-Cuban culture, but instead, out of necessity because the U.S. does not permit Americans on "people to people"

visits to Cuba to stay at state-owned hotels. Generally, tourism is limited to wealthier white people from the west because of political power because tourism requires money. As a result, tourism companies cater to the wealthier clientele. In Cuba, the government could take steps to improve racism in the tourism industry by instituting a racial quota system for hiring in both public and private tour companies. However, there is little incentive for the regime to take action on this matter without pressure. Because Cuba has strong trade relationships with Russia and China, two countries known for human rights abuses, the pressure is unlikely to come from an outside source. Therefore, the "Afrodescendant Movement" must work to enact change on a micro-level in Cuba, while also understanding this is a problem on the global level that needs further action. From this, how much do we blame the Cuban government for the racism in the tourist industry, and how much do we blame the expectations of Western visitors? While class privileges via universal health and education systems and the elimination of private property all brought by Castro's revolution certainly improved many facets of Cuban society, the racist mentality towards black Cubans historically grounded in colonization, slavery, institutionalized economic inequality, and nationalistic ideology persists. *Elizabeth L. Drake

Graduate of BA, in Political Science in Franklin & Marshall College with a minor in Arabic Area Studies. During her undergraduate career, she studied abroad in Amman, Jordan for an intensive Arabic Language Program as well as Havana, Cuba for a research trip focused on politics and culture. Elizabeth currently lives in Chicago, Illinois where she is doing a year of service as a Dominican Volunteer working at Catholic Charities-Chicago in the Refugee Resettlement Program. Elizabeth will start her 1st year at Washington & Lee University School of Law in Fall 2018. Jamie C. Davidow is a recent graduate of Franklin & Marshall College, where she majored in Government with a focus on Latin American Politics, as well as Gender Politics. As an undergraduate she studied abroad in Havana, Cuba to research racial discrimination and social justice. *Jamie C. Davidow Graduate of Franklin & Marshall College, where she majored in Government with a focus on Latin American Politics, as well as Gender Politics. As an undergraduate she studied abroad in Havana, Cuba to research racial discrimination and social justice. Jamie is currently living in Northern Virginia and is working as a paralegal in Washington D.C

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019

LA REVOLUCIÓN PENDIENTE EN CUBA, ACABAR CON EL RACISMO

por Jean François Fogel En el poder castrista nunca faltaron los números tres. Ser el dirigente más visible detrás de Fidel y Raúl Castro era esperar un ineludible despido. Humberto Pérez, presidente de la Junta Central de Planificación de Cuba desde mediados de los años setenta, fue apartado de su cargo una década después sin anuncio formal cuando inició el proceso de “rectificación de errores”; Osmany Cienfuegos, hermano de Camilo Cienfuegos y ministro de distintos sectores, cayó sancionado por los constantes rumores de su “dolce vita”, que involucraba supuestas orgías; Carlos Aldana, ideólogo de la escasez del Período Especial fue cesado, de un día al otro, por “serios errores personales”; Roberto Robaina, exministro de Relaciones Exteriores, pagó con una expulsión instantánea del Partido Comunista Cubano (PCC) sus sueños de transición poscastrista compartidos con extranjeros; Carlos Lage, secretario del Consejo de Ministros, salió en una purga fulminante después de la grabación clandestina de chistes sobre los largos años de Fidel en el poder. El último en la lista es Miguel Díaz-Canel, quien, sin Fidel, pasó a número dos. A diferencia de sus predecesores, el actual presidente de Cuba, podría llegar a lo más alto: convertirse en el heredero de los Castro. Tiene todo. Despliega en todas circunstancias un aburrimiento tenaz que desanima hasta a sus rivales. Raúl Castro, todavía número uno, ya le dejó la presidencia del Consejo de Estado y del Consejo de ministros. Y

cumple, como todos los números tres del pasado, con una condición imprescindible: es blanco. Eludir un poder negro fue siempre una condición innegociable en la historia cubana. Con la salida de Raúl Castro, el naciente poscastrismo tendrá que decidir si mantiene esta línea que limita y condiciona el nivel de integración de los negros y mulatos en la sociedad de la isla. Hoy, siguen perteneciendo al estrato más pobre de la población y son además apartados del mundo que se crea lentamente para los blancos: una Cuba digitalizada, más abierta hacia el exterior, que utiliza divisas y experimenta con una actividad económica privada. La Revolución no superó la herencia histórica que mantiene a los negros lejos del poder político. La tarea urgente del liderazgo poscastrista será impedir que se mantengan lejos de todo. Ensanchar el camino al futuro de los cubanos negros y mulatos pasa por revisar el espacio político restringido que les asignó la historia. “Cuba, española o africana”, se decía en los tiempos de la Colonia para espantar a los independentistas. Este tono miedoso frente a la población negra ha estado siempre: durante los 57 años de República y también durante los sesenta años de Revolución. Con o sin un campo socialista, en una democracia representativa o en un régimen autoritario, la relación de Cuba con la población afrocubana ha sido excluyente. La masacre de los independientes de color, en mayo de 1912, y su represión —que dejó 3000 muertos tras dos años de protesta contra una enmienda que prohibía cualquier actividad política fundada sobre una base racial—, definió el cuadro: borró para siempre el Partido Independiente de Color, la única fuerza política cubana fundada para luchar por los derechos de la población negra, y estableció la renuncia todavía vigente de los afrocubanos a la ambición política. Al llegar al poder, Fidel Castro ahogó en pocos meses cualquier esperanza de resurgimiento cuando acabó con el Directorio Central de las Sociedades de la Raza de Color, que federaba más de quinientas sociedades de negros y mulatos y también puso fin a la posibilidad de mantener clubes sociales o centros culturales para negros. Al ignorar la injusticia racial y prohibir cualquier foro para debatirla, los hermanos Castro hacían una apuesta histórica. Gracias a la Revolución, los cubanos de color, los más pobres, disfrutarían de manera automática de la reducción de las desigualdades y de la política de salud y de educación. Pero, pese a crear diversas organizaciones populares, la Revolución cubana nunca creó instituciones dedicadas a pensar y resolver la problemática racial de la isla, ni siquiera como maquinaria de movilización o de mera propaganda. La explicación oficial cubana es eterna: el

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 racismo desapareció con la Revolución, solo quedan los prejuicios. Cuba nunca tuvo un sistema muy formalizado de segregación, pero la relación entre cubanos blancos y de color obedece a una regla tácita de convivencia conocida por todos. Tiene su punto de equilibrio en un lema heredado del colonialismo y que continúa vigente: “Juntos, pero no revueltos; cada cosa en su lugar”. El censo de 2012 establece tres segmentos de población: blanco, negro y mulato, con 64,1 por ciento de blancos; 9,3 por ciento de negros y 26,6 por ciento de población mulata. Pero, en realidad, solo hay dos culturas: la de los blancos, en el poder político, y la de los otros. Ser negro o mulato, más allá del color de la piel, tiene que ver con una manera de hablar, comer, bailar. Existe una gran influencia e incluso dominio de los negros en el arte, la música, el deporte, la cocina, la artesanía o los cultos afrocubanos que a menudo son la manera en la que Cuba se presenta al mundo. Pero nada de eso se refleja en la presencia de negros en el poder. El problema de los negros en Cuba, o, más bien, “el negro problema” de Cuba, como lo nombró el poeta Gastón Baquero, es que no inspiran la misma confianza que los blancos al momento de nombrar a un responsable político. Es la sospecha clásica de los que siempre mandaron y tienen recelo de compartir sus responsabilidades. Cuando Díaz-Canel llegó a la presidencia del Consejo de Estado hace más de un año, se comentó la presencia de tres negros entre sus seis vicepresidentes. Se trató, otra vez, de anunciar un cambio en el poder que al final nunca llegó. En un régimen comunista, manda el partido único. De los diecisiete miembros del buró político del Comité Central del PCC, doce son blancos y hace más de dos décadas que Esteban Lazo, un miembro que tiene la piel muy negra —“azul”, como se dice en Cuba—, es “el mono Lazo” cuando se le critica. El poder en Cuba es blanco y no eso no cambia aunque el gobierno revolucionario cuida de presentarse como multirracial. En su plan de jubilación, Raúl Castro considera entregar a Díaz-Canel en 2021 la primera secretaría del PCC, la posición de número uno. Le legará también el negro problema de Cuba. Un estudio reciente de investigadores alemanes encontró una incipiente segregación: el 70 por ciento de los negros y mulatos advirtieron no tener acceso a internet —solo el 25 por ciento de los blancos dijeron lo mismo—. La misma desigualdad existe para los privilegios que permiten mejoras en la vida económica: mientras que el 50 por ciento de los blancos reportaron

tener una cuenta bancaria, solo un 11 por ciento de negros dicen tener una; el 78 por ciento de las remesas que los cubanos en el exilio envían a Cuba son para los blancos, quienes controlan el 98 por ciento de las empresas del sector privado. Algo similar ocurre con los viajes al extranjero: 31 por ciento de los blancos viajan contra solo 3 por ciento de los negros. Nadie espera del próximo número uno que los cubanos estén de un día a otro “revueltos” en el poder, pero tiene la posibilidad de dar un paso simbólico en la integración de todos al futuro de la isla. El 10 de octubre, Díaz-Canel, fue electo presidente de la República, nuevo nombre de su puesto de presidente del Consejo de Estado, según la reforma constitucional. Como presidente tiene ahora tres meses para nombrar a un primer ministro. Elegir a un negro o mulato ofrece a Díaz-Canel la oportunidad de salir de su fama de heredero aburrido de los hermanos Castro con un doble golpe: hacia el futuro confirmaría a los cubanos que sí se puede entregar el poder a un negro y hacia el pasado enseñaría a Raúl Castro, antes de su jubilación, que no es demasiado tarde para empezar una verdadera revolución en Cuba. Jean-François Fogel Trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération y el semanal Le Point. Creó el sitio digital de Franceinfo y es autor de, entre otros títulos, Una prensa sin Gutenberg.

¿RACISMO "ESTRUCTURAL" EN CUBA? NOTAS PARA EL DEBATE por Sandra Abd'Allah-Alvarez Ramírez Cuando tuve la oportunidad de asistir a la “Cumbre Mundial Afrodescendiente”, que se realizó en San José

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 de Costa Rica en el año 2011, aprendí un poco más acerca del “racismo estructural”. Hasta ese momento, yo me negaba a aceptarlo: ¿cómo es posible que en Cuba, donde supuestamente hay iguales oportunidades para todas las personas, va a existir racismo estructural?, me decía a mí misma cuando era interpelaba sobre este asunto. Pues bien, aprendí que una de las evidencias más simple y notables era el “eso siempre ha sido así”, que se escucha generalmente cuando se quiere denunciar una situación de discriminación racial en el ámbito institucional. He escrito un par de veces sobre este asunto, pero como cada día encuentro una nueva evidencia del racismo “estructural” (que algunas personas llaman “institucional”) y también comentarios que afirman que en la Isla somos un “paraíso” con relación a la discriminación racial, pues entonces me he dado a la tarea de juntar dichas evidencias, con el objetivo de estimular el debate y el intercambio entre cubanos. Luego de leerlas, usted podrá sacar sus propias conclusiones: La pobreza en Cuba tiene mayoritariamente color negro Lo cual ha sido reconocido por la Dr. Mayra Espina, investigadora de mucho prestigio que lleva décadas estudiando el tema. La misma, en entrevista concedida al periodista Fernando Rasvberg ha dicho que: “Los estudios señalan claramente que las desventajas están especialmente acumuladas en la población de negros y mestizos, en las mujeres –aunque hay una franja de ellas muy empoderadas-, los territorios rurales, montañosos y dentro de las mismas ciudades hay franjas empobrecidas”. La sobre-representación de negros y mestizos en la población carcelaria en Cuba. Si bien este es un hecho que pocas personas se atreven a negar, mucha gente alude que las personas negras somos más proclives a la delincuencia. ¿De verdad? ¿No será que el entramado de relaciones sociales y económicas nos ponen en situaciones de precariedad en todo sentido (los puestos menos remunerados, vivimos en los sitios con mayores problemas básicos, como de agua e higiene)? La generalización de las “universidades blancas”. Como publicó la revista Alma Mater, en el excelente reportaje “Universidades blancas”, en la Isla está teniendo lugar, desde hace años, un fenómeno que no por interesante deja de ser lamentable; y es que aquellas universidades que un día muy cercano a 1959 estuvieron llenas de personas negras, en la actualidad están cada vez más “blanqueadas”. Según afirman las autoras del mencionado trabajo: “Según el Prontuario 2015-

2016, que reúne las estadísticas de la Educación Superior en Cuba, hoy estudian, en las más de cien carreras, 109,749 blancos (66,1 por ciento), 34,320 mestizos (20,7 por ciento) y 21,857 negros (13,2 por ciento). Estas dos últimas cifras han disminuido con el tiempo, como mostraron recientes pesquisas del Centro de Estudios Demográficos (Cedem). Los números convocan a interpretaciones, si se tiene en cuenta que, según el Censo de Población de 2012, existe en Cuba un creciente proceso de mestizaje”. La existencia del “racial profiling”. En mi bitácora “Negra cubana tenía que ser”, se ha denunciado, en varias oportunidades, la manera particular que tiene la policía cubana de tratar a los jóvenes negros. Lamentablemente, la cantidad de melanina que se lleva en la piel influye en que un agente del orden público decida pedirle identificación a un joven negro, blanco o mestizo, o que sean tratados en plena calle como delincuentes sin haber delinquido. En especial, quiero llamar la atención sobre la presunción que hace la policía de que cuando uno de estos jóvenes está acompañando a extranjeros, entonces es un “jinetero”. Algo así le sucedió a Reiniel Eduardo Pool Rodríguez, un joven profesional de la comunicación, residente en Trinidad. La no existencia de una norma jurídica específica que enfrente la discriminación racial. Aun cuando en Cuba la discriminación racial es un delito, esta no está suficientemente proscrita en nuestro cuerpo jurídico, de manera que se hace muy difícil llevar adelante procesos contra ella. Según la abogada Deyni Abreu Terry: “A pesar de que no existe en Cuba una ley específica que regule las conductas genéricas que impliquen agresiones racistas, existe un precepto que sanciona actos de esta índole; por lo tanto, estos pueden ser denunciados formalmente ante autoridad competente, pues se ha incurrido en un acto sancionable.” La no existencia de políticas públicas que propicien la inclusión de las personas afrodescendientes en las dinámicas actuales de “actualización” del modelo económico cubano. En la Cuba actual están apareciendo fenómenos nunca antes vistos en el archipiélago, como puede ser la gentrificación y la exclusión o el “blanqueamiento” de las universidades (que abordamos más arriba), o el color de la piel como condición para acceder a un puesto de trabajo en el emergente sector privado. Es muy difícil luchar eficientemente contra esas manifestaciones estructurales de racismo, si el país no ha diseñado políticas públicas que propicien el gozo pleno de los derechos a las personas negras y mestizas. La variable “racial” en los censos en Cuba.

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Hace cuatro años tuve la oportunidad de participar en una investigación sobre la variable “racial” en los censos de la región. Uno de los resultados más importantes de dicho estudio revela que el censo no cruza la variable “racial” con otras de suma importancia, como por ejemplo, la tasa de fecundidad. Si además le interesa saber cuáles son las profesiones en las que negras y negros están sobre-representados, o la cantidad de personas negras en puestos de dirección, sus preguntas nunca serán respondidas. A lo anterior se suman las particularidades del diseño de la variable “racial” para los censos en Cuba y en específico el concepto que se utiliza (el “color de la piel”), el cual se introdujo por primera vez en el levantamiento de 1970 y que ha sido cuestionado por varios intelectuales y activistas como el Dr. Esteban Morales. Estos se ha reunido con funcionarios de la Oficina Nacional de Información y Estadística, pero ello no ha supuesto ningún cambio práctico en la manera en que se recoge tal indicador. Y, ¿entonces? Ya se tambalea el criterio de que en Cuba no hay “racismo estructural”, ¿verdad? Sandra Abd'Allah-Alvarez Ramírez Licenciada en Psicología por la Universidad de La Habana, 1996; Máster en Estudios de Género, 2008; y diplomada en Género y Comunicación por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Diez años de experiencia laboral como editora y periodista del sitio web Cubaliteraria. Gestiona la bitácora Negra cubana tenía que ser (negracubanateniaqueser.com) desde junio del 2006. En la actualidad desarrolla el Directorio de Afrocubanas (directoriodeafrocubanas.com

CARTA ABIERTA A ALFONSO NOYA MARTÍNEZ DIRECTOR DEL INSTITUTO CUBANO DE RADIO Y TELEVISIÓN (ICRT) por Alberto Abreu Arcia Carta abierta a Alfonso Noya Martínez Director del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) Por Alberto Abreu Arcia Estimado Alfonso Noya Martínez: Quien suscribe la presente es un intelectual, para más seña negro y activista contra el racismo y la discriminación toda. Me dirijo a Ud. en relación con la edición correspondiente al pasado martes, 29 de octubre del programa “Con dos que se quieran” que conduce Amaury Pérez y el cual tuvo como invitado a Miguel Cabrera, crítico, divulgador e historiador de Ballet Nacional de Cuba. El alto contenido de racismo antinegro de los juicios emitidos públicamente por Miguel Cabrera utilizando como plataforma un espacio televisivo trasmitido en un horario estelar. La arrogancia, y el ninguneo verbal de un discurso donde el hablante -posicionado simbólicamente en el espacio de una “hegemonía o poder cultural presuntamente blanco”-, relega al afrocubanos a un lugar subalterno o de supuesta domesticación cultural, no sólo socavan el discurso antirracista que, desde su llegada al poder, impulsó la Revolución Cubana, sino que además crean una zona de ruido en el empeño revolucionario de crear una sociedad de equidad y justicia social imbuida por la máxima martiana de una nación con todos y para el bien de todos. A estos hechos, que sucintamente describo, se suma lo que la suspicaz lectura de algunos colegas consideran una afrenta mayor: utilizar en la siguiente edición del programa “Con dos que se quieran” una entrevista grabada antes de morir al trovador, negro y babalawo Alberto Tosca y que permanecía en los archivos como muestra de una aparente actitud antirracista y para rehuir la disculpa pública ante la indignación que desató, sobre todo en las redes sociales, el programa realizado con Miguel Cabrera. Cierto que el racismo antinegro es un estigma heredado de nuestra condición colonial y que no es privativo de Cuba. También es innegable los avances de la Revolución en materia de equidad y justicia racial; sin embargo, ellos no han podido erradicar el racismo -no solo estructural- que vive, se reproduce e impacta hoy más que nunca en el imaginario popular y otros ámbitos de la vida cultural, económica y social cubana

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 creando espacios de desigualdad y exclusión dentro de los que la población afrodescendiente estamos sobrerrepresentados. Por estas razones no se puede seguir minimizando y silenciando esta problemática candente dentro de la sociedad cubana contemporánea. Este vergonzoso incidente, no solo injuria a la población afrocubana, sino que exige abrir el debate público sobre la discriminación racial en Cuba hasta ahora solo circunscrito a las redes sociales y el ámbito académico. La conducta verbal asumida por Cabrera en el mencionado programa, los énfasis lingüísticos y gestuales empleados para discriminar al otro (como la inapropiada carcajada lanzada por Amaury ante lo expresado por su entrevistado) constituyen la muestra más fehaciente de lo que muchos estudiosos denominan el discurso del odio. Por tales razones, desde mi condición de ciudadano cubano y amparado por el artículo 42 de la Constitución vigente que proscribe la discriminación por el color de la piel y otros motivos: exijo una disculpa pública. Le saluda, cordialmente, Alberto Abreu Arcia. Alberto Abreu Arcia. Narrador, ensayista, curador y crítico cultural. Fue coordinador del Taller de Narrativa Virgilio Piñera, que se celebra en la ciudad de Matanzas. En 1988 publicó el volumen de cuentos El gran mundo. Su ensayo Virgilio Piñera: un hombre, una isla obtuvo en 2000 el Premio UNEAC Enrique José Varona. Asimismo, recibió mención en el X Premio de cuento La Gaceta de Cuba (2003). A su cargo estuvo la selección y preparación de La hora cero, una antología de cuentos matanceros que vio la luz en 2005. Ese mismo año, su proyecto de libro Los juegos de la escritura alcanzó el Premio Dador, otorgado por el Instituto Cubano del Libro. Premio Casa de las Américas en el 2007.

RACISMO EN CUBA:

EL MAL SE AGUDIZA

por Luis Cino

Entre los criterios que escucho y que me hacen sentir preocupado respecto al futuro de la nación cubana, están los relacionados con el racismo. Ese mal, y las formas de reaccionar a él, cada vez se hacen más agudos. Asombra cuán fracturada sienten algunos la nación cubana. Por incompleta y excluyente, muchos no pueden identificarla como propia. La historia oficial, la de los vencedores, la dominante, es cuestionada, sobre todo por los afrodescendientes. He escuchado a algunos que proclaman a los cimarrones, y no a los mambises, como los primeros cubanos que lucharon por la libertad. A quienes consideran que la verdadera intención de Carlos Manuel de Céspedes al liberar a sus esclavos fue utilizarlos como carne de cañón. Los que preguntan por qué la quema de Bayamo tiene necesariamente que ser más importante que la conspiración de Aponte. Hay quienes quieren que bajen, por racistas, del pedestal de bronce, a los generales del Ejército Libertador que impidieron que llegaran expediciones con armas a occidente para que Antonio Maceo quedara atrapado en una ratonera, a merced de las tropas españolas. Comparan el temor a los negros de esos generales mambises con el miedo enfermizo a que se produjera en Cuba otro Haití que sintieron los patricios criollos de inicios del siglo XIX (Arango y Parreño, Saco, Del Monte, Luz Caballero). Hay los que no olvidan que la bandera cubana vino en una expedición anexionista. A algunos les disgusta el himno de Bayamo por parecerles demasiado bélico, regionalista y plagiado de Mozart. Están los que no perdonan la masacre de miles de negros por el ejército de la república, en 1912. No hay que aguzar demasiado el oído para sentir un No tan sordo resquemor por las burlas —aun las aparentemente más inocentes— y vejámenes que han tenido que soportar los negros bajo una revolución que se proclama marxista-leninista, fidelista, martiana, guevarista, y que dio por resuelto el problema del racismo. La mayoritaria población negra de los barrios marginales, los solares y las cárceles, los jóvenes en su mayoría negros condenados por la ley de peligrosidad social predelictiva, perciben como racista a la sociedad cubana. También la perciben así mestizos que por el color de su piel pudieran pasar por blancos, que son parte de parejas interraciales, personas que uno supone que no

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 han sentido en toda su crudeza los embates de la discriminación. Pero la sufren. Y mucho. Sólo hay que oírlos hablar para comprender la magnitud del problema. Y no son poses de víctimas. ¡Cuán humilladas y vejadas tienen que haberse sentido durante todas sus vidas para hablar con ese dolor! Pero los mandamases, que dan por resuelto el problema gracias a la revolución, se niegan a escuchar. ¿Qué van a escuchar ellos, si hay ciertos Tío Tom, que de tan sumisos, ni se han enterado de que los discriminan? Se entenderían mejor a sí mismos los negros que niegan su identidad, los que se desrizan el pelo y quieren “adelantar la raza”, los que se dejan dividir por su fenotipo, los que se dicen blancos a la hora de declarar la raza en los censos de población, los que se esfuerzan por diluirse en un mestizaje blanqueado, sexy, falsamente postrracial. Están los que piensan que el problema racial en Cuba —si aceptan que existe— se resolverá simplemente con la democracia y la implementación de leyes justas. ¡Como si fuera tan fácil! Todavía para los cubanos, especialmente los cubanos blancos o que dicen serlo, sigue siendo un tema incómodo el de la discriminación racial. Los castristas dicen que discutir al respecto socava “la unidad frente al enemigo imperialista”. En la oposición y la sociedad civil contestataria hay muchos que consideran que la lucha por la reivindicación de los negros crea desunión entre los que luchan por la democracia, y en contra de un régimen que pisotea los derechos tanto de los negros como de los blancos. Argumentos tales como que “ser cubano es más que ser blanco o ser negro”, han sido repetidos desde los tiempos de la Guerra de Independencia, empezando por José Martí. Pero no por ello nuestra nación ha sido más inclusiva. Convenientemente manipulados, esos argumentos han servido para neutralizar a los discriminados y encima de eso, hacerlos sentir culpables cuando se quejan. Después que Fidel Castro declarara el fin del racismo, se hizo impensable que un negro pudiera estar en contra de la revolución. Debían estar eternamente agradecidos, ya que según aquella frasecita rabiosamente racista, “ la revolución les había cortado la cola, los había bajado de los árboles y los había hecho personas”. No se asombre por esa frasecita. Cualquier cubano conoce los chistecitos y refranes de negros. Como ese de que “si no la hacen a la entrada, la hacen a la salida”. También están los mitos sexuales, los prejuicios, los clichés (los negros sólo sirven para la música y el deporte y para atraer turistas con el folklore y la brujería).

Y la mala fama: que si son chusmas, vagos, problemáticos, propensos a delinquir, etc. Pregúntele a los agentes de la Policía Nacional Revolucionaria. Y que nadie niegue la existencia del racismo basado en la cantidad de parejas interraciales y el mestizaje resultante, porque al respecto está aquello de “los piolos”, “los blancos y las blancas sucias”, lo de “adelantar la raza” y las quejas de las madres y abuelas que se aterran ante la posibilidad de tener que “peinar trencitas”. Hoy, algunos altos dirigentes y los Tío Tom con permiso oficial para opinar al respecto, reconocen la persistencia del problema racial, pero explican que se trata básicamente de un problema cultural. Y tienen razón. Solo que con tales admisiones no basta para desarraigar los prejuicios raciales que impregnan el imaginario colectivo de los cubanos. Pese al creciente mestizaje que se observa, en la población cubana, según los datos del último censo de población, predominan los blancos. Recordemos que en los censos, las personas, si no tienen rasgos ostensiblemente negroides, suelen declararse blancos. Y las muchachas y muchachos que no son blancos, se esfuerzan en aparentarlo, que para eso están el desriz, la keratina y el recurso de no coger demasiado sol y pelarse bien rebajado, para que “la pasa por pelo pase”. Ojalá pusieran en otros asuntos el mismo empeño que ponen en negar o disfrazar su identidad. No quiero dramatizar con el tema del racismo. Cuba no es la Alabama de hace 60 años ni la Sudáfrica del Apartheid. Doy la razón a los que se oponen a crear más divisiones de las que ya hay en la oposición y desviar la atención del objetivo principal, el fin de la dictadura. En democracia iremos resolviendo los demás problemas, dicen. De acuerdo. Pero es que se están acumulando muchos, demasiados problemas. Y el racial no es el menor de ellos. Luis Cino Álvarez Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Colaborador habitual de CubaNet desde 2003. Reside en Arroyo Naranjo. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 NO HAY RAZAS,

NO PUEDE HABER RACISMO

por Yuris Nórido

Ciertas manifestaciones de racismo persisten en la sociedad cubana, a pesar de que el entramado legal las condena. En el fondo, permanecen en algunos prejuicios arraigados… que hay que enfrentar sin tregua Hay un debate vigente sobre la existencia de las razas humanas. La opinión mayoritaria es que es inadecuado hablar de «raza» cuando nos referimos a los disímiles grupos humanos. Creen que entre los hombres hay una sola raza, lo demás es construcción social. Aunque otros defienden el uso del término a la hora de especificar diferencias puramente biológicas, como el color de la piel y las fisionomías características. Pero más allá del ámbito puramente científico, algo sí debería estar claro (aunque algunos todavía no parezcan convencidos): no hay grupo o «raza» superior. El color de la piel no es indicativo de inteligencia, sensibilidad, talento, sentido común o identificación con determinados valores. Los que pretenden demostrar eso «de las aptitudes específicas de cada raza», parten de circunstancias sustentadas por deformaciones históricas y culturales. Si en el mundo hay más blancos que negros profesionales, por ejemplo, no es porque los negros sean menos capaces; sino porque les fue siempre más difícil acceder a los estudios… por diferencias económicas, y por políticas decididamente discriminatorias. Ese «rezago» no es achacable a los negros, más bien a los que los oprimieron. Los diferentes niveles de desarrollo de las primeras civilizaciones impusieron una relación «darwiniana» hasta la perversión: el más fuerte se impone sobre el más débil; nada que ver con el espíritu solidario y fraternal que se supone privativa de la especie humana, porque es fruto de la conciencia. El mundo ha cambiado, al menos desde su discurso. Las naciones condenan en sus leyes magnas cualquier manifestación de racismo, por más que persistan actitudes discriminatorias en personas e incluso en sectores. Aunque a estas alturas es difícil que alguien las defienda públicamente. Hay un racismo hasta cierto punto «involuntario», «inconsciente», «cultural», que aunque sea «políticamente incorrecto», no pocas veces encuentra tolerancia en ámbitos públicos. Las injustificadas agresiones de policías blancos a hombres negros en los Estados Unidos pudieran ser un ejemplo extremo. La xenofobia tiene también esencias francamente racistas.

Pero hay otras manifestaciones más personales, menos socializadas. Pero igualmente lesivas a la dignidad humana. En Cuba también. El periódico Trabajadores publicó hace unos días la queja de una estudiante negra, maltratada y discriminada por un chofer de almendrón. «¡Por eso en este carro no me gusta montar negros!». El individuo defendió su «derecho» a actuar así. Como los hechos tuvieron lugar en un auto particular, se pudiera hasta pensar que nadie puede imponerle a alguien la obligación de montar en su carro a determinadas personas. Pero el caso es que ese auto particular ofrecía un servicio. Y aunque no lo fuera. La Constitución de la República es clara al respecto: no se puede discriminar por el color de la piel. Las expresiones racistas en espacios públicos son punibles. Y se dan en espacios íntimos, no son por eso más legítimas. Hace algún tiempo, mucha gente se asombró ante un anuncio publicado en un sitio web que solicitaba personal para un negocio… y que especificaba que no aceptarían negros. Ocurre. Y puede ser difícil establecer en qué medida sucede, con mayor o menor sutileza, en no pocos nuevos negocios. Pero llegar a publicarlo ya es descaro. ¡Y es absolutamente ilegal! Que persistan actitudes como estas en un país que eliminó hace más de medio siglo todas las expresiones discriminatorias por el color de la piel en el marco legal, institucional y público, habla de la fuerza de los prejuicios… y de la necesidad de combatirlos. Ya lo hacen las instituciones, por ley. Ya lo hace la mayoría de la población, por conciencia. Pero se puede (se debe) hacer más. Y no se trata de establecer políticas artificiales de paridad; o de promover al negro por encima del blanco solo por ser negro. Eso último también implica un posicionamiento racista. Que cada quién brille por su capacidad, independientemente del color de su piel. Hay que seguir garantizando la igual de oportunidades para todos. Y eso implica también enfrentar injusticias históricas que todavía tienen ecos en la contemporaneidad. La comunicación social y el arte también tienen demandas en ese sentido. Hablar del tema no puede seguir siendo un tabú, pues dentro de una sociedad que se asume y se pretende justa e inclusiva anidan actitudes discriminatorias que no pueden ignorarse. El sufrimiento de una sola persona vejada, humillada o menospreciada por su color es incompatible con el país que merecemos. Yuris Nórido

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 Periodista, fotógrafo, "narrador de historias". Va por la vida mirando y escuchando, con una curiosidad casi infantil, para después contarlo todo en crónicas muy personales, que a algunos pueden parecerles exageradas (y es probable que tengan razón). Dice que la memoria es mitad realidad y mitad pura invención.

EL SOCIALISMO TIENE QUE SER ANTIRRACISTA

Por Pedro de la Hoz En el estante de una feria del libro, la inscripción grabada en una camiseta llamó mi atención: «Las razas no existen; el racismo sí». Fernando Ortiz escribió en 1946 El engaño de las razas, ensayo clave en la evolución de un pensamiento antropológico que lo llevó a pensar el etnos cubano en términos de plena integración. El sabio desmontó científica y conceptualmente la aplicación de raseros raciales para clasificar a los seres humanos e intentar justificar la superioridad de unos sobre otros por el color de la piel. Medio siglo después, cuando la vanguardia de la comunidad científica descifró el genoma humano, el anticipado aserto orticiano quedó una vez más confirmado: hay una sola raza, la humana. Los rasgos físicos externos se deben únicamente al 0,01 % de los genes, de modo que no cabe y es absolutamente anticientífico y falaz atribuir capacidades intelectuales y aptitudes a mujeres y hombres a determinada pigmentación cutánea. Ya por ese tiempo avanzaban los estudios genéticos de la población cubana en la pesquisa de factores que inciden en la salud humana. La rigurosa investigación,

lidereada por la doctora Beatriz Marcheco, arrojó, más allá de los objetivos iniciales propuestos, un resultado revelador. «Todos los cubanos –enfatizó la doctora luego de exponer datos irrefutables– sin lugar a duda somos mestizos, independientemente del color de la piel que tengamos». El racismo es una construcción cultural que en el caso cubano parte de la herencia del pasado colonial y la explotación de mano de obra esclava africana traída a la fuerza a la isla. Al blanco europeo, que ocupó la cúspide de la pirámide social en el sistema de la economía de plantación, no solo no le bastó con explotar y oprimir a los esclavos, sino que levantó el mito de la inferioridad racial de los negros y sus descendientes. Un mito que se naturalizó entre la mayoría de los criollos de piel clara y marcó las prácticas sociales durante la etapa colonial y luego en los años de la república neocolonial, en fenómeno vinculado con las divisiones clasistas. Ortiz también lo dijo en una conferencia dictada en 1950: «En Cuba el racismo más grave es sin duda el movido contra el negro. Los racismos se agravan más contra los negros, allí donde éstos son o han sido socialmente sometidos y se quiere perpetuar su condición supeditada. Lo más negro del negro no está en la negrura de su piel sino en la de su condición social. La definición del negro como tipo humano, tal como generalmente se le conoce y considera por el blanco de prejuicios, se sale de la antropología para entrar en la política; pues hay que hacerla más por su hechura social que por su natura congénita. El negro debe menos negrura a sus morenos antepasados que a sus blancos convivientes. El negro lo es no tanto por nacer negro como por ser socialmente privado de luces. Ser negro no es sólo ser negro sino denegrido y denigrado». Las transformaciones revolucionarias que comenzaron a operarse tras el triunfo de enero de 1959 abordaron esta situación y en gran parte la revirtieron. Muchas de las medidas adoptadas en aquellos años asestaron un golpe demoledor a los componentes estructurales del racismo. En varias oportunidades el Comandante en Jefe Fidel Castro ventiló públicamente el tema. El 29 de marzo de 1959, al hablar en un acto efectuado en Güines, manifestó: «Nosotros, que somos un pueblo en el que figuran hombres de todos los colores y de ningún color; nosotros que somos un pueblo constituido por distintos componentes raciales, ¿cómo vamos a cometer la estupidez y el absurdo de dar albergue al virus de la discriminación? Aquí, en esta multitud, veo blancos y veo negros, porque el pueblo es eso; el pueblo está integrado por blancos y por negros y por amarillos, y eso debe ser Cuba. Eso es lo que debe predominar entre

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© www.emigración.com – otoño/invierno de 2019 nosotros». Sin embargo, la destrucción de las bases que daban lugar a un racismo institucionalizado y estructural en la etapa prerrevolucionaria no estuvo aparejada de una transformación de la subjetividad. No bastaba con proclamar la igualdad de derechos y oportunidades, ni la existencia de una sociedad que condene los actos de discriminación, si no se trabaja por cambiar la mentalidad. El propio líder histórico de la Revolución, en el imprescindible libro Cien horas con Fidel (2006), confesó mucho después a Ignacio Ramonet: «Éramos entonces lo suficientemente ingenuos como para creer que establecer la igualdad total y absoluta ante la ley ponía fin a la discriminación. Porque hay dos discriminaciones, una que es subjetiva y otra que es objetiva (…). La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y económico de la población negra del país. Los negros no viven en las mejores casas, se les ve todavía desempeñando trabajos duros y a veces menos remunerados, y son menos los que reciben remesas familiares en moneda exterior que sus compatriotas blancos. Pero estoy satisfecho de lo que estamos haciendo al descubrir causas que, si no se lucha resueltamente contra ellas, tienden incluso a prolongar la marginación en generaciones sucesivas». La otra gran batalla pasa por desplegar métodos educativos y culturales que aporten, más temprano que tarde, a una nueva subjetividad. Al mismo tiempo no debemos convivir con actitudes que, consciente o inconscientemente,revelan la persistencia de prejuicios y se ponen de manifiesto en diversos espacios de nuestra cotidianeidad, desde los perfiles laborales hasta un programa de televisión. No es posible admitir, por ejemplo, que para la contratación de personal en un centro, perteneciente al imprescindible sector no estatal de los servicios, se promueva el empleo de muchachas jóvenes y blancas. En tal caso sexismo y racismo se dieron la mano. Como tampoco es posible pasar por alto, en un diálogo transmitido por la televisión, que se diga que un bailarín de piel negra es de color «azul» o se califique de «mulatocracia» el acceso de danzantes de pieles variopintas en las principales compañías del país, porque hay cosas que cuando se toman a la ligera, impensada e irresponsablemente, laceran sensibilidades. El camino es largo, lo sabemos, pero hay que transitarlo paso a paso, sin reposo. En más de una ocasión, a lo largo de los años, el General de Ejército Raúl Castro ha analizado la necesidad de estimular y promover el protagonismo de la mujer y los negros y mestizos en

la vida política, social y económica del país y en el perfeccionamiento de nuestro modelo social. En la sesión constitutiva de la novena legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 18 de abril de 2018, tras constatar avances, llamó a no retroceder ni un paso, e hizo un llamado a trabajar por resolver definitivamente los problemas heredados en el tema que nos ocupa: «Las cosas hay que pensarlas –afirmó-, no decirlas y a la buena de dios, lo cumplieron o no lo cumplieron, insistiendo, buscando nuevos métodos, evitando cometer errores para que no nos critiquen en objetivos tan nobles, y hay que pensar una vez y volver a pensar en otra solución cuando no logramos resolver los problemas». Pensemos y actuemos en consecuencia. Recordemos un concepto meridiano expuesto por ese notable intelectual revolucionario que fue Fernando Martínez Heredia: «La lucha por la profundización del socialismo en Cuba está obligada a ser antirracista». Pedro de la Hoz González. Es un periodista y crítico de origen cubano, poseedor de la Distinción por la Cultura Nacional y fundador del suplemento Huella. Fue el primer director de la revista Artecubano y es miembro de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

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