Boletin2011

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SALUD

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LAS CALLES QUE NOS VEN PASAR

Entre la calle sin salida de Solimán y la de Salvago, se encontraba la inmensa ferretería El Candado; antes de que se nos olviden, alguien debería hacer un mapa iconográfico de las ferreterías históricas de la Málaga pasada; establecimientos de maravilloso y diversísimo contenido, donde comprar y aprender eran casi la misma cosa. Pues si los cansados nazarenos de la Salud de regreso a la Trinidad hubieran transitado por la calle Especería hace cincuenta años, además de ante la susodicha ferretería, con su candado gigantesco colgando en la fachada, hubieran dejado a un lado Manferga, al otro la aún resistente sombrerería Pedro Mira, enfrente, la Casa del Abuelo y a su lado los escaparates del fotógrafo Durante, con las fotos de las más recientes bodas para curioseo del viandante. Ya acercándose a la confluencia con San Juan y Santos, en el tramo que más antiguamente se llamó calle Carnicería, en los sesenta aún quedaban tres, junto a la farmacia Díaz Morales. De manera que el paso de las cofradías por estas calles de entonces era un repaso al comercio tradicional más genuino de nuestra ciudad. A partir del cruce con San Juan, la calle, ya Cisneros, se vuelve más recogida; se estrecha hacia el encuentro con la calle Horno, así llamada al parecer por el horno de pan que desde la época musulmana existió en su primer tramo, que después fue hasta el siglo XX fábrica de fideos. Hacia la confluencia con Fajardo y Fernán González, quedan los dos mejores vestigios comerciales de la calle: la quincallería o mercería La Pajarita y la tienda de lozas La Vajilla. En la primera, cuya fachada en curva muestra en la parte alta una pajarita en azulejería, en sus infinitas cajas apiladas tras el dependiente se guardaban botones de todos los tamaños, colores y formas; cintas, cremalleras, elásticos, agujas, bobinas y todo el interminable contenido propio de su ramo. La tienda permanece con otro nombre y sigue viendo pasar las procesiones. Enfrente, cuando escribimos estas líneas, desaparece La Vajilla, tienda emblemática del barrio donde se podían encontrar toda clase de platos, fuentes, vasos, jarrones, macetas, paragüeros, escupideras, floreros, jarras, copas, ceniceros y orinales. Cuando vemos pasar al Señor de la Esperanza en su gran Amor en la oscuridad primera del Lunes Santo, severo y glorioso, doliente en la Cruz pero triunfante desde ella, no podemos separar su estampa estremecedora y victoriosa de la tristeza que inspiran estas calles en las que hemos crecido y vemos hoy tan vacías de personas que hace cincuenta años se hubieran arracimado en los balcones para honrar a la Salud y acariciar su palio mientras enfilase hacia el Oeste el camino de la rampa de la Aurora. Es en este tramo de calle, entre Fajardo y Camas, por donde debió vivir la familia Bastardo de Cisneros, la que da nombre a la calle; fueron gente principal, y entre ellos hubo regidores de la ciudad. La calle no debía ser nada del otro jueves; imaginémosla cerrada a su final, mal pavimentada y llena de polvo y paja, pues esta mercancía era costumbre descargarla en esta calle, teniendo que intervenir el Municipio para regular


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