Collado Villalba, lugar de acogida

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Uy mija... ¿me perdonarás? Elena Vicente.Sahily nació en Cuba. Ella me contó por qué se fue y qué añora aún de su tierra. Eran las 8 de la mañana y ya estaba cogiendo el camión. Cómo no, no había un asiento libre. De pie, acompañada de los gritos, piropos y amabilidades de las personas, me paré a pensar. Menos mal que la vecina me ha despertado hoy diciéndome que había rumores de que el camión iba a salir un poco antes, si no, iría fuera, agarrada de la puerta trasera. Mi empresa, CUBALSE, me permitía cobrar 25 veces más que a un maestro, y tener un ático con vistas a toda la bahía. El permanente cielo azul, la humedad, los árboles tropicales, y sobre todo, el mar, me daban una tranquilidad que necesitaba. Edificios de no más de dos pisos se entreveían por las ventanillas, y niños felices y orgullosos de poder ir a la escuela cruzaban la calle en la que se situaba mi antigua compañía de salsa latina. A horas tan tempranas de la mañana la ciudad estaba más viva que nunca. Un gigantesco campo de béisbol demostraba nuestra distinguida obsesión con este deporte. ¡Zapatero! No me había fijado en otro nuevo taller que había colocado en su casa mi vecino. Carteles promocionaban la CocaCola aun solamente pudiéndosela permitir los más privilegiados. Tristemente el peso cubano solo llegaba para comida y ropa, y la gente con menos dinero se unía y compartían sus bienes y pertenencias. Por regla general los extranjeros estaban mejor valorados que los propios residentes, y la policía controlaba que ese poder no se incumpliera. Playas separadas por muros, hoteles prohibidos, moneda reservada… fueron convirtiendo mi país en una dictadura. Mi madre ya había huído a Madrid, y mis hermanos a EEUU. Solo tenía a mis hijos, y un trabajo increíble en el ámbito turístico y ganas de recorrer el mundo. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que las nuevas leyes de la dictadura nos habían prohibido el salir de visita a otro país, y no teníamos el derecho de revindicarlo. A mi padre lo despidieron de su trabajo, pero mi compañía seguía adelante. Fuera la decisión que tomase cierta o equívoca, mantenía unas ideas claras de los derechos de las personas, y estar encerrado no era una de ellas. Cuba, mi país de nacimiento, pasó a pertenecer al pasado cuando la dictadura se apoderó de él.


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