Su madre bien que lo decía: —No paraba ni cuando lo llevaba dentro. Se notaba que quería salir cuanto antes. A Pimpán lo que le perdía era la curiosidad. Le pasaba por delante una mariposa y la seguía como un pasmado. Se subía a un árbol y si desde la copa veía uno más alto, pues allá que iba él para otear el paisaje mejor. Lo más divertido era cuando buceaba en la laguna tratando de agarrar a los peces con las patas. Nunca pillaba ninguno, aunque se lo pasaba en grande. —Un día te meterás en un lío —le prevenía el búho, que para algo era el animal más serio de la jungla. —Soy un orangután, soy fuerte —se jactaba él—. Soy el animal más fuerte de la tierra.
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