GRUNDmagazine 3 (grundmagazine.org)

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GRUNDmagazine 3 Ale Oseguera

No obstante la neutralidad política de Laos, el gobierno de Estados Unidos arrojó más de dos millones de toneladas de artillería en un total de 580.000 misiones de bombardeo. Esto es igual a realizar un ataque cada ocho minutos, las veinticuatro horas del día, durante los nueve años que duraron estas misiones.

Los objetivos del gobierno estadounidense durante esta llamada Guerra Secreta eran dos. En primer lugar, apoyar al Gobierno Real de Laos contra la expansión roja del Pathet Lao. Y en segundo, impedir el tráfico de personas y armamento de Vietnam del Norte a Vietnam del Sur por la vía de Ho Chi Minh, un camino que en su mayoría se encuentra en el lado laosiano. Para ejecutar sus tareas, la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA por sus siglas en inglés) infiltró agentes a través de vuelos supuestamente comerciales de Air America tanto a Laos como a Tailandia. Esta aerolínea era secretamente propiedad de la CIA. Air America realizaba también misiones de ayuda humanitaria, por supuesto. Durante esos años, arrojaron paquetes de arroz y medicamentos que los laosianos recogían y almacenaban sin acabar de comprender porque a veces caía alimento del cielo, y otras veces, explosivos. La antigua capital de la provincia fue completamente destruida. De esa ciudad, que alguna vez compitió con Luang Prabang en esplendor y belleza, quedan sólo reliquias. Los campos de Xiangkhouang, fértiles y bondadosos, permanecen intactos de la mano del hombre por su imposibilidad a ser traspasados sin arriesgar con ello una pierna, un brazo o la vida entera. Los habitantes de la región no pueden sembrar, ni construir escuelas u hospitales. No podían incluso abrirse al turismo por los elevados riesgos que son consecuencia directa del abuso armamentístico de una guerra que ni siquiera era la de ellos.

La familia Phetrasy Somos apenas unas ocho personas en el Bombie bar, pero ya es suficiente para que parezca lleno. Todos hablamos inglés pero nuestros acentos delantan nuestras variadas nacionalidades. El dueño, Milan Phetrasy, es hijo y nieto de protagonistas de la Historia de Laos. Milan es periodista de vocación. Afirma que hay una falta total de conocimiento sobre lo que pasó en Laos. Tanto de los mismos laosianos como de los extranjeros, los estadounidenses específicamente. Por su bar pasan decenas de turistas al año que se quedan perplejos ante la realidad. “Se sienten culpables”, dice, “muchos lloran cuando se enteran y me piden disculpas. Otros vuelven, intentan ayudar de alguna manera. Dan dinero, colaboran en proyectos sociales. Pero no pueden hacer nada. Los estadounidenses no pueden hacer nada porque su gobierno no les cuenta la verdad”. Milan también fue militar, como su padre; pero a él ya no lo alcanzó la guerra. Nació en 1979. Habla inglés con extrema fluidez y se maneja bien en árabe y chino, además de en su lengua materna. Después de ser monje budista, trabajó para la agencia de viajes que montó su padre, pero él quería hacer lo suyo: escribir y ver el mundo. Tuvo la oportunidad de viajar a la República Checa, anterior Meca europea del comunismo, y volvió a Phonsavan a poner su grano de arena en la construcción de la memoria de su pueblo. Milan espera el día en que pueda culminar un libro que su padre dejó inconcluso, y terminar de plasmar su apellido en la memoria de esta desolada provincia de Laos. Después de pelear durante la Guerra Civil con el Pathet Lao, el padre de Milan lideró la conversión de las Plains of Jars (Llanuras de Jarras), en sitios turísticos. Fue él quien redactó el documento de proposición para realizar esta limpieza en la que han colaborado potencias extranjeras como Alemania. Estos espacios arqueológicos consisten en decenas de jarrones megalíticos, de todos los tamaños, dispersos en el paisaje. Se cree que datan del año 500 A.C. Desafortunadamente, muchos fueron destruidos por los bombardeos. Hay tres sitios que actualmente están disponibles para visitas turísticas, aunque los caminos por donde puedes andar son delimitados y señalizados, ya que no es garantía que la totalidad del suelo esté libre de metralla. En el más grande, el que pudimos conocer, hay también señalizados cráteres de bombas y líneas de trinchera.

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