Bill sloan okinawa

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Estos e innumerables episodios de heroísmo personal condujeron al plan del general Cho a un fracaso estrepitoso. La mañana del 14 de abril, la contraofensiva japonesa se había desvanecido, pero las fuerzas estadounidenses se encontraban demasiado agotadas y machacadas como para aprovechar la situación, así que el pulso a lo largo de la cadena montañosa de Kakazu prosiguió sin demasiados cambios. Mucho después de que la tristeza y la distracción ligadas a la muerte del presidente Roosevelt se hubieran disipado, la debilitadora lucha por Kakazu continuaría. Sin embargo, se sucedieron varios días prácticamente sin movimientos discernibles, excepto por el reemplazo de las unidades estadounidenses diezmadas por otras descansadas e ilesas. El 14 de abril, el maltrecho 383.° regimiento de infantería, que había sufrido el castigo de los ataques infructuosos del 9 y el 10 de abril y el malhadado contragolpe japonés, fue relevado por soldados de la 27.a división de infantería. Por lo demás, cada día transcurrido parecía un calco del anterior. Las líneas estadounidenses permanecían en las mismas posiciones, azotadas por la misma artillería e incapaces de desplazar a las férreas posiciones japonesas de las laderas opuestas de las montañas. Mientras se perpetuaba el sangriento punto muerto en Kakazu, las tropas del 7.° regimiento de la 1.a división de marines se topaban con más problemas inesperados en una zona supuestamente pacífica situada al norte. El 14 de abril, poco más de una semana después de que la compañía K hubiese sufrido numerosas pérdidas en una emboscada que llevó a cabo una patrulla japonesa, le aguardaba un destino similar a otra compañía del 7.° regimiento de marines, la E/2/7. En media hora, la compañía sufrió veintinueve bajas entre muertos y heridos, un índice de casi una por minuto. Uno de los primeros que cayeron fue el soldado de primera clase Americo «Moe» Milonni, un adolescente italiano de Rochester, Nueva York, que recordaba gráficamente el ataque 61 años después. Se producía exactamente un año y dos días después de que Milonni se alistara en el Cuerpo de marines. «Avanzábamos por un sendero que recorría la ladera de una montaña, y mi teniente me dijo que vigilara el camino porque alguien había visto japoneses acercándose a nosotros», narraba Milonni. «Mientras estaba allí sentado haciendo guardia, vi a dos japoneses viniendo hacia mí. Disparé a uno de ellos, pero caminaban entre hierbas altas y no alcancé al segundo. Sabía que intentaba dar un rodeo y situarse detrás de mí, pero no le veía por culpa de la hierba.» A su espalda, Milonni oyó a uno de sus compañeros chillar: «¡Cuidado! ¡Están subiendo por el camino!». Casi en ese preciso instante, Milonni sintió que una bala de rifle le perforaba el pecho y le lanzaba despedido unos cinco metros hacia atrás. «Lo único que sabía es que no podía respirar», contaba. «No sabía que la bala me había atravesado el pulmón y que sufría una hemorragia interna. Por suerte, un par de compañeros llegaron rápidamente y me ayudaron. Me echaron polvos de sulfamida en la herida y me incorporaron para que pudiera respirar mejor. Me hicieron compañía y me dijeron que me pondría bien.» Uno de esos compañeros era el soldado de primera clase Melvin Grant, que recordaba que Milonni, pese a estar «ahogándose literalmente en su propia sangre», trataba de ayudar a su vez a un sargento herido. En medio de un feroz fuego cruzado, dos camilleros recogieron a Milonni e intentaron trasladarlo a un puesto de socorro. Pero al cabo de unos metros, uno de ellos fue alcanzado por las balas enemigas y Milonni recibió otro disparo, esta vez en el trasero. 96


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