Seguro en los brazos de dios john macarthur

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Seguro en los brazos de Dios

el piso. Era tan preciosa; mi mente empezó a inundarse con los recuerdos amados de las ocasiones felices que habíamos tenido. Lloré con angustia por el pensamiento de perderla. Bethany me dio palmaditas en la cabeza y me preguntó: «¿Qué pasa, papá? ¿Qué pasa?». Allí estaba mi pequeña alegremente conversando conmigo; casi me pareció que ella sabía el plan de Dios para su vida y estaba satisfecha con el mismo. Decidí de corazón darle lo mejor que pudiera y hacer de su vida lo más alegre posible. Se recetó otro tratamiento de quimio para expulsar de su cuerpo esa leucemia resistente, aun a riesgo de dañar otros órganos. A eso debía seguir un trasplante de médula ósea. Nuestro hijo Christopher resultó ser un donante perfecto para el trasplante. Nuestra hija Michelle no era compatible para el trasplante, pero con alegría hubiera dado cualquier cosa por su hermanita. La semana del trasplante, que resultó ser la última semana de vida de Bethany, se me vuelve borrosa. Recuerdo, eso sí, que Diana me llamó mientras hacía lo más que podía para ayudar a Bethany a respirar y descansar con comodidad. Cuando llegué al hospital después de su llamada, hallé a Bethany sentada bajo la tienda de oxígeno, y por primera vez parecía que se había rendido. Cuando la entubaron, un tubo insertado por su garganta hasta sus pulmones, la mirada en su cara clamaba ayuda en silencio. El tubo le hizo toser y jadear por aire y, sin embargo, no se pudo oír ningún sonido porque sus pulmones necesitaban aire para hacer un ruido al toser. También recuerdo el clamor amoroso de Diana: «Bethany, por favor, no me dejes», mientras Bethany se nos escapaba. Al final, el corazoncito de Bethany falló, como un atleta que ha corrido mucho más allá de su límite. Todo el alboroto de la UCI dio lugar al 26


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