El Plan Marchiali

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Todas las personas implicadas negarían haberles conocido nunca, salvo por las reuniones que se habían producido en público en varias ocasiones. Y como también había argumentado Gustavo en más de una ocasión, si se les ocurriera contar lo que creían saber, simplemente podrían ser tachados de locos. Además, el sistema había sido utilizado para la incorporación de casi todos los miembros del “consejo de Sabios”, y nunca se había producido ningún incidente. Estando así las cosas, James Stewart y Robert Malden fueron introducidos en un vehículo furgoneta con los cristales tintados, y provistos de un antifaz que impedía totalmente la visión. Estuvieron circulando por las carreteras de la comarca durante un par de horas. Inconscientemente Malden, por deformación profesional, iba calculando mentalmente la distancia a la que podría estar el punto al que eran conducidos. Había calculado que el vehículo llevaba una velocidad media de unos setenta y cinco u ochenta kilómetros a la hora, por lo que cuando el coche se detuvo estaba seguro de encontrarse a unos ciento cincuenta kilómetros de Acebedo, aproximadamente. Al dejar la furgoneta, fueron introducidos en un edificio que naturalmente no pudieron ver, y conducidos a las estancias principales del Plan Marchiali. Siguiendo con su observación, el americano se dio cuenta de que habían utilizado un ascensor al menos dos veces, por lo que suponía que se encontraban en un piso bastante alto. Unos segundos después de detenerse este segundo ascensor fueron introducidos en un salón en el que fueron liberados de su antifaz y pudieron ver claramente que habían sido acompañados por todos los asistentes a la reunión. -Caballeros, les ruego disculpen las molestias, pero era estrictamente necesario tomar todas las medidas de seguridad 58


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