El Plan Marchiali

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Su espera no fue larga, enseguida vio acercarse un vehículo al que hizo señales para que se detuviera. Cuando se acercó al coche para preguntar, comprobó que estaba ocupado por los tres hombres que habían cenado y comido varias veces en el comedor de su hotel. -Hola, disculpen que les haya hecho parar, es que deseamos ir a Acebedo, y en esta encrucijada no sabemos qué dirección tomar. - No se preocupe, le dijo el que parecía ser el portavoz del grupo, siempre nos hemos quejado también nosotros de la mala señalización de la zona. -Para ir a Acebedo, deben de tomar la carretera de la derecha, nosotros vamos para allá también, si lo desean pueden venir detrás de nosotros –continuó. - Ah, perfecto –contestó Juan– si no les importa les seguiremos, de todos modos no falta mucho para llegar ¿no? - No, apenas diez kilómetros, sígannos. Y volviendo a su coche, condujeron detrás de sus “guías” y en unos minutos llegaron al pueblo de Acebedo. Apenas entraron en el pueblo, se dirigieron al único bar que allí existía. Sus guías les hicieron además de anfitriones, comprobando así que, aunque estuviesen alojados en el hotel, en realidad eran oriundos de la zona. Una vez en el bar, procedieron a presentarse. -Bueno, mi nombre es Juan, mi esposa Rosa y mis hijos Dani y Oscar. -Hola, yo soy Gustavo y estos son mis amigos Álvaro y Roberto. ¿Así que están de vacaciones por la zona? -preguntó Gustavo al tiempo que se presentaba. - Si, somos de Madrid y algunos de mis compañeros, que ya conocían la zona, me la recomendaron y aquí estamos para 134


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