Rudolf Steiner - Evangelio segun San Juan

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la evolución de la humanidad propende: franquear todos los escollos y establecer la paz firme, la gran armonía y la fraternidad. La soledad (el estar sin patria) le hacía acoger desde un principio los gérmenes del gran amor fraternal. En los tiempos antiguos se aludía a ello simbólicamente a través del relato de los viajes realizados por el iniciado, por ejemplo, Pitágoras. Semejante relato tendía a que en sus sentimientos, que se cultivan en la íntima comunidad, el iniciado alcanzase objetividad. Es la misión del cristianismo hacer obrar en toda la humanidad el impulso de la fraternidad que individualmente siempre obraba en el iniciado. Contemplemos aquella idea más profunda del cristianismo: que el Cristo es el Espíritu de la Tierra, y la Tierra el cuerpo, o bien la vestimenta del Cristo. Hay que tomarlo literalmente pues hemos dicho que hay que pesar cada palabra de un documento como lo es el Evangelio de Juan. Con respecto a la “vestimenta” de la tierra, la evolución nos enseña que esta vestimenta, quiere decir las partes sólidas de la tierra fueron divididas: uno tomó posesión de ésta, el otro de aquella parte. Tomar posesión, adquirir propiedad personal, significa que en el transcurso del tiempo en cierto sentido se han dividido y repartido los vestidos del Cristo, como Espíritu de la Tierra. Una sola cosa no ha podido dividirse, pues pertenece a todos: la atmósfera que circunda la Tierra. El Mito del Paraíso alude a que de esta atmósfera se alentó al hombre el soplo de vida, con lo cual él obtuvo el primer germen del yo en el cuerpo físico. La atmósfera, el aire, no puede dividirse. Fijémonos si a esto alude el autor del Evangelio que más profundamente nos describe el cristianismo:


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