Eliphas Levi - El gran arcano del ocultismo revelado

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Eliphas Levi – El Gran Arcano del Ocultismo Revelado concurso. Dios la da a quien la merece, ninguno la trae al nacer. El poder equilibrante está en el punto central; sin embargo, el poder motor se manifiesta siempre en las extremidades. Son los locos quienes comienzan las revoluciones y los sabios los que las terminan. En las revoluciones políticas, decía Danton, el poder pertenece siempre al más perverso. En las revoluciones religiosas, son los más fanáticos los que, necesariamente, arrastran a los demás. Los grandes santos y los grandes malvados son, igualmente, poderosos magnetizadores, de voluntades exaltadas por actos contra la naturaleza. Marat fascinaba a la Convención, donde todos le odiaban y le obedecían maldiciéndolo. Mandrin saqueaba las ciudades en pleno día y nadie osaba perseguirlo. ¡Lo juzgaban mágico!..., estaban persuadidos de que llevándolo a la horca haría lo que Polichinela, y ahorcaría en su lugar al verdugo; y probablemente que lo habría hecho, si no hubiese mermado su prestigio en una aventura amorosa, dejándose prender como otro Sansón a los pies de una Dalila. El amor de las mujeres es la victoria de la naturaleza. Es la gloria de los sabios, aunque para los salteadores y los santos es el más pernicioso de los escollos. Los salteadores sólo deben apasionarse por la guillotina, a la que Lacenaire llamaba su bella novia, y los santos, sólo deben besar las cabezas de los difuntos. Los perversos y los santos son hombres igualmente exagerados y enemigos de la naturaleza. Por esto los confunde muchas veces la leyenda popular, atribuyendo a los santos actos de monstruosa crueldad y a los bandidos célebres, actos de filantropía. San Simón Stillita fue visitado por su madre en su columna; quería abrazarlo antes de morir. El faquir cristiano no sólo no desciende, sino que esconde el rostro para no verla. La pobre mujer extingue su vida en lágrimas, llamando a su hijo, y el indiferente santo la deja morir. Si nos contaran tal cosa de Cartouche o de Schinderhannes hallaríamos que, intencionalmente, sobrecargaban el cuadro de sus crímenes. Verdad es que Cartouche y Schinderhannes, no eran santos sino simples bandidos. ¡Oh, tontería, necedad, estulticia humana!. Los desórdenes en el orden moral producen desórdenes en el orden físico, y es a eso que el vulgo llama milagros. Es preciso ser Balaam para oír hablar una jumenta; la imaginación de los tontos alimenta los prodigios. Cuando un hombre bebe en exceso, cree que los otros titubean y que la naturaleza se desvía para dejarlo pasar. Por tanto, vosotros que buscáis lo extraordinario, vosotros que queréis hacer prodigios, sed extravagantes. La sabiduría nunca es notable porque siempre está en orden, en calma, en armonía y paz. Todos los vicios tienen sus inmortales que, a fuerza de excesos, ilustran su infamia. El orgullo de Alejandro, si no fuere Diógenes o Eróstrato; la ira de Aquiles; la envidia de Caín o Tharsis; la lujuria de Mesalina; la gula Vitelio; la pereza Sardanápalo; la avaricia del rey Midas. Oponed a estos héroes ridículos otros héroes y, por medios contrarios, obtendréis igual resultado. San Francisco, el Diógenes cristiano que, a fuerza de humildad, se hace pasar por igual que Jesucristo; S. Gregorio VII, que con sus transportes desconcierta a Europa y compromete al papado; San Bernardo, el lívido perseguidor de Abelardo cuya gloria eclipsaba la suya; San Antonio, cuya imaginación impura superaba las orgías de Tiberio y de Trimalción; los hambrientos del desierto, siempre entregados a los sueños ávidos de Tántalo; y lo mismo estos pobres monjes, tan ávidos de dinero. Los extremos se tocan, como se ha dicho, y lo que no es sabiduría no puede ser virtud. Los 87


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