novela la mujer de mi hermano

Page 200

ganas de verte, y no sé cuándo será eso. Necesito estar sola. Todo se está complicando demasiado y no aguanto más.» Cuando cuelga el teléfono, llora. Ha ahogado el llanto al grabar esas últimas palabras a su amante, al hombre por quien siente, a la vez, rabia y deseo. Soy una idiota, se dice, sollozando. Yo tengo la culpa de todo. No debí meterme en esto, enrollarme con él. Ahora estoy más sola y confundida que nunca, y a él le importo un pedazo de mierda. No llores, se recrimina. Sé fuerte. Nunca has sabido estar sola. Tienes miedo, eso es lo que pasa: tienes miedo a estar sola unos días. No tengas miedo: será bueno, te hará bien, aprenderás a estar sola y entonces, quizás, te animes a dejar a Ignacio del todo. Tras meter la maleta en el coche, Zoe se sorprende a sí misma, entregándose a un impulso destructivo y, a la vez, liberador: camina hasta la piscina, arroja su celular al agua, lo ve hundirse rápidamente y, sonriendo, regresa al auto y enciende el motor. No quiero que nadie pueda ubicarme, que nadie sepa dónde estoy, piensa, mientras retrocede el coche con cierta brusquedad. La piscina de mi casa ha terminado siendo el lugar al que uno arroja los objetos que odia, se dice. Sólo me falta arrojar allí a los dos hermanos que han hecho de mi vida un calvario. Qué esplendida sensación la de tirar mi celular a la piscina: mucho mejor que la de ir al psiquiatra un año entero. Conduciendo de prisa por la autopista, prende la radio y canta una canción de moda, el lamento de una mujer que dice sentirse deses-perada porque ha sido abandonada por el hombre al que ama. Cuando Zoe canta, acompañada por la radio, esas letras quejumbrosas, ríe sola de su suerte, de aquel desvío impredecible por el que discurre ahora su vida, sin saber adónde ir, pero disfrutando de una cierta levedad de espíritu y una mirada risueña que, se dice, parecerían señales de que acaso no fue del todo descabellado hacer la maleta y partir de viaje a ninguna parte. No me provoca subirme a un avión, piensa, al tiempo que conduce. Quiero estar sola, dormir, no ver a nadie. No me apetece pasar por los mil trajines odiosos de un viaje. Iré al mejor hotel de la ciudad, me hospedaré en la suite más linda, no saldré tres días seguidos y me trataré como una reina: eso me suena bien, es exactamente lo que necesito ahora mismo. Quince minutos más tarde, ingresa al vestíbulo de un hotel lujoso. Viste un pantalón ajustado, botas altas y una chaqueta de cuero negro; apenas se ha maquillado; no obstante su aspecto informal, se conduce con las maneras suaves y distantes de una señora que sabe lo que quiere: la mejor suite del hotel, por tiempo indeterminado. Entrega su tarjeta de crédito y, haciéndole un guiño co200


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.