Go Mag # 124 Septiembre 2011

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TANDOORI POP

BOMBAY BICYCLE CLUB Llevo ya un rato esperando, y me pregunto si, quizás, detrás de la cortina que flanquea la entrada a la cocina de este restaurante indio los platos se cuezan al momento en lugar de calentarse. Por sorpresa, el camarero me obsequia con medio pan de queso con el que entretener la lengua y dar asiento a la Cobra de más de medio litro que me ha servido minutos antes como si fuera agua mineral. Texto

Banessa Pellisa

C

on una libreta en la mano y la grabadora en pausa empiezo a transcribir la entrevista que hace unos días le hice a Bombay Bicycle Club por teléfono. Tengo muy presentes sus canciones. "A different kind of fix" (Mmm / Universal, 11) cumple la función que el disco de Stornoway tuvo el año pasado más o menos por estas fechas: canciones que acompañan el calor con imágenes de jardines y ríos que flanquean las bibliotecas antiguas de ciudades universitarias. Sólo que, en lugar de facturar un folk campestre como el de Stornoway, Bombay Bicycle Club apuntan en la dirección contraria. La producción del disco es pesada, mastodóntica y encierra canciones sencillas y evocadoras en un globo de gas espeso que suena moderno, distinto y, en cierto modo, arriesgado. Nadie que haya probado un buen naan, terso y elástico como el corazón de un croissant de mantequilla, se atreverá a calificar el chicle blanquecino que sirve este restaurante como pan indio. Pero, como decía, ya llevo un buen rato esperando mi comida y el camarero ha sido muy generoso al traerme media ración de algo que no había pedido para distraerme. Mastico y sigo con la entrevista. Re-escucho un diálogo con Suren de Saram, batería de la banda, en el que iniciamos una conversación que no va a ninguna parte. "'Flaws' era un disco más folk", me dice. Le comento que creo que hay un salto importante entre su primer disco y el segundo, de un sonido de pop más convencional a un folk de cierta intensidad y que este cambio es aún más radical en este tercer disco. "¿Sí? Ah. 'Flaws' es más un collage de temas acústicos que un disco en sí mismo". Le pregunto si, de ser así, debería considerar este disco que tengo entre las manos como su segundo álbum 'oficial'. "Bueno, tenemos la sensación de que este disco es más 'nosotros', más quienes somos en realidad". ¿Más quienes sois como banda?, le replico. "Sí, bueno. Aunque las canciones las escribe Jack. Este disco es, más bien, su proyecto, su composición. Las trajo al local ya muy pensadas, con el ochenta por ciento de los temas acabados y nosotros teníamos que hacer poco más que aprenderlas". Holland Park está lleno de bandas como Bombay Bicycle Club y restaurantes como éste. El tipo de local que cambia de manos de vez en cuando, que pese a las constantes renovaciones siempre parece gastado por dentro, con las sillas invariablemente

desencajadas y, al menos, una de las cadenas de lavabo que no funciona. Nadie viene a este restaurante expresamente. Aquí viene gente que tiene hambre y, justamente, pasaba por delante. Bombay Bicycle Club son los nuevos niños mimados del crítico musical Paul Lester (The Guardian), aunque quizás Lester ya haya cambiado el chip y ahora el grupo esté en el contenedor de reciclaje. Tan rápido mueren sus promesas de amor. Hablamos de la recepción del disco. Puede que no sea la pregunta más incisiva del mundo, me digo mientras observo a la pareja de ejecutivos que se sienta a mi lado con más hambre que yo. "Estoy contento de como se ha recibido el disco”, dice Suren en mis auriculares. "A la gente le ha gustado mucho y los conciertos son, sí, guau, muy divertidos. Lo pasamos muy bien". El plato llega finalmente encaramado a un bol gigante casi a tiempo de pedir otra Cobra y un lassi. El aroma es delicioso pero no veo el pollo de mi pollo madurai por ninguna parte. Grumoso y tebio, el curri no se deshace en mi lengua, ni provoca la oleada de calor que promete el 'very spicy' y los tres chillis que señalaba el menú al lado del precio del plato, 6,95 libras, que, visto lo visto, bien podría haberme gastado en un Big Mac. El arroz es bueno. Me lo como con un trozo de pollo que ha aparecido debajo de un tropezón de curri. Sigo con mi grabadora, ya apurando los últimos minutos de charla cada vez más decepcionada. Lamentablemente, la conversación no está a la altura de la excitación que provocan canciones como "Shuffle" o "Bad timing" (que podría haber firmado Pale Saints veinte años atrás). El tercer disco de Bombay Bicycle Club merece mejor promoción que la que puede garantizarle su batería. ¿Dará él las entrevista al Guardian? Lo dudo mucho. Mientras espero la cuenta me bebo el lassi con resignación, algo aliviada, pues al menos el batido está rico. El camarero se acerca y me pregunta si estaba todo bien y yo le respondo exageradamente que todo es magnífico, muy bien, 'perfect'. Vuelve con una cajita de bambú y un paquete de chicles de cortesía que me meto en el bolso. Admito mi derrota y salgo del local humillada. Me han cobrado el pan. www.myspace.com/bombaybicycleclub


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