Papiro / Segunda quincena de mayo 2009 / Año II Num. 29

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PAPIRO

SEGUNDA QUINCENA DE MAYO DE 2009

La mala influencia de la tan publicitada influenza ¿Cortina de humo? ha recomendado hasta la saciedad, la observancia de las más estrictas reglas de higiene en todos los órdenes.

JORGE PRIEGO M A R T Í N E Z La psicosis o cuasi terror que continúa imperando en la mayoría de los habitantes del país y por ende, de los tabasqueños, fue la mala influencia que hubo de sufrirse, ante el anuncio oficial de que estaba a punto de desencadenarse una pandemia de “influenza porcina” en todo México, alimentada por las declaraciones contradictorias e incomprensibles hasta cierto punto, emitidas por las autoridades federales, lo que ha fomentado el olvido de todo lo que antes nos fuera trascendente en la vida política de la nación, para concretarnos a cuidar la zalea, por la que los humanos somos capaces de todo, como magistralmente lo expresa Curzio Malaparte en su célebre novela “La piel”. Por salvar el pellejo, los hombres todos, somos capaces de los mayores heroísmos o de las más abyectas o viles bajezas y por ello, como vemos por las calles citadinas, podemos, siendo tan vanidosos, hasta olvidarnos de modas y arreglos personales, para utilizar antiestéticos cubre bocas, que al decir de un famoso médico especialista nos protegen lo mismo que si en lugar de ellos, lleváramos una Biblia bajo el brazo o una medallita con la imagen de cualquier santo al cuello. Lo cierto es que los cubre bocas volaron de las farmacias de todo el país y alcanzaron precios altísimos ante la creciente demanda de quienes deseaban y desean, verse libres de contagio. También hay o hubo, desabasto de vitaminas y otros medicamentos, por las compras de pánico que de ellos se hizo, olvidando la gente, que las mejores vitaminas se encuentran en los mercados, vía las frutas y verduras que las contienen en altísimas cantidades, al igual que otras substancias que ayudan a nuestro organismo a elevar sus defensas y hacerle frente exitosamente a cualquier microbio, bacteria, hongo, virus o ultravirus; además de lo anterior, no se debe descontar, como se

La Internet se ha saturado de información sobre la tan publicitada epidemia, que en un principio no se sabía de qué es, pues la rumorología que sentó sus reales ante los titubeos de las autoridades de salud mexicanas, un día la catalogaba como influenza estacionaria, al día siguiente como influenza aviar, para luego referirse a ella como influenza porcina o desechar las anteriores hipótesis, para deslizar el dicho de que se trataba de un nuevo virus y por ello desconocido pero mortal de necesidad, hasta que al fin se declaró que se trata del virus de la influenza humana, clasificado como A H1N1. No han faltado los analistas que se refieren a esta psicosis como propicia para el gobierno federal e impulsada por él, porque tal situación de emergencia le hizo acceder a los créditos etiquetados que ofrece el imperio, obteniendo parece que 225 millones de dólares para hacerle frente a la que se vaticinaba como “devastadora epidemia” y parece que ha quedado como el famoso parto de los montes. También se adujo que la paralización de labores de innumerables fábricas, vino a ser un paliativo para sus propietarios, que no dudarán en pagar sólo la mitad de los salarios a sus trabajadores que, durante la emergencia decretada, no laboraron. No faltaron quienes arguyeran que al eliminarse las grandes concentraciones humanas, se evitó que el dolor de cabeza de quien despacha en Los Pinos, pudiese realizar los mítines que había anunciado y, lo más importante, que se trató de una cortina de humo para acallar los reclamos de ciertos segmentos políticos nacionales, en el sentido de que se aclarara en qué se van a invertir los miles de millones de dólares de los nuevos créditos contratados por Calderón Hinojosa sin la anuencia del Congreso, es decir, anticonstitucionalmente, sin faltar aquellos que socarronamente afirman, que la alerta sanitaria tal como se ha manejado influirá en las próximas elecciones, traduciéndose en votos a favor del partido en el poder. Sí, muchas cosas se han dicho y sin duda, muchos asuntos de importancia capital para nuestro país, se diluyeron y olvidaron ante el temor general de ser víctimas de esa epidemia de no se sabía qué, pero

que se publicitaba “con singular entusiasmo y marcial donaire”, como diría nuestro inolvidable amigo, Pedro Luis Hernández Sánchez. Otra cosa: ¿ya terminó la cruenta lucha contra el narcotráfico, pues nada se ha sabido de ella? ¿Acaso los narcotraficantes han sufrido también la psicosis que produjo dicha influenza y no han continuado con su quehacer diario? Si ya terminó la guerra contra los carteles de la droga, ¿quién ganó? Pero sigamos con la influenza y su peligro de transformarse en pandemia. Al respecto, queremos recordar que la epidemia de la llamada influenza española en 1918 sí fue grave de a de veras ya que causó cientos de millares de muertes en México. En Tabasco se contaron por miles los fallecimientos. Sólo en Frontera, nuestro solar nativo, según nos platicaba nuestra adorada abuelita, los muertos fueron cientos; familias enteras perecieron, ya no había ataúdes para todos los cadáveres, por lo que se envolvían en cobertores o se enrollaban en petates y por decenas a bordo de carretas tiradas por caballos eran llevados a inhumar al camposanto, donde los sepultureros trabajaban día y noche cavando tumbas. En su casa, contaba la abuelita, no hubo ningún muerto debido a que, como tanto ella como su hermano mayor estaban en pleno crecimiento, su mamacita, como complemento alimenticio les administraba grandes cucharadas de Emulsión de Scott, la que en aquellos lejanos tiempos sí era de hígado de bacalao, y de la que la bisabuela se tomaba también su buena cucharada. El haber contado con excelentes defensas en su organismo, libró a la familia de mi abuela materna, de la enfermedad y de la muerte. Nosotros no nos hemos espantado con el actual petate de los muertos de influenza que se han desplegado en las televisoras, en la radio y en la prensa oficialista, así como en labios de altos burócratas federales. No, porque nos tocó vivir otra “aterradora amenaza de pandemia”, la de la no menos famosa “gripe o influenza asiática”, que allá por los años cincuenta del siglo XX, si mal no recordamos, mantuvo en cama por varios días a centenares de tabasqueños, y no sabemos cuántos murieron por su causa, si es que hubo muertos. Pero como no había televisión ni cosa por el

estilo, pues no nos “apanicamos” como dijera un prohombre blanco azul, y aquí estamos para rememorarlo. Los tabasqueños de antaño, a todos aquellos que gustaban de magnificar las cosas en alto grado, en circunstancias como la que hoy vivimos, con cierta picardía, mucha sorna, buen humor y atinadamente, les llamaban “espanta pedos”, y creemos que así resultaron quienes desde la capital del país nos alarmaron en grado sumo, logrando que sus exageradas advertencias traspasaran las fronteras patrias y en muchos países nos vean a los mexicanos como apestados y nos hagan presas de sinnúmero de vejaciones y descortesías. Ahora, frente a la cruda realidad, se quiere rectificar y tratar el problema de salud que ciertamente existe, pero no con las características que se dio a conocer, sino en la medida en que se ha desarrollado, pero resulta muy tardía la rectificación, porque el mal ya está hecho, y como reza el refrán, “palo dado, ni Dios lo quita”. Todavía nos falta una ofensiva mediática más, la de exaltar al héroe indiscutible de esta dura batalla, al bravo soldado de la salud que se enfrentó decidida y valerosamente al peligroso y desconocido virus que amenazaba con diezmar a todo el pueblo de México, olvidando tan execrable invasor de la patria, ese “extraño enemigo”, que tenemos como iluminado guía, a un visionario que otea todos los horizontes segundo a segundo, para salvaguardarnos de cualquier mal, y ese grande hombre que con mano firme conduce los destinos y derroteros de la nave patria por el mar proceloso de las crisis, nos ha salvado de una espantosa tragedia. ¡Loor eterno a tan esforzado paladín! ¿Exagerado panegírico? Pues poco más o menos así serán los que leeremos dentro de poco. El nuestro es gratuito y de muy buena fe, ¿no les parece, amables e hipotéticos lectores? Esperando que lo virulento de la tan traída y llevada pandemia que ha creado un pandemónium decrezca, les amenazamos con ocupar este mismo espacio de su publicación favorita, si los hados nos resultan propicios y el destino o la influenza, ya sea estacionaria, aviar, porcina o humana, no nos alcanza.


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