Revista Sociología y Memoria No. 2

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Sociologia y Memoria // 2017.2 86

Pa r a lo s f i r m a n t e s ¿ C uá l e s l a r e l ac i ó n aca d e m i a- p o l í t i ca? Creo que para los firmantes dicha relación resulta extraña: hay vinculación y a la vez no la hay. Hay vinculación en tanto, en la carta misma, se indica que el grupo de académicos está a favor de la paz, lo que es ya una clara aproximación de la academia con lo político en forma de compromiso; y no lo hay porque la carta aboga por una separación de ámbitos para que la academia no sea cooptada por los intereses político-ideológicos. Si lo político interfiere en lo académico, para los firmantes se “mina la institucionalidad de la universidad y del estado de derecho” (Tognado et al., 18 de mayo de 2016, párr. 8) y se instrumentaliza el sentido de la labor académica; de ahí que los profesores firmantes aboguen por apartarse de unas visiones particularistas y se aproximen a estándares comunes. La pregunta que surge es: ¿es posible establecer una academia sin visiones particularistas? ¿Si cuestionan visiones particularistas esto indica que hay una visión universal, neutra y correcta para todos? ¿Hay algún lugar, tan extremadamente teórico, que escape a la perspectiva política? Ese lugar imaginado de la neutralidad de la Universidad y los académicos que la componen no es posible, antes bien, el compromiso con algún horizonte de sentido es lo que constituye, en buena medida, la labor del intelectual. Atendiendo a una noción de intelectual como la anterior, la pregunta por la “agenda política externa que nada tiene que ver con lo académico” carece totalmente de sentido. Por supuesto, lo académico y lo político no son lo mismo; en términos generales, lo académico puede pertenecer al orden de lo teórico y lo político al práctico, niveles diferentes de la condición humana, pero conectados entre sí. Lo pensado, lo teorizado, lo sistematizado, desde la academia, para el caso de las Ciencias Humanas, especialmente, pierde su significado si no se expresa en la experiencia cotidiana de las

relaciones humanas. De ahí que resulte tan complicado sostener que el análisis social gestado desde la universidad no es político, es decir, asumir que no incida o no deba incidir en la forma de construcción de la sociedad contemporánea. No se trata de colonizar la academia con las agendas políticas particulares; eso es suponer que hubo un momento en el tiempo en el que la academia fue ajena a la vida política. Colonizar sugiere que una fuerza externa llegue, avasalladoramente, a imponerse sobre un lugar, y, en este caso, la política está en las entrañas de la academia. ¿De dónde han surgido las ideas libertarias de independencia? ¿De dónde la concepción del Estado moderno y las comprensiones sobre la justicia, incluyendo la actual justicia transicional? Colonizar no es la forma más precisa de entender la relación política y academia, como tampoco lo es buscar la asepsia de la Universidad con respecto a la política. No obstante, hay una precisión importante que uno de los firmantes realiza: no es lo mismo que la universidad tenga una relación estrecha con lo político a que esta se convierta en un lugar de proselitismo (Duica, 2016). Esta diferencia es fundamental en la postura que asumen los firmantes, pues, siendo precisos, al parecer, es a esta segunda acepción (la de proselitismo) la que atacan, y no la incidencia política en la academia en general. En consecuencia, por lo que la academia debe propender es por resistirse a la imposición de plataformas políticas e ideológicas y no al hecho de que los intelectuales se vinculen con el pensamiento y la acción política. Al respecto, si bien es plausible diferenciar lo político del proselitismo9, resulta difícil contar con un filtro capaz de permitir que uno afecte a la academia y el otro no. Esto porque las formas de relacionarnos entre hombres y mujeres en el espacio de lo público no

9. El primero se refiere a la esfera de lo público donde los hombres muestran quienes son y actúan libremente para relacionarse con otros (en sentido arendtiano), y el segundo ubicado, sobre todo, en la propaganda en defensa de una u otra forma de ejercicio del poder.


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