Prima Exagia nro. 12

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ace 31 años sucedió una de las tragedias nucleares que más ha marcado la historia de la energía nuclear; su impacto se debe a la elevada cantidad de víctimas que dejó y a toda la polémica que se generó a raíz del accidente. La explosión tam-

bién ha sido famosa por el hecho de haber superado barreras geográficas, temporales y

Chernóbil: ¿la muestra de que no estamos en la cima de la evolución?

todo lo que se encontraba en medio; “(…) Chernóbil es ante todo una catástrofe del tiempo” (Alexiévitch, 1997, p. 99). Entre esto, encontramos un agente damnificado que no suele tomarse muy en cuenta al hablar del tema: el resto de la naturaleza. No obstante, pese a que no recibió la misma atención que el resto de los afectados, esta supo cómo sobrellevar la catástrofe de modo que, algunas décadas después de la explosión, parecía como si no le hubiera afectado en lo absoluto. En este punto, nos encontramos con una pregunta axial: ¿por qué el resto de seres vivos, a diferencia del hombre, pudieron afrontar mejor la tragedia nuclear y amortiguar sus consecuencias? Para plantear una respuesta, aparte de ejemplos reales, habrá que tener claro el papel que juega, en este caso, la teoría que mejor ha explicado las dinámicas de la naturaleza, es decir, la evolución. Se mostrará cómo los seres humanos, en cierto modo, se han alejado de algunas propiedades de esta teoría. De esta forma, se pondrá de manifiesto una hipótesis que resuelva el cuestionamiento planteado. Tanto plantas, como animales, hombres y el resto de organismos vivos que habitan en este planeta comparten cosas en común, las cuales nos definen como seres vivos. Entre estas, podemos encontrar los mismos procesos básicos del ciclo vital: nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte; a su vez, compartimos estructuras dentro de las células (unidades básicas de todo ser vivo), que permiten llevar

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a cabo estas funciones vitales. No obstante, entre uno y otro tipo de ser vivo se pueden encontrar claras

Vladimir Briceño Pérez

diferencias. Cada organismo tiene características propias que lo diferencian del resto. En el caso del hombre, al ser un animal, posee algo que ninguno otro tiene: una conciencia inteligente. Dicho de otra manera, tenemos la capacidad de darnos cuenta de que existimos y de preguntarnos el porqué de todo lo que hacemos. Esta es la característica propia de los humanos y la que nos ha permitido adecuar el planeta a nuestra comodidad. En pocas palabras, al comparar al ser humano con el resto de sus semejantes vivos, vemos que compartimos cosas en común, aunque hay claras diferencias que desembocarán en las distintas formas que cada ser tiene para enfrentar el ambiente en el que vive. Ahora bien, la idea de que la naturaleza1 tiene cierto grado de ventaja sobre el hombre para resistir una catástrofe como la de Chernóbil no quiere decir que todo ser vivo distinto al hombre tendrá esta ventaja, pues una de las características esenciales de cualquier conjunto de seres vivos es la diversidad o la variación en los patrones. Con esto, aclaro que esta hipótesis es una generalización no absolutista. Primero, hay que dejar claro que uno de los procesos que más se da en estos eventos es la sucesión ecológica. Esta es la capacidad que tiene la naturaleza para reconstruir un ecosistema desde ceros hasta el estado original que había antes del disturbio o perturbación que causó daño a dicho ecosistema. Así, Colinvaux (1978) afirma: “la naturaleza también puede reponer los bosques sobre las tierras […] Pero habitualmente lleva a cabo la tarea lentamente” (p. 95). Como explicaban Bamas y Riolon (2010), ya de por sí el hombre representaba un obstáculo 1 Entiéndase por naturaleza, de aquí en adelante, al resto de organismos distintos al hombre.

para el desarrollo natural y completo de la naturaleza que allí vivía, dadas las exigencias expuestas por el gobierno de Mijaíl Gorbachov.


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