Revista Interlocuciones No. 3

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Interlocuciones // Yolanda Rodríguez Rincón

La memoria se constituye como un territorio

víctimas del pasado y del presente; no obstante, su

esencialmente político en donde se plantea, no solo

condición de posibilidad hila la crítica a los esencia-

como necesidad el olvido recurrente para las me-

lismos de toda índole que de la vida social hace un

morias disidentes, sino que, a su vez, el olvido se

sujeto, un poder, un conocer, un contar, un sentir.

convierte en manifestación o reafirmación del po-

Entonces, la lucha de la memoria que devela ser

der que lo decreta ya unilateral, ya relativamente

antagonismo es lo que, desde Jelin, puede aludir-

consensuado, porque, paradójicamente y de entra-

se a una oposición entre distintas memorias riva-

da, no tendría costos para él, porque logra consti-

les (cada una de ellas con sus propios recuerdos y

tuir cierta hegemonía (aparato jurídico, pedagógi-

olvidos). Un campo en el que coexisten memorias

co, mediático, cultural); entonces, el poder impone

contra memorias, un terreno donde no hay neutra-

su memoria.

lidad, ni puede haberla, donde los «actores sociales

Esta característica política de la memoria ha lle-

diversos, con diferentes vinculaciones con la expe-

vado a juzgar proyectos de reconstrucción históri-

riencia pasada, pugnan por afirmar la legitimidad

cos como «actos de insubordinación»; por ello, es

de “su” verdad» (Jelin, 2002, p. 40).

interesado «obtener y mantener el control sobre la

En el contexto de conflictos armados internos,

definición, transmisión e interpretación del pasa-

polarización política y social, la memoria se sitúa en

do» (Genecco & Zambrano, citado en Barrero & Jai-

un campo conflictual. Por parte de la sociedad civil,

me, 2010, p.109). Se hegemonizan versiones parti-

la iniciativa de largo tiempo ha sido propender por

culares, parciales como universales, para el caso de

la construcción de una memoria plural, diversa, que

la nación y/o de la patria y comunes en la exclusión

dé cuenta de la verdad histórica y oriente al ciuda-

y silenciamiento del sentido vivido del pasado por

dano a ir más allá de la verdad oficial respecto a la

los grupos subalternos. Por tanto, la memoria y el

violencia sociopolítica. Esta ha sido una tarea de or-

olvido son claves fundamentales del ejercicio del

ganizaciones de Derechos Humanos, de víctimas,

poder, tanto para los hegemones como para los

testigos históricos, intelectuales, sujetos de justi-

subalternos y subordinados.

cia, quienes como actores sociales y civiles naciona-

Es así que la memoria leída como lo político sitúa

les e internacionales han intentado visibilizar la ver-

disputas y conflictos por la interpretación y el sen-

dad, apuntando a formas de organización que van

tido de pasados no pasados y de futuros aún perdi-

develando memorias subalternas.

dos. Si bien su abordaje teórico data de hace poco

La memoria en Colombia se constituye en una

más de cuatro décadas por las Ciencias Sociales,

nueva forma de organización desde hace un lustro,

que decantan o no sus usos y abusos, hoy la memo-

precisamente cuando se reestructuraba una diná-

ria puede reflexionarse como antagonismo radical:

mica hegemónica de la dominación caracterizada

primero, no es neutral porque se opone a los olvi-

por una democracia consecuente con el poder his-

dos impuestos impunemente; segundo, litigia fren-

tórico colombiano. Así es que el asunto de la me-

te al cierre de heridas, de silencios, ocultaciones e

moria colectiva comienza una tarea relevante en el

invisibilidades y, tercero, reclama no repetir el pa-

país, tanto para los estudios sociales como para las

sado para aquellos que no han entrado en los con-

experiencias prácticas de lo político.

teos tradicionales de la memoria oficial. La memo-

Una de estas experiencias es la del Movice7, fruto

rias al decir de seres diversos y plurales, ubicados

de un acumulado histórico de lucha por la verdad, la

en contextos grupales y sociales específicos, según

7  El Movice surge el 25 junio 2005 en un encuentro de víctimas: 10 mil delegados y 230 organizaciones

Elizabeth Jelin (2002), es ontológica, interpela las

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