On Time ANIVERSARIO 2016

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e nota que la granja lleva ahí más de 300 años. El edificio moderno ha sido respetuoso con ella, alzándose levemente sobre el césped o la nieve, por lo que no resulta difícil imaginarse la época en la que aquella granja se encontraba en el medio de la nada, al servicio de la tareas del campo cuando el frío no impedía cualquier producción. Quienes lo levantaron jamás hubieran podido imaginar que su interior iba a ser vaciado para dar cobijo a una actividad tecnológica, como es la construcción de los relojes más atrevidos del mercado. El responsable de dar una nueva vida a esta granja fue Gilles Tissot, un experto en la renovación de antiguos edificios en la región de Neuchâtel. Evidentemente, el mensaje de este edificio tiene que ver con la adaptación de la tradición a la modernidad, el aprovechamiento de los conocimientos seculares de los relojeros de la zona para, desde el respeto, hacer algo completamente distinto. Este área acoge la recepción, salas de reuniones y algunos elementos de la decoración original, como una cava abovedada, una antigua chimenea e incluso un reloj solar. El edificio moderno, diseñado por el arquitecto Pierre Studer, es el que da cobijo a los talleres relojeros. Se accede a él a través del sótano del viejo edificio, y acoge al visitante con un gran atrio desde el que se pueden observar cuál es la distribución de la manufactura. En la planta baja se encuentra el taller de fabricación de piezas y el de decoración. Están prácticamente uno frente al otro, por lo que cualquier comunicación entre un departamento y otro es sencilla y ágil. Son las ventajas de ser una manufactura pequeña con una producción de mucha calidad, pero que no supera las cien piezas anuales.

táctil para decorar las partes de la máquina con el mismo mimo e idéntico resultado. Para decorar una sola pieza minúscula pueden invertir más de cinco horas. Al igual que ocurre en el taller, los trabajadores interrumpen su trabajo y su concentración para atendernos. Nos muestran orgullosos una de las piezas más complejas que Greubel Forsey ha realizado jamás: la pieza que sujeta al tourbillon en el Tourbillon 24 Seconds Vision, el reloj con el que la marca consiguió el Aiguille d’Or el año pasado. Sus contornos redondeados son únicos en la industria. Un orgullo para todo el equipo. A la hora de producir las piezas se tiene muy en cuenta el trabajo de los decoradores. Llegan limpias, casi perfectas, para que el trabajo de decoración sea más sencillo. Además, en su diseño se incluye un soporte para que los decoradores puedan manejarla con mayor facilidad y que las probabilidades de dañarlas sean menores. Todo sea por facilitar un trabajo ingente, que puede alcanzar las 900 horas para alguno de los relojes de la marca. Terminamos nuestra visita en una casi desierta sala de montaje, donde solo hay una relojera trabajando. Generalmente son ocho los que se sientan en estas mesas, y todos ellos realizan todas las tareas propias del montaje y desmontaje. No es una cadena, todos saben hacer de todo, y cada uno de los relojes se montan en repetidas veces para asegurar su perfecto funcionamiento.

“SOY DELINEANTE TÉCNICO Y ME ENCARGO DE HACER LOS PLANOS DE LOS RELOJES, INDICANDO CÓMO HACER LA PIEZA, DÓNDE VAN LOS PULIDOS, CUÁL ES EL TAMAÑO, EN QUÉ MATERIAL SE PRODUCEN, ETC. COMENCÉ A TRABAJAR EN GREUBEL FORSEY EN 2008, CUANDO LA MARCA TENÍA SOLO CUATRO AÑOS. YO ERA EL TRABAJADOR NÚMERO 63, Y AL AÑO SIGUIENTE YA HABÍA 120 PERSONAS TRABAJANDO EN LA MANUFACTURA, LO QUE MUESTRA EL RÁPIDO CRECIMIENTO DE LA EMPRESA”. RICARDO SEBASTIÁN DELINEANTE EN GREUBEL FORSEY

Todas las visitas a las manufacturas comienzan por el taller mecánico, un ruidoso espacio repleto de máquinas en las que a duras penas se pueden ver las pequeñas piezas sobre las que caen chorros de aceite caliente. Lo mismo ocurre en Greubel Forsey, pero con una diferencia: cuando entramos nosotros, acompañados por nuestros guías, todos los trabajadores dejan sus quehaceres y nos atienden. Nos muestran las máquinas, las piezas que salen de ellas, las defectuosas, las que son un reto, las minúsculas o las recientemente ideadas. Nos dejan tocarlas, nos aclaran nuestras dudas y nos explican los entresijos de su trabajo. De ahí pasamos al taller de decoración. Cesan los ruidos. Es un santuario de la concentración, donde la decoración de cada pieza está realizada siempre por la misma persona, un especialista que, inconscientemente, pone en marcha su memoria

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