que inspiró el castillo en que nacieron los sueños del niño que fue Disney. ¿A qué hablar de una España tan turisteada –me preguntaba, después de la hispanofilia del treinta y la antihispanofilia que quiso rectificar después nuestro pasado–, como si Lorca hubiese muerto para el Darro y no cantase en el observatorio del Parque de las Ciencias de Granada, y como si en Sevilla no sonaran las campanas para un pueblo entero que se viste de Domingo de Ramos? Que no se agota Goya por más que se le mire su aquelarre, ni La Mancha se desmancha de sus marrones y olivas por más que lo cepillen los trenes y lo aplane el silencio de un espacio tan vasto que no puede despertar. He cruzado el océano por primera vez... Por primera vez accedí al pozo abierto del cante hondo que me llamaba desde niño, seguro de las murallas de Ávila y del hidalgo, seguro del siglo de oro y de la guerra de León Felipe, seguro de ser preso 252