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Photo by Zhenya B.
La Nariz Memorable
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By Alfredo Baldovino Barrios
Nada podía curarlo de su afición grenouliana por los libros. Así que no tenía nada de raro encontrarlo entre la estantería de la biblioteca olisqueando un ejemplar cualquiera con los ojos cerrados para transportarse con semblante beatífico por diferentes momentos de su vida en los que había percibido ese mismo olor. Este ejemplar de carátula desgastada, por ejemplo, dinamita el perímetro que lo circunda, los inmensos anaqueles, las ventanas de hojas dobles, el techo abovedado, para que emerja en su lugar un pedazo de playa desde cuya orilla puede ver a la distancia, una isla abandonada y la quilla herrumbrosa de un barco asomando en la superficie del agua. Tres muchachos más lo acompañan de cerca en vez de los habituales auxiliares de pantalón clásico y camisa manga corta. Alguien lanza un desafío y luego cuatro cuerpos delgados suben hasta la cresta de una roca enorme del tamaño de una casa de dos pisos, el sonido del agua al romper contra los brazos pegados al cuerpo, el movimiento brusco de las olas y una fuerza que lo hala hasta el fondo, su vida reproducida en desorden como en una película, el esfuerzo por salir a flote, la promesa de la isla cada vez más lejana, y luego el desconcierto de seis brazos que se agitan en el aire antes de que pueda verlos hundirse definitivamente en el fondo del mar. Basta que la tapa vuelva a caer sobre el libro para que las cosas vuelvan a ser las mismas de antes aunque ahora su rostro se muestre un tanto demudado. Los niños corriendo por el pasillo de la biblioteca. Las colegialas tecleando sobre los computadores de búsqueda. Un hombre al que el resto de usuarios manda a callar por hablar demasiado alto por su teléfono celular. "