El futuro del ayer, hoy. Año 1, Número 2

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previamente lo elevaba como una sagrada reliquia, por encima del profano mundo cotidiano del espectador”. Es claro que la referencia de Benjamin hacía el mundo profano no es otra cosa que el coletazo de una élite intelectual que veía como el arte entraba a formar parte del dominio público. Benjamin da voz a los aristócratas que pierden la exclusividad, es el abanderado de las elites pierden su distinción. Por lo demás su concepción es clara, el arte está ligado a lo sagrado y sólo las mentes privilegiadas están a la altura de estas reliquias de la humanidad. Sin embargo, pese a que este coloquio con Benjamin nos haya dejado un tanto desesperanzados, hay otros factores a tener en cuenta que nos obligan a mirar este fenómeno de forma distinta. Que el arte se haya convertido en un objeto de consumo no quiere decir que haya perdido su contundencia simbólica. Al contrario, su papel es cada vez más activo. Es obvio que sus funciones se vieron alteradas al entrar a ser parte del dominio popular, pero esto no desmerita en nada su nuevo carácter. Este giro en la naturaleza del arte ha generado una nueva generación de artistas, que lejos de refugiarse en la nostalgia de lo excepcional, han aprovechado la condición popular del arte para generar hechos que superan lo meramente estético. Se trata de aprovechar la popularidad del arte y su acogida simbólica para generar debates abiertos y construir conocimiento. Es así como el artista se convierte en un sujeto activo al dinamizar su campo de acción. A veces este vínculo con la sociedad se hace tan estrecho que el artista termina por involucrarse de lleno en la promoción cultural. El artista ha salido de su autismo de buhardilla para buscar nuevos escenarios, el lienzo se ha quedado rezagado para darle pie a otros formatos como los muros de las calles, las prendas de vestir y las plataformas multimedia. También los egos se van diluyendo y se forman colectivos de artistas, grupos que abogan por las reivindicaciones sociales. Es de esta forma que el arte se convierte en un instrumento de interacción social, la obra pasa a un segundo plano y se da privilegio a la atmosfera, al espacio artístico, al diálogo y a la interacción de distintos imaginarios. Todo esto siguiendo el proceso de popularización de las iniciativas culturales. Las piezas artísticas también salen de la comodidad del museo y se forman exposiciones en bodegas y casas abandonadas, generando así nuevos espacios de significación con el público. Cada vez hay más espacios de participación. Un fenómeno muy común en varias capitales del mundo son los circuitos artísticos que se forman en los barrios marginales.

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