Jueves 2 de diciembre de 2010
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OBSERVADOR SEMANAL
ACTUALIDAD
¿Por qué vamos a Caacupé? Para pedir a la Virgen que nos done la gracia de conocer, amar, vivir por Jesús. Vamos como mendigos conscientes de nuestros pecados, de nuestros límites para que la Madre de Jesús y nuestra se apiade y nos done la libertad de salir del pecado, reconociendo que cada uno es fruto de un amor eterno. Vamos a pedir para que las palabras del profeta Isaías se vuelvan nuestra carne, la certeza que sustenta y acompaña nuestra vida. “Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré” (Is 43, 1-5). ¡Cómo desearíamos que nuestros pastores, nuestros amigos nos recordaran a cada momento esta ternura divina! Estamos hartos de denuncias, de palabras políticas, de reivindicaciones sociales, de proclamaciones de los derechos, de nuestros derechos. Tenemos hambre de Cristo, de Su Palabra, de encontrarlo, porque somos conscientes que sólo Él y en Él nuestras necesidades últimas y esenciales encuentran la única respuesta. Desde hace décadas venimos escuchando siempre las mismas palabras y todo sigue igual y si cambió algo no es aquel cambio que anhelamos y que se llama conversión. Nadie pone en duda que no exista problemas o sufrimientos
humanos que no tengan que ser asumidos en primera persona. Sin embargo, ¿qué podemos si Cristo no se vuelve el camino la verdad y la vida en cada uno de nosotros que peregrinamos rumbo a Caacupé? Necesitamos sólo de Cristo y como los santos nos enseñan y el Papa nos reitera a menudo, cuando Cristo entra en la vida del hombre, cambia todo y el hombre se vuelve protagonista de la historia, cada uno en su ambiente. No se moraliza el tejido social proponiendo o reclamando valores, más bien dejándonos abrazar por Cristo. ¿Es posible que aún no lo entendamos y sigamos tocando la misma música desde la caída de la dictadura hasta hoy? O que queremos es sólo a Cristo porque hemos experimentado en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro trabajo que cuando reconocemos ser propiedad Suya, Él nos cambia y todo se vuelve nuevo. Las palabras de Isaías son las palabras que pretendemos escuchar porque sólo Dios puede hablar de esta forma al hombre. Y si Dios trata de esta manera a cada hombre, cuando cada uno toma conciencia de lo que es a los ojos de Dios, no existe problema que lo detenga, no existe injusticia que le impida vivir y luchar. Vamos a Caacupé para escuchar que por lo menos uno de los pastores nos recuerde lo que dice el profeta. “De un amor eterno te amé teniendo piedad de tu nada”. P. B
Bajo el cielo estrellado de Caacupé Silencio general y guiado como consigna de la peregrinación, asfalto, agradable clima, amistad, pasos firmes, saludos, agua, avemarías, estrellas, encuentros… todos ellos sustantivos que pueden describir los detalles de la peregrinación anual al Santuario de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, organizada por Comunión y Liberación y abierta a todos. Se partió desde el Kuruzú Peregrino hasta la BasílicaSantuario de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé. Hicimos un trayecto de 10 km., acompañados de rosario y meditación en silencio, que fue la consigna para que, al decir de los organizadores, citando a Benedicto XVI “la inteligencia de la Fe dé paso a la inteligencia de la vida” Expresiones de fe toda gente de todas las edades, grupos y carismas acompañaron la noche limpia y estrellada con un majestuoso silencio, en medio de la noche, a los corazones deseosos de cumplir su promesa, pedir o agradecer por un milagro a la Virgen, íbamos acompañados por la cruz que guiaba la victoria cierta de Jesús que había nacido para vencer. Lo que me ha marcado bastante, es que, en nuestra caminata, majestuosa y sencilla, mientras íbamos bajo el hermoso cielo estrellado de Caacupé, junto a la Virgen, pasa una camioneta, y desde ahí, un señor nos pregunta a viva voz y en tono de broma: “¿ustedes de dónde son?” Me quedé pensando mucho, porque cada segundo era una petición
distinta, y entre esas cosas, le pedía a Cristo mientras miraba las estrellas “¿me vas a llevar allá? pues mi fe en el Paraíso no es muy fuerte, te pido pues, que aumentes mi fe” ¿Cómo me respondió Cristo? A través de la provocación de este hombre, primero, que ante la pregunta ¿de dónde vienen? tenía a mi lado a un gran amigo, Jorge, y que es un adulto, un hombre, que me ayuda siempre con sus observaciones, y que me dijo: la pregunta no es de dónde venimos, si no a dónde vamos. Seguía la peregrinación y con ella el rezo del rosario. Llegado un punto, logré escuchar con claridad, entre el murmullo silencioso que acompañaba el altavoz un poco alejado, que iba enfrente: “4to. Misterio glorioso, la Asunción de María a los Cielos” en cuanto escuché el anuncio del Misterio, Jorge me dijo: “allá vamos” y lo dijo con firmeza. Me quedé conmovido porque me di cuenta que Dios no me abandona en ningún detalle, ni permite que ninguna de mis preguntas quede sin respuesta. Ese pequeño evento que me marcó bastante, fue suficiente para indicarme mi destino último, la muerte, el Paraíso, y por ende, que comience a moverme por estar más cerca de Él; y que Ella, siempre, pase lo que pase, recibirá mi pedido, y será escuchado. Finalizamos la peregrinación. Fue coronada con la santa misa, a la medianoche, en la cual todos los peregrinos llegamos “cansados pero felices” según dice el refrán, y agradecidos por el trayecto realizado para llegar junto a Ella y pedirle su favor delante de su imagen celeste. Esta peregrinación me dejó claro que Cristo se manifiesta de un modo concreto, sin tardar, estando siempre atento, y pidiendo la gracia de estarlo, a través de una compañía, guiada a un destino común, que esa noche fue la Basílica, paradigma perfecto del lugar al cual el corazón del hombre busca volver: la Casa del Padre Celestial.
ALMUERZO CASERO DE LUNES A VIERNES, DE 11:30 A 14.30 hs.
Daniel Aguilera
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