Abel Vicencio Tovar Antología
solidarias con los países subdesarrollados, pues ya no será posible en el futuro “la persistencia de unas cuantas islas de abundancia en medio de un mar de miseria”. El desarrollo es el nuevo nombre de la paz, dijo y crea en consecuencia, una nueva comisión pontificia llamada “Justicia y Paz”. Es conocido el hecho de que Paulo VI fue el primer Pontífice que habló ante la Organización de las Naciones Unidas. La Laborem in Excercis de Juan Pablo II es de 1981. En este documento se dice aborda más que el problema de “clase” (reivindicaciones obreras) el problema del mundo por la desigualdad y la injusticia, pero afirma que el primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo y que se mide con el metro de la dignidad, del que lo realiza. Recuerda un principio ensenado siempre por la Iglesia: “El de la prioridad del trabajo sobre el capital”. Hace referencia al llamado empresario “indirecto” o sea todo el sistema socioeconómico, en esta materia que tienen factores diferenciados que ejercen un influjo sobre las relaciones con el sector del trabajo. Considera que el sindicato no debe luchar contra otros, (personas) pero si para defender sus justos derechos empleando inclusive, el recurso legítimo de la huelga. Esta es la última de las encíclicas en materia socioeconómica. Con sólo checar las fechas de los pronunciamientos pontificios y compararlas con muchas de las instituciones del mundo moderno, la convicción de la influencia de ese pensamiento ejercida a través de dirigentes sociales y políticos, sería evidente. Por lo que respecta a México, la proyección de las encíclicas sociales, se dejó sentir pronto: entre 1903-1909, se celebraron diversos congresos católicos para apuntar soluciones a la problemática socioeconómica y especialmente, la llamada “Gran Dieta de Zamora” celebrada en 1913, presentó de acuerdo con las encíclicas, un amplio programa de reivindicaciones, pidiendo a los poderes públicos la preservación del hogar, el salario mínimo, la reglamentación del trabajo de las mujeres y de los niños, el patrimonio familiar inembargable y lo que fue en su época una verdadera novedad con vistas al futuro: la facultad de participar en los beneficios y aún en la propiedad de las empresas… También se habló de organizar a la clase media, de la necesidad de la protección del trabajo a domicilio, sobre todo el de las costureras, la representación legal de los trabajadores ante los poderes públicos, el aseguramiento del campesino, etc. A partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica modernizó y actualizó nuevamente sus posiciones sociopolíticas y también en lo necesario, las posiciones económicas. En el ala izquierda, según la denominación convencional, se dijo que se encuentran las aportaciones de la democracia cristiana en los últimos años, y las de la teología de la liberación. La democracia cristiana cuyas primeras expresiones se dieron en el siglo XIX, destacó a la acción popular y al desarrollo de la conciencia de clase del proletariado, 185