Alcántara, 50 años de Vida y Obra

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2007 - 2013

Fondo Alcántara

orejas, nariz y boca, cercenadas por enérgicas intervenciones que varían según las tribus o clanes, contraseñas de distinción, de jerarquías o aderezos de ceremonia: la expansión de los labios entre las mujeres sara de la región de Kiabé (Chad), “esas mujeres con discos” en los labios asistiendo a sus esponsales con donaire y júbilo, fosas nasales, orejas y labios cruzados por alfileres de madera, colmillos de leopardo o labrados objetos de hueso y metal. Zigzagueantes heridas cicatrizadas en alto relieve, beneficiadas por la piel queloide de los negros sara del Chad y los hamiliké del Camerún, esa especie de puntillismo sobre la cara en los ngala del Congo-Kinshasa.12 Y luego los cuerpos torcidos, agitados por la zozobra de una forma que no termina de consumarse, contorsionados sobre sí mismos con jirones de piel y vísceras puestas al descubierto, enlazados unos y otros por sus desgarrados miembros, manos, brazos y piernas descomunales, mutilados, seccionados o enrollados en posiciones irregulares que evocan vasijas y utensilios domésticos y religiosos de los pueblos originarios de América, esculturas de primitiva alfarería recién extraídas de los cados o socavones, tiestos de remotas tradiciones, guacas estropeadas, cerámicas roídas por la intemperie, horadadas por las invisibles manos del tiempo, exhibidas ante la luz que las amenaza y las envejece de otro modo, las deteriora ante el ojo sorprendido del espectador que ahora se ve observado por esas diabólicas, festivas y estrambóticas entidades, interrogado desde un lejano origen que él no alcanza a dilucidar, y sin embargo tienen el poder de inutilizarlo, de despojarlo de sus hábitos y de sus creencias, para ponerlo inerme ante la aparición de un sujeto extraño que se detiene ante el fresco a pensar, y lo que le acontece como pensamiento ya no le pertenece, sólo está allí como una delación que vocea su patética orfandad.13

Cronologías

Textos documentales

He aquí, tal vez, la función más importante del arte, arruinar el yo de existencia del cual se ufanan los seres humanos para que acontezca el yo de pensamiento que es un suceso inefable e irrepetible, o como diría Rimbaud, abandonar la idea del existir por la idea del vivir. Esa es la libertad que edifica la obra y que permite su tránsito en lo contingente, que aunque nace del fuego devastador de la historia, tiene el poder de sobrevivir más allá y más acá de la historia, es decir, el poder de permanecer en el tiempo que ella edifica y que no es el tiempo que los humanos calculan o numeran. Las figuras que Alcántara nos ofrece en Retratos de familia, reclaman una territorialidad, anhelan ponernos al tanto de su trasiego por una heredad que quizá establezca simetrías con el espectador, una tierra de palabra y suceso, de lenguaje y memoria, una geografía afligida y rebelde, agobiada por la violencia y enaltecida por la imaginación. Así que el artista funda los mitos, renueva su leyenda y como bien se sabe, ellos vuelven a cumplir su función, inician de nuevo el tormentoso relato que les dio origen.

“En la gama extraordinariamente variada de poblaciones que ocupan hoy las diferentes partes del globo, no hay ninguna en la que el cuerpo se deje en su estado de nacimiento. Por doquiera, bajo formas diversas, pero siempre en algún grado, es objeto de modificaciones o de aditamentos, como si la especie humana no pudiese dejar de manifestar que se evade de la pura y simple naturaleza. Deformaciones o mutilaciones, escarificaciones o tatuajes, cuidados pertenecientes a la cosmética, vestiduras y tocados, por reducidos que sean, muestran –inscribiéndolo en el cuerpo sacado de su condición de bruto– que el hombre está siempre empeñado en los artificios de una cultura, por rudimentaria que ésta pueda parecer”. Leiris, Michel. Delange, Jacqueline. Africa Negra, la creación plástica. Luis Hernández Alfonso (Trad.) Madrid: Aguilar, 1967. p. 117. 13 “A través del desdoblamiento irónico que la imagen opera, el ojo que mira se convierte en ojo mirado y la visión se transforma en un verse ver, en una representación en el sentido filosófico, pero también en el sentido teatral del término[…]” AGAMBEN, Giorgio. La potencia del pensamiento. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2007. p.119. 12

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